El orgullo, mal silencioso que lastima nuestra alma

Debemos enseñar a nuestros hijos a dominar el orgullo y a ofrecerlo a Dios para que sus reacciones sean más naturales y menos cargadas de soberbia.



El orgullo es el exceso de estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos por los cuales la persona se cree superior a los demás.

Es muy común sentir que nos han pisado el orgullo con alguna actitud o palabra.

Y nuestra reacción es casi siempre, de agresividad y de soberbia.

La gente que nos rodea se da cuenta de nuestras actitudes y eso puede traernos problemas.

Y con nuestros hijos pasa igual, así que debemos enseñarlos a dominar el orgullo y a ofrecerlo a Dios para que sus reacciones sean más naturales y menos cargadas de soberbia.

Por eso aquí te dejo mis 5 Tips para educar a nuestros para evitar el orgullo.

PRIMERO. Nuestro ejemplo es básico.
Nuestros hijos aprenden de nosotros cómo reaccionar a cada momento y por eso debemos tener claro que debemos actuar como queremos que ellos aprendan a actuar.

No es necesario decirles que les vamos a educar para que ellos aprendan, por eso debemos ser coherentes y actuar conforme a lo que predicamos.

SEGUNDO. Que ofrezcan todo a Dios.
Así, logramos que nuestra intención sea pura.

Al ofrecer las cosas a Dios hacemos que tanto el mérito como el fruto de ellas le pertenezca a Dios, así no podremos vanagloriarnos y el orgullo no tendrá cabida.

Y si enseñamos a nuestros hijos a hacerlo desde pequeñitos, los estamos educando para que lo vean como lo más normal y que sea su estilo de vida.

Primero tendremos que ayudarles a ofrecer, pero poco a poco debemos dejar que sean ellos quienes ofrezcan con la oración que salga de su corazón.

TERCERO. Por cada triunfo una obra de caridad.
Quiero decir que podemos sacarle el mayor provecho a lo que hacemos en nuestra vida cotidiana.

A veces, cuando tenemos algún logro, nos pasa que el orgullo se desata, pero con una obra de misericordia es suficiente para domarlo y regresarlo a su justo nivel.

CUARTO. Cuando se equivoquen hay que reconocer y ofrecer disculpas.
No hay nada que venza más el orgullo que reconocer nuestros errores y pedir perdón por ellos.

Es una actitud humilde que le da cabida a la gracia de Dios y sana el corazón, tanto de quien comete el error como de quien recibe la falta.

Y no hay mejor forma de enseñarlo a los hijos que con nuestros ejemplos.

Y QUINTO. Pureza de intención, ante todo.
La intención es importante para que un acto sea bueno, si no corremos el riesgo de hacer caridad y buenas obras por el simple hecho de querer reconocimiento o sentirnos bien con nosotros mismos.

Para que verdaderamente haya pureza de intención es necesario ofrecerla a Dios y buscar el mayor Bien posible para todos.

Que no tengamos temor a que nuestro orgullo sea disminuido para que brille la gracia de Dios y nuestro buen corazón.

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