Vulnerabilidades de un candidato al CEN

El Partido Acción Nacional tendrá elección de nuevo presidente nacional el 10 de noviembre con dos candidatos registrados, y ello representa un futuro cercano del panismo con dos opciones muy diferentes. La de Adriana Dávila es una visión renovadora del actual panismo, una “vuelta al origen”. La otra visión es la de Jorge Romero, que no es otra previsible que “más de lo mismo”, y hay muy buenas razones para decir que Romero sería “un peligro” para el PAN y también para México si al PAN le va mal. Veamos.

Jorge no solamente es el elegido de los dioses del grupo que ha manejado al partido en todos estos años en que el panismo se ha deteriorado, sino también caído de la gracia de la ciudadanía que apoya y vota, y de una parte de su militancia, incluyendo a quienes sin estar en el padrón de militantes, se sienten y actúan como panistas de corazón.

No hay manera de que ese grupo que controla al PAN pueda negar la abrumadora evidencia de que formalmente, en sus políticas, en su falta de democracia interna, en su selección de muchos malos candidatos, internos o aceptados de fuera, incluyendo los denominados impresentables, y en la manera de preparar y manejar campañas electorales, incluyendo las alianzas electorales, el PAN se ha visto caer de desastre en desastre electoral, locales y nacionales. Y eso es innegable responsabilidad de quienes lo dirigen.

Y Jorge Romero es parte de ese grupo que por sus malas decisiones, por su “cuatismo”, tiene al PAN en tan mala situación, con una imagen interna y pública muy deteriorada, a tal grado que no faltan quienes ya ven un partido en agonía por la forma de ser conducido. Y los malos augurios se dan por pensar que si Jorge Romero y su equipo ganan la elección el 10 de noviembre, lo único que se puede esperar es: “más de lo mismo”.

¿Por qué no podemos esperar más de Jorge si gana? Fácil, es cuestión de dar una repasada a su historial político. Si le buscamos méritos notables, no posiciones, de sus actividades pasadas que nos puedan ofrecer algo sobresaliente, entre los éxitos que haya tenido, no lo encontramos. Y no se trata aquí de hacerlo menos, sino de remitirnos a su vida panista. Su actividad reciente como diputado fue más que gris. Gritar de vez en cuando (como otros también lo hacen) desde la tribuna no es ningún mérito. Jorge es copartícipe conocido de errores como el de los Yunes, que le significó a Morena el control del Senado. ¿Quieren más?

El apoyo que como candidato tiene Jorge es enorme, lo tiene de Marko Cortés y de otros con poder dentro del partido. Tiene el apoyo de quienes controlan al PAN, conocidos por sus manipulaciones en la política a favor de intereses identificables como personales o de grupo de cuates. Algo absolutamente innegable, con perdón de nuestros amigos que están en el caso. Así como las maquinarias internas priistas aseguraban el triunfo a quienes recibían el “tú lo serás”, ahora los controladores, asumidos a su evidente entender como dueños del partido lo apoyan y lo harán en las campañas previstas para la elección del presidente del CEN y su equipo cercano. Que gane Jorge le significa la continuidad a muchos poderosos en el partido (o sea, más de lo mismo).

La crisis del panismo requiere una presidencia con capacidad de liderazgo, que se trate de alguien que la gente siga por quien es y no por el poder propio y de grupo. Reconocido como líder por otros liderazgos políticos, sociales y económicos. Y no se puede demostrar que a lo largo de su carrera política Jorge haya demostrado liderazgo, lo que ha tenido es poder, ha sido y es un empoderado (lo cual no es malo), no un líder, y no veo cómo a estas alturas pueda demostrar lo contrario. Se puede ser un activista político destacado, meritorio, pero eso no es liderazgo.

Jorge ha estado hablando de buscar unidad en el partido: “Creo firmemente en la necesidad de escuchar, renovar y sumar para construir un partido más fuerte y unido”. Pero la acción del grupo que lo cobija y del que es elemento clave mantiene dividido al PAN y no hay forma de ver cómo podría eso cambiar si quienes lo dirijan son de los mismos grupos de amigos, de cuates. “Renovar” implica cambiar radicalmente la actual política del partido.

Pero sobre todo Jorge tiene una enorme vulnerabilidad, y que es su identificación tan multicitada y explotada por los adversarios políticos de ser uno de los capos del tal “cártel inmobiliario” de Benito Juárez en Ciudad de México. Y no se trata de si es verdad o no, las acusaciones y señalamientos son bien conocidos, y si llega a encabezar al PAN se volverían algo más que una pesadilla, una andanada permanente de ataques de personeros de Morena, de comunicadores a su servicio y hasta de ciudadanos crédulos, de averiguaciones previas locales y federales, y hasta de posibles órdenes de aprehensión (aún y con fuero, también existe el desafuero). Y hay ciudadanos de Benito Juárez convencidos de que es un hombre corrupto, por diferentes razones o emociones.

Y no se trata de que lo declaremos culpable, sino de la abierta estrategia oficial para dañar gravemente al PAN, que lo han logrado (pregunten a Christian Von Roehrich). El asunto no es de culpa o no, sino de imagen. Esta ahora pesadilla se volvería realidad, que digan que el PAN estaría presidido por un corrupto que debe estar en la cárcel. La imagen de corrupción del tal cártel inmobiliario ya existe y les ha funcionado a los enemigos.

Sí, Jorge Romero es muy, pero muy vulnerable para ser despedazado por los enemigos de la democracia y del PAN, y por los inconformes en Benito Juárez que no lo quieren. Esa es la gran, enorme debilidad que tiene como candidato a presidir al PAN y que se convertiría en peligro para el partido. Quienes controlan el poder interno del partido pueden hacerlo ganar en noviembre, pero no podrían librarlo de esos ataques tremendos, permanentes y cada vez más bajo las trampas ilegales, legales y penales que se le vendrían encima.

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