No tiene forma Andrés Manuel de siquiera intentar probar sus acusaciones contra la UNAM y sus egresados profesionales, pues no tiene esos otros datos que siempre presume y jamás muestra.
Mientras la economía de México se tambalea y las graves fallas administrativas y políticas del gobierno merecen la atención ciudadana, Andrés Manuel distrae a la gente con ataques a quien se le va ocurriendo. Así, ha arremetido contra los médicos, los abogados, los empresarios y otras profesiones, a la clase media y personas con educación superior, y ha obtenido respuestas que desbaratan sus acusaciones, esas que hace sin dar argumentos, sólo acusaciones genéricas que nunca ha intentado siquiera probar. Sólo las repite, y pasa a otra agresión.
Si realmente lo hace como distractores de la problemática nacional, no estoy tan seguro, porque le salen del fondo de su torcida alma, aunque en efecto sí desvían la atención. Y el más reciente caso es su reiterado ataque a la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM. Las reacciones de muy diversos medios sociales, académicos y políticos no se han hecho esperar, en defensa de la “máxima casa de estudios” del país. Y la defensa de la UNAM es más que justificada.
Ahora bien, que como toda gran institución la UNAM tiene fallas, las tiene sin duda, pero no las que Andrés Manuel señala. Hay suficiente evidencia, en cuanto a la educación, investigación y divulgación científica y académica, para taparle la boca al presidente. Hay abrumadora experiencia profesional, social y política de sus egresados, en las profesiones específicas que denigró, para demostrar que los desvíos del espíritu universitario que señala el presidente son falsos.
No tiene forma Andrés Manuel de siquiera intentar probar sus acusaciones contra la UNAM y sus egresados profesionales, pues no tiene esos otros datos que siempre presume y jamás muestra. Y es legítimo defenderla en cuanto a su papel de formación de profesionistas, que para nada se pueden ver orientados, en generaciones de años, como afirma, a favor de lo que él llama neoliberalismo.
¿Defiendo a la UNAM frente a Andrés Manuel? Sí, lo hago. Y aclaro que mis títulos universitarios son de la Universidad Autónoma de Nuevo León y del Tecnológico de Monterrey. Y mis estudios de postgrado son del extranjero. Así que no se me podría acusar de parcial o de tener interés personal.
Insisto en algo, y en que esta gigantesca universidad puede tener muchas fallas: administrativas, de manejo de fondos, de intereses y politiquería de grupos internos, quizás. Pero no puede el presidente respaldar sus acusaciones en cuanto a la orientación ideológica, doctrinal o lo que se quiera respecto a la formación de sus estudiantes y graduados. ¿Pensaría el presidente que de inmediato recibiría el apoyo de universitarios, actuales o egresados, o de otras personas del medio académico nacional? Quizás lo hizo, pero eso no sucedió.
Hay buenas razones para pensar que entre las múltiples amarguras y rencores que Andrés Manuel va manifestando a través de su vida, tiene un enorme desapego y frustración en contra de una Universidad en donde pasó 14 largos años como alumno mediocre, con reprobadas y exámenes extraordinarios (para su infortunio, su Kardex universitario, es público). Pasó sin gloria y sí con pena de no haber sido “nadie” como universitario. A través de su vida, y no solamente ahora, nunca se ha expresado bien de la UNAM. Y creo que, no porque tenga sus razones, sino por sus amarguras y frustraciones, ataca a la UNAM, no veo otra explicación.
A final de cuentas, sus ataques a la UNAM resultaron en una arrolladora defensa de la misma, en medios nacionales e internacionales, tanto relacionados con la propia UNAM como totalmente ajenos. Quiso denigrar a la UNAM y el tiro le salió por la culata. En la opinión pública, la UNAM resultó engrandecida en su prestigio, proponiéndose lo contrario, denigrarla, la favoreció en su imagen y en la apreciación de estudiantes y graduados, de muchos o pocos años atrás, que han manifestado su orgullo de ser Pumas.
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