Con las últimas noticias en torno al Papa Francisco y la iglesia católica; se ha generado una moda que busca perjudicar a la iglesia y a nuestro Santo Padre.
En una más que flagrante violación de la caridad en la vida del Cuerpo Místico de Cristo, no faltan, desde gravemente desinformados atacantes, hasta feroces enemigos declarados del papa Bergoglio, Francisco. Y esto es un asunto muy grave, que debe ser motivo de preocupación, y de ocupación (hacer algo al respecto) de los fieles, y, repito, fieles, católicos.
Se han sembrado dudas, y se siguen sembrando, por miembros de la Iglesia Católica, sobre la legitimidad del Papa Francisco y de su manera de conducir a la misma, y de relacionarse con quienes no forman parte del catolicismo. Sin embargo, para quien teniendo ojos quiera ver, teniendo oídos quiera oír, y teniendo mente quiera reflexionar, todas las dudas desaparecen.
Para comenzar, todo el proceso para elegir al sucesor del Papa Ratzinger, Benedicto XVI, fue completamente apegado al Derecho canónico, a los protocolos habituales, y a la sumisión al Espíritu Santo. Todas las votaciones en estos casos se han mantenido en secreto bajo juramento, y solamente se conoce, en cada elección, el elegido del colegio cardenalicio.
No existe duda alguna sobre la validez, también, de la renuncia de Benedicto XVI. De tal forma que la sucesión suya es absolutamente legítima. Quienes afirman, desconociendo el Derecho, que esa renuncia era inválida, no intentan siquiera demostrarlo, sólo lo dicen.
Yendo aún más atrás en la historia reciente de la Iglesia, no faltan los que afirman, sin comprobación alguna, que todos los últimos papas no lo fueron legítimamente, y hablan de “sede vacante”. Pero la sede de Pedro no está vacante, y que no guste a algunos el gobierno y voces de los papas, desde el Concilio Vaticano II, no significa que sus quejas tengan valor alguno. La verdad, es que los intentos de demostrar su “sede-vacantismo” no demuestra nada.
Pero todo eso va mucho más lejos con el actual Papa Francisco. Es atacado e injuriado sin descanso. Se le atribuyen conductas que nunca ha tenido y dichos que no han salido de su boca o de su pluma. O bien se han torcido sus palabras, sea por ignorancia para interpretarlas o por real mala fe. Una mala fe que va en contra de la cabeza de la Iglesia, Cristo.
Se le acusa hasta de ser jesuita, como si ello fuera causa de ser mal intérprete de la doctrina de la Iglesia. Y si hay y ha habido jesuitas que afirmaren cosas contrarias de la doctrina, ese tipo de personas las ha habido en todas partes. La trayectoria histórica de la Compañía está llena de bienes para la Iglesia y el mundo y de santos varones.
Cuando, como arzobispo o Papa, se ha acercado Mario Bergoglio a personas y organizaciones no católicas, lo ha hecho con una mano extendida a tener paz y concordia en el mundo. Y por más que se hayan escandalizado algunos por sus palabras, que han podido se objetó de malinterpretación, el papa nunca “se ha pasado de la raya”. Los escándalos se basan en interpretaciones, no en absolutos.
Lo más grave no es el caso de quienes tienen dudas o tienden a creerlas, que hacen señalamientos de supuesta indebida conducta papal a Francisco, que les causan preocupación por la Iglesia. Lo realmente grave es la conducta de quienes, en una acción abiertamente contraria a la enseñanza de Cristo, injurian al Papa Francisco.
¿Qué puede hacer un fiel católico al respecto, sobre todo uno ilustrado en la doctrina y en al menos elementos de Derecho? Primero que nada, la acción que ayuda a remediarlo todo en la conducta humana: orar al Señor, orar mucho por quienes cometen ese pecado de injuriar al Vicario de Cristo, legítimo con absoluto derecho.
Orar por quienes consciente o inconscientemente dudan o ponen en entredicho la acción del Espíritu Santo sobre el colegio cardenalicio en la elección papal. Quienes dicen que fue un error el haber elegido a un Papa, están negando al Espíritu Santo.
Pero además de orar, hay que actuar, aclararle las dudas a los preocupados por la legitimidad o conducta del Papa Francisco. Y, además, enfrentar con espíritu cristiano a los detractores del mismo, a rebatir sus maledicencias, que, por cierto, son todas rebatibles, que se puede convencer a quien no esté obrando de mala fe, con esa mala fe que proviene del demonio.
Orar porque el amor de Jesús llene los corazones de quienes como antipapa que son, los tienen llenos de odio hacia un Papa que, con la sabiduría que le dan sus largos años de presbiterado y episcopado, y la guía del Espíritu, lleva la barca de Pedro por donde el Señor quiere.
Y como de costumbre, en todos los casos de la historia, el tiempo demostrará que Jesús puso al frente de su Iglesia al pastor necesario y mejor en cada tiempo. En este caso, al sucesor de Benedicto XVI, quien, por cierto, ha sido también ofendido y hasta acusado de hechos o dichos completamente falsos. Alabado sea el Señor.
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