López Obrador es un líder que ganó ampliamente la presidencia en 2018 y que ha desperdiciado el capital político que tuvo, y que se le va desmoronando entre las manos.
Poco antes de terminar su periodo presidencial, alguien preguntó al licenciado Adolfo López Mateos, ALM, sobre sus planes de vida al dejar el cargo, y él respondió: “¿Qué, hay vida después de la presidencia?”. Y es que ALM tenía una aspiración: ser un líder en el medio internacional, digamos Secretario General de la ONU. En su caso, la fatalidad le destruyó sus sueños, pues poco después, falleció. Así, no tuvo “vida después de la presidencia”.
Sí, don Adolfo II se había preparado, pues viajó por el mundo pregonando “la paz”. No hablaba tanto del cómo lograr y mantener la paz en el mundo de la postguerra (la Segunda Guerra Mundial), sino de la necesidad de tener paz. Al parecer, pensaba que con ese mensaje podría tener lugar entre los liderazgos del mundo, pero la muerte se le adelantó (se le llegó a nombrar como López Paseos).
Luego hubo otro presidente con las mismas aspiraciones: llegar a ser Secretario General de la ONU, sí fuera posible. Se trata de Luis Echeverría Álvarez, LEA, Igual que ALM, ninguno de los dos mencionaba públicamente ese cargo al que aspiraban. Y aunque LEA ya cumplió cien años, nunca logró un puesto de liderazgo internacional, quedó en desgracia política tras la presidencia. Mientras que ALM dejó una buena imagen como político, el caso de LEA fue muy diferente.
Hay un principio político que dice que la historia juzgará a los destacados (por lo que sea), en especial a los exjefes de Estado, y así sucede, para su bien o para su mal. Veamos en cambio a un expresidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter. No pudo ganar un segundo término presidencial, pero durante años, logró hacer mucho bien al mundo conciliando intereses, se dice de él que ha sido mejor expresidente que presidente.
Pero ahora México tiene un presidente, Andrés Manuel, que quiere también pasar a la historia no solo como él se ve, un “gran” presidente mexicano, sino como un líder latinoamericano. Ha hecho lo posible para que se le reconozca desde ya que lo es. Ha dicho varias veces que se retirará de la política en 2024, pero se refiere de la política mexicana. Quiere ir al mundo político supranacional.
Piensa, ingenuamente, que al menos América Latina lo verá como líder y le permitirá, de alguna manera, ser guía de varios países latinoamericanos, si no lo fuera de todos. Se ha tratado de ganar esa distinción con los jefes de Estado de ciertos países, en particular de los dictadores: Díaz-Canel de Cuba, Maduro de Venezuela y Ortega de Nicaragua. Error que no alcanza a percibir.
Defender y congraciarse con los tiranos, le gana el repudio de otros jefes de Estado y otros políticos destacados de América. También quiere ganarse la gratitud y por tanto el respeto de líderes de Guatemala, El Salvador y Honduras, por ejemplo, con dádivas millonarias salidas del erario mexicano. Ha enfrentado nada diplomáticamente al presidente Biden, en lenguaje agresivo en contra del imperialismo, refiriéndose a Estados Unidos, y en supuesta defensa de las naciones latinoamericanas, en particular de las gobernadas por dictadores.
Organizó una gran reunión de jefes de Estado latinoamericanos en Ciudad de México, para quedar como gran convocador y conciliador. Pero, oh sorpresa (que no debía serlo) la reunión salió mal para sus amigos dictadores, Maduro y Díaz-Canel (Ortega no asistió). Les llovió a ambos, pero feo, por parte de otros presidentes. Total, en vez de quedar bien, quedó mal. Y para una reunión de las Américas en Estados Unidos, López Obrador pidió, casi exigió al anfitrión, Joe Biden, que no excluyera a los tres países con dictadores, que todos tienen derecho a asistir, así, él se convertía en su gran defensor. Pero calcula mal, porque si esos tres tiranos asistieran, les volvería a ir muy mal, siendo señalados por sus pares como dictadores y antidemócratas.
El viaje a Centroamérica y a Cuba, que Andrés Manuel veía como un gran triunfo para su imagen, en su intentada asunción a un liderazgo si no formal, sí “moral” latinoamericano, simplemente ha pasado sin pena ni gloria, sobre todo sin gloria. ¿Seguirá pretendiendo “pasar a la historia” como un gran líder latinoamericano? Porque dicha pretensión sólo tiene realidad virtual en su cabeza. La historia lo juzgará por su desastrosa administración de México, con todos los daños y obras faraónicas destinadas, por muchas razones, al fracaso, y terminará yéndose a su rancho como un fracasado líder. Un líder que ganó ampliamente la presidencia en 2018 y que ha desperdiciado el capital político que tuvo, y que se le va desmoronando entre las manos. Internacionalmente, simplemente pasará desapercibido en la vida tras la presidencia a la que aludió López Mateos, igual que Echeverría Álvarez.
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