Las luchas ganadas en el plano legal contra el racismo y la discriminación son obra de buenos ciudadanos en sus trincheras y de buenos políticos.
Si queremos tipificar a malos políticos, los que abusan del poder en beneficio propio o de grupo, los corruptos, los incapaces y lo que se quiera, es muy fácil. Van desde el pequeño ladrón o usurpador del poder público a diversos niveles hasta los dictadores y tiranos, responsables de crímenes de Estado. ¿Malos políticos? Los hay a raudales, a montones, en todo el mundo. Y su conducta contraria al bien común hace pensar al mundo que todo político profesional es así, con ese pésimo perfil, que no hay de otros, que son una raza maldita.
Pero este no es todo el panorama del mundo del poder público, está también el reverso de la moneda, la de los buenos políticos, de esos que son honrados, dedicados a su trabajo por el bien común, que tratan de ser tan eficientes junto con sus colaboradores y pares como sea posible. Luchan contra las mafias en el poder, las redes de corrupción, las de incompetencia laboral y a favor del ciudadano común y su familia y de la paz.
Sí amigos, sí hay otro tipo de político. A los buenos políticos en el mundo en general, las naciones y los pueblos les deben muchas cosas. De ellos han salido las leyes, las políticas y las acciones a favor de la población, de los más necesitados. Los buenos políticos acabaron con la esclavitud, han reducido en lo posible la explotación de los pueblos, han conseguido la independencia de países sojuzgados y han luchado por la paz entre las naciones.
Las leyes que protegen al trabajador, que establecieron jornadas máximas de trabajo, salarios mínimos, servicios de salud, prohibición del trabajo infantil, condiciones salubres de trabajo, vacaciones pagadas, tiempos para que una embarazada dé a luz, antes y después del parto, son todas medidas conseguidas por buenos políticos luchando contra grandes intereses.
Los servicios públicos de salud, la promoción de la vivienda familiar, de la educación de los niños, jóvenes y adultos, de la creación de universidades, de las redes de comunicación de pequeñas poblaciones y otras obras públicas son, en mucho, acciones de buenos políticos, aunque en ello otros se aprovechen. Favorecen la cultura y el arte.
Las luchas ganadas en el plano legal contra el racismo y la discriminación son obra de buenos ciudadanos en sus trincheras y de buenos políticos. Igualmente lo son las de defensa de los derechos de las mujeres. La defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, de la familia y del matrimonio y de muchos otros derechos humanos, firmados en tratados internacionales, los lograron buenos políticos. Los avances de la democracia también son su éxito.
La actual Unión Europea, que ha fortalecido los lazos económicos, sociales y políticos de naciones que pelearon entre ellas por siglos, son obra de políticos dedicados, inicialmente por un gran político, de origen germano–luxemburgués, Robert Schuman.
¿Qué podemos decir del admirado por generaciones actuales y que lo será por otras más, Martin Luther King, y otros héroes defensores de los derechos humanos en el mundo? Era un político, no otra cosa. ¿Y Nelson Mandela? Pensemos en la mujer que fue por años canciller de Alemania, para la que sobran las muestras de bien ganada admiración y gran respeto, y que terminada su función se va a casa sin llevarse nada que no le correspondiera, Angela Merkel.
Y así como hay políticos a favor de dictaduras ideológicas y de control ciudadano, que persiguen, encarcelan o matan a sus opositores y críticos, los hay a favor de las mejores causas, del bien común, de la defensa de la dignidad de la persona, de la libertad y de la participación democrática de la sociedad.
No, no podemos generalizar, no podemos satanizar ni condenar por parejo a “los políticos”, no son una raza maldita ¡sólo algunos! Aunque sean muchos. Políticos, los hay buenos hasta la excelencia -mejoran al mundo-, y los hay medianitos o mediocres y los malos, hasta llegar a los más perversos, para quienes el poder es lo más importante de la vida, cueste lo que cueste. De todo hay en la viña (política) del Señor. No generalicemos, y promovamos, apoyemos, animemos a los buenos políticos, por el bien común de la sociedad y nuestra familia.
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