La autonomía de poderes es ilusión

Se supone que los organismos “ciudadanizados” tienen independencia, pero luego toman decisiones que contradicen su propia normatividad o el espíritu de la ley y tomando decisiones con un criterio ajeno a sus atribuciones, con interpretaciones a modo.



 


La presión social y política porque los fiscales sean independientes, que no puedan ser manipulados por la cúpula del Poder Ejecutivo, es parte de una ilusión, que va más allá de los organismos “autónomos”. Ni siquiera se puede decir que la supuesta independencia de los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sea una realidad. ¿Por qué?

Por muchas razones, unas de compromisos políticos, otras de control financiero, otras de presiones sindicales o de otros grupos con poder de perjudicar, compadrazgos, intercambios de favores o bien de posibles intereses comunes. Esto se da principalmente desde el Ejecutivo para controlar en lo posible resoluciones judiciales o legislativas.

La connivencia de poderes puede tener un fondo común para violentar la Ley, y es la identidad ideológica, lo que lleva a presentar argumentos descabellados para justificar y tomar decisiones y dictar sentencias inaceptables. Ideologías contrarias al bien común y al reconocido derecho natural son ese componente maligno. 

Pero hay un elemento muy importante para que quienes tienen autoridad decidan a favor de lo indebido, y se llama dinero. Se compran voluntades, y cuando lo que sobra es dinero, se puede pagar cualquier precio a un legislador, a un juez, a un magistrado o a un ministro.

Más penoso aún es el que ni siquiera se decida por dinero, sino por intercambio de otro tipo de favores, desde ayudar a alguien a escalar cargos públicos, por ejemplo, o beneficiar una imagen política. Y falta lo peor, las amenazas de daños o asesinato, tanto a quienes son amenazados, como a sus familias. Y estas pueden venir también de los poderes fácticos, de los del poderoso don dinero hasta de la delincuencia organizada (o desorganizada).

¿Por qué la sociedad se asombra e indigna ante aprobaciones de leyes claramente “a modo” de intereses del Ejecutivo, o del grupo en el poder en general o de sus beneficiarios en el sector privado? Por algunas de las razones mencionadas. Razonando un poco, lo inexplicable se vuelve entendible e inaceptable, indignante.

¿Por qué somos testigos de sentencias judiciales contrarias a las mismas leyes, a su espíritu, y a veces descaradamente anticonstitucionales? Por las mismas razones. Y estos casos alcanzan a la propia supuesta garante de la Constitución, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y ya no hay en la nación otra instancia, quedando sólo las instancias internacionales, con poder de imponer sus decisiones en forma muy limitada en la práctica.

Se supone que los organismos “ciudadanizados” tienen independencia, pero luego toman decisiones que contradicen su propia normatividad o el espíritu de la ley y tomando decisiones con un criterio ajeno a sus atribuciones, con interpretaciones a modo. Es que su supuesta autonomía se puede ver fácilmente vulnerada, o comprada. 

Los mismos procesos por los que se decide quiénes integrarán los órganos rectores de las instituciones “ciudadanas”, son manipulados descaradamente por los centros de poder político, y ya indican que sus decisiones y actuar en general no serán confiables. 

Tener por ejemplo un fiscal independiente del Ejecutivo, autónomo, da un cierto margen de certeza de que sus decisiones pueden ser legales y legítimas, pero la garantía de que así sea es muy relativa. Por eso se habla de un inaceptable “fiscal carnal”, es decir un individuo que tiene intereses políticos, económico o hasta delictivos con personajes de los Poderes, y que por eso no será imparcial. 

Ante la manifiesta falta de independencia, justicia y legitimidad de funcionarios supuestamente independientes, o “ciudadanos”, la sociedad tiene el derecho y el compromiso de manifestar públicamente su indignación, y exigir que las decisiones legislativas, judiciales o administrativas se apeguen a la Ley y al espíritu de la misma.

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