Al revocar el mandato al cargo de presidente de la República, no se trata de pedirle que renuncie, sino de destituirlo; echarlo fuera, en términos coloquiales.
Gracias a la aplanadora de mayoriteo legislativo de Morena, AMLO logró poner en la Constitución federal la revocación de mandato, que en este caso sería por votación popular en el año 2022. Pero ahora, para desviar la atención de la imperdonable incompetencia para enfrentar el problema de la pandemia, AMLO propone lo que había propuesto antes, que esta decisión popular se haga el día de las elecciones de año próximo, 2021.
Dijo que el pueblo manda, y que si quiere que se vaya, pues que lo diga, y renuncia. En su propuesta “mañanera” sobre adelantar la consulta al 2021, en su populachero lenguaje alejado del jurídico, dijo que el pueblo vote si quiere o no “que el presidente renuncie”, lo cual muestra no saber de lo que habla. ¿Por qué? Porque el concepto de Revocación del Mandato en el ámbito electoral es: “Procedimiento legal mediante el cual los legisladores o representantes elegidos pueden ser destituidos por sus electores” (Enciclopedia Jurídica Online).
Es decir que, al revocar el mandato al cargo de presidente de la República, no se trata de pedirle que renuncie, sino de destituirlo; echarlo fuera, en términos coloquiales.
Este cambio de fecha requeriría, por cierto, una reforma constitucional al artículo 35, fracción IX, en donde se norma la revocación de mandato.
Pero el malestar ciudadano, por la forma tan desastrosa en que ha conducido al país en el año y fracción en que AMLO ha tenido el cargo de presidente, es más que suficiente para que, a petición popular, tal como él lo ha hecho antes en sus consultas populares “patito”, se le pida que de inmediato presente, sí, su renuncia al cargo. No esperar a destituirlo en 2022, sino que, ahora, en abril o mayo de 2020 (hay tiempo), obedeciendo al pueblo bueno y sabio (aunque sólo lo pida una fracción de la ciudadanía con derecho a voto), presente su renuncia al cargo.
Sobre la destrucción de la economía nacional, y de muchas instituciones probadamente útiles al pueblo, y en particular del sistema nacional de salud, la pérdida de empleos, el mal uso de recursos públicos, la constante incitación al odio entre mexicanos, la puesta en marcha de proyectos faraónicos absurdos de Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, y de poner en vergüenza a México ante la comunidad internacional, sobre todo esto, está la absurda respuesta suya a la pandemia del coronavirus, en donde en pleno marzo, fue contra todas las recomendaciones internacionales, y hasta de su propio gobierno.
El pésimo manejo de la administración federal, la abrumadora cantidad de errores y caprichos y el mesianismo fallido, han demostrado, dicho con toda frialdad, que es una presidencia y un gabinete de incompetentes, caprichosos, facciosos, manipuladores del Poder Legislativo y con esfuerzos de manipular al Judicial. A todo eso se suma la inexistente lucha contra la corrupción de su gobierno, dedicado solamente a buscar presuntos corruptos de tiempos pasados, pero no del gobierno pejista-morenista, y la también inexistente transparencia en el uso del erario público federal. La honestidad tan cacareada no se ve por ninguna parte, sólo existe en el discurso.
Sumémosle la permanente costumbre de mentirle al pueblo, con mentiras que fácilmente han sido señaladas como tales, y de las que no reconoce digamos haberse “equivocado”. Y también la persecución directa e indirecta de aquellos que no le rinden homenaje, y amenazas directas contra líderes sociales, comunicadores y medios que le señalan sus errores. No es defensa de “ataques”, como él y sus corifeos les llaman, sino de señalamientos y acusaciones fundamentadas, algo muy diferente.
La reciente caída en aprobación de su gobierno en encuesta de Mitofsky y la subida de desaprobación, ya mayor que la aprobación, dice que es el momento de que se vaya, que renuncie y deje el cargo a alguien que quizás pueda enderezar algo de lo torcido.
Por todo esto, el presidente debería aceptar que se haga una consulta al pueblo ¡pero de ya! si quiere o no que renuncie al cargo de presidente de la República, y que le dé a esa consulta un valor semejante al que le ha dado a las que inconstitucionalmente ha hecho para tomar medidas en contra del interés nacional. No se trata del proceso de revocar el mandato para destituirlo, sino para que renuncie de inmediato al cargo, y que su sumiso Congreso de la Unión mayormente morenista, se la acepte también de inmediato, y México tenga otro presidente conforme lo manda la Constitución.
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