Eso de afirmar y repetir desde hace varios años que López Obrador “es un peligro para México”, ha causado más conflictos que reflexiones para que la ciudadanía no vuelva a votar por él. Ha sido más bien fuente de enojos de sus simpatizantes y de quienes son ajenos a los partidos, que lo ven como víctima de infamias. Ha servido también para que El Peje y su gente les regresen el mote a sus adversarios más que para quitarle simpatías.
Lo que pasaba es que ese señalamiento no parecía tener buenas razones, a pesar de que quienes lo acusaban de ser un peligro para México presentaban sus argumentos. Simplemente quedaban en la nada para efectos prácticos. Y mucho porque sus simpatizantes sistemáticamente se niegan a considerar cualquier acusación contra López Obrador, ni siquiera las discuten, las rechazan de plano y mientan madres. Víctima de infamias de “la mafia del poder”.
Pero hay dos tipos de novedades a la vista de todos.
Primero: la gravísima crisis en la hermana república de Venezuela ha cambiado las cosas y eso lleva a cambiar también las percepciones. Durante varios años Chávez fue llevando adelante un gobierno populista que aplastaba más y más la libertad y derechos humanos de los venezolanos, y los altos precios del petróleo le daba millones de dólares que él repartía entre otros países, Cuba en especial, a costillas de los venezolanos. Pero se enferma y antes de morir pide al país que elija como su sucesor a su fiel sirviente Nicolás Maduro, el chofer vuelto presidente como heredero del chavismo, y contando todavía con suficiente simpatía, rápidamente Maduro fue elegido en una elección muy controvertida.
El populismo más que clásico (conforme a los cánones políticos) de Chávez que lo llevó al poder y a mantenerse en él, logró que su movimiento chavista continuara tras su muerte. Pero algunas cosas cambiaban rápidamente para mal. El precio del petróleo se caía y el gobierno se quedaba sin esos dineros para regalar o pagar dádivas al pueblo. La situación de Venezuela se deterioró a pasos agigantados en todos sentidos, y el populismo dejó de funcionar. Había tocado fondo, tal como se había predicho por analistas políticos. Y las medidas dictatoriales suplieron a la mano generosa oficial. Ya no había dinero.
La república “bolivariana” se transformó, como era de esperarse y cuestión de tiempo, de un estado populista “benefactor” en una grave tiranía. Y allí está ahora Venezuela, con crecientes violaciones a la propia constitución de Hugo Chávez, por parte de su heredero y compinches. Todo esto es ya bien conocido, y ha provocado las denuncias y reclamos de muchas personas, organizaciones y gobiernos.
Pero, oh sorpresa, ante la flagrante evidencia y condenas contra la dictadura de Maduro, que ha provocado desde enojos hasta la ira de muchos mexicanos, solidarios con los hermanos venezolanos, Andrés Manuel en particular, y sus principales colaboradores en general, han guardado más que sospechoso silencio respecto a las violaciones a la constitución y derechos humanos, que no puede interpretarse más que como espaldarazo a la tiranía que aplasta a la población venezolana. Una tiranía producto del populismo en su máxima expresión.
La no condena a un tirano, cuando López Obrador se presenta como un gran defensor de los pobres, lo pinta pésimamente como simpatizante del tirano y no de su pueblo. Pero aún hay más: personajes muy cercanos a él, hablan maravillas de Nicolás Maduro y descaradamente niegan el sufrimiento del pueblo venezolano, incluyendo la secretaria general de su partido; Morena. También ante estas tomas de posiciones pro-dictadura, López Obrador calla, y es legítimo aplicar el principio de “el que calla, otorga”.
Lo segundo procede de las declaraciones del propio López Obrador y de la manera como maneja Morena a su personal antojo. Mientras por años había dicho que combatiría la corrupción de “la mafia del poder”, ya ha dado su absolución completa y pública a pillos que se le unen. Y también ha ofrecido públicamente que “no habrá cacería de brujas” y que no perseguirá a los corruptos: están perdonados, y eso en sus propias palabras.
Ha dicho también públicamente (no es que digan que él dijo…) verdaderas barbaridades y políticas absolutamente imposibles de cumplir, y por supuesto medidas populistas de regalar cosas al pueblo (con el erario). Quizá la peor barbaridad fue decir que desde al día siguiente de que sea electo presidente, pedirá al país el apego a la moral y las leyes y mágicamente se acabará la delincuencia. ¿Qué clase de mente reflejan estas declaraciones? No la de una persona en sus cabales, por supuesto. Y sí: él lo dijo públicamente.
La suma de sus dichos absurdos, sus controles partidarios contrarios a la democracia, el perdón de los corruptos que se le suman, sus silencios ante las violaciones tiránicas contra el pueblo venezolano y el abierto apoyo de sus súbditos más cercanos al dictador Maduro, ya dan muy buenas razones para pensar que, efectivamente, Andrés Manuel SÍ es un peligro para México. Y esas buenas razones las dan él mismo y su gente, no las inventa “la mafia del poder”.
Abundan ya las advertencias, tanto en México como de analistas y políticos extranjeros (en especial venezolanos), que la oferta de gobierno de López Obrador y su historia política, son más, pero mucho más que coincidentes con la historia chavista venezolana, y se pide al electorado que abra los ojos, la evidencia está a la vista de quien quiera verla. Sí se trata de un peligro para el país.
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