La ministra Yasmín Esquivel, en su desesperación ante la clarísima evidencia de que plagió una tesis para presentarla como suya, y pensando que la gente es idiota (que NO lo somos), salió con la ridiculez de que el abogado que presentó la tesis plagiada ¡se la plagió a ella! Que porque ella inició su trabajo de tesis en 1985. Veamos.
Ella dice que inició la elaboración de su tesis en 1985, pero que la terminó en 1987. Siendo así, es imposible que la tesis presentada por otra persona en 1986 haya copiado textualmente la redacción terminada un año después, ya completa, desde el título, el índice y el texto final.
No hay manera de evadir el plagio. La tesis suya de 1987 es idéntica a la de 1986. Y es imposible que el otro pasante haya podido adivinar todo eso desde un año antes, cuando Yasmín apenas la redactaba (según dice ella). El plagio es un delito, y aunque la ministra por el momento tenga fuero para no poder ser procesada penalmente, al ser destituida de la Corte por no ser abogada, podrá ser sujeta a proceso penal.
La UNAM está en entredicho, pues por la absoluta evidencia del plagio de una tesis ajena y previa, deberá desconocer el título que concedió a la por ahora ministra, y resistir las presiones de presidencia a favor de su candidata a presidir la Corte. Y la Secretaría de Educación deberá retirarle la cédula profesional, ante la ausencia de un título válido. Ambas instituciones están en la mira y no es posible que vendan su responsabilidad sin caer en muy grave violación de las leyes sobre el ejercicio de una profesión.
Cuando se publicó hace unos años que la tesis de licenciatura del entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto, tenía párrafos de texto ajenos sin citar el crédito correspondiente, las exigencias de que se le retirara el título fueron enormes. Entonces la Universidad Panamericana se lavó las manos, sin duda por miedo a represalias presidenciales, aduciendo que se trataba no de un alumno sino de un exalumno. Y esta mala experiencia no debe repetirse. Peña Nieto dijo en una reunión que nadie podía probar que había plagiado su tesis. Y era cierto, no era plagiada como tal, pero sí contenía diversos plagios (p’al caso…) equivalentes al 30% del texto. En cambio, la tesis completa que presentó como suya Yasmín Esquivel es un plagio completo. No hay vuelta ni excusa.
El presidente podrá despotricar lo que quiera, pero la decisión de invalidar el título de la ministra Esquivel es asunto de una institución autónoma como es la UNAM. Y la Corte es parte de un poder federal ajeno al Ejecutivo, por lo que podrá presionar a los ministros, pero no obligarlos a tomar una decisión en contra de la Ley en forma que sería descarada y vergonzante. Como la UNAM, la SCJN está contra la pared a la vista de la nación y hasta del mundo (las noticias vuelan).
Por cierto, han salido a la luz otras anormalidades, como el haber recibido Esquivel un doctorado sin un título previo de maestría, y que éste le haya sido otorgado años después por otra institución académica. La Universidad que la doctoró tiene algo que explicar.
Las recomendaciones a favor de la ministra Esquivel, algunas obtenidas bajo presión, no cambian la realidad del plagio de su tesis de licenciatura. La defensa o apoyo de su asesora de tesis no valen nada tampoco, y ésta misma está en entredicho como cómplice de la plagiaria. México, como país, está esperando que se haga justicia, no que se cubra un acto de corrupción, le guste o no a López Obrador. Si Esquivel es destituida de la Corte, como corresponde por no tener derecho a ser ministra, ésta probablemente terminará en prisión, por el delito de plagio o robo de derechos de autor. La suerte está echada.
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