Por más que no quiera, Marko Cortes debe asumir la responsabilidad de haber sido parte del equipo cercano de Ricardo Anaya y copartícipe del deterioro institucional del PAN.
Peleando desesperadamente por limpiar una imagen personal que está borrosa, Marko Cortés habla de ser “panista de toda la vida”, y es cierto, lo es, pero… Sí, hay un “pero”, que es el pasado reciente.
Para usar la vieja frase: no se puede tapar el sol con un dedo, el proceso de uso del poder dentro de la cúpula panista en los últimos meses, los de la lucha por la candidatura presidencial y las campañas mismas. Marko estuvo allí, fue parte del grupo de Ricardo Anaya, y su intención de deslindarse de sucesos bien conocidos por todos no le va a funcionar. No es deseo que así le pase, es predicción razonable.
El desastre panista, producto de las decisiones no solamente de una persona, Ricardo Anaya, sino de un grupo de compañeros (para no decir cómplices), llevó a Acción Nacional no solamente a un incalculable desastre electoral, sino a otro desastre interno.
Internamente, el panismo vio nulificada la democracia interna, vio cómo sin ya no digamos preguntar a la militancia o a las dirigencias locales, sino sin realmente sopesar las consecuencias, el PAN se alió con quienes no debió. Esto no hay que demostrarlo, ya los hechos se encargaron de hacerlo.
Los panistas doctrinarios, los verdaderos con espíritu de humanismo político, vieron cómo se echó a la basura la doctrina del partido en las campañas, y están furiosos y decepcionados. Lo peor es que se piense que el partido está perdido de lo que fue su origen y lucha ciudadana por decenios. ¿Dónde estaba Marko? Allí mismo. ¿Protestó por eso? Nunca. Pero ahora ofrece recuperar los principios.
Sobre todo esto, el desastre interno incluyó serias divisiones, con varios motivos, no solamente las de liderazgos y sus seguidores. Las amenazas a quienes disintieron, hechas para asustar a los disidentes, provocaron una reacción de ira
En todo esto que ha pasado digamos entre el principio del año pasado a la fecha, Marko Cortés fue un hombre clave, y eso no lo puede deshacer o borrar con declaraciones de independencia del grupo anayista. No es creíble, “su pasado (reciente) lo condena”.
Tampoco son creíbles, a pesar de sus esfuerzos desesperados para convencer, que todo lo malo que se hizo en esos meses, ahora él lo va a cambiar, lo va a revertir. Ofrecer unidad, cuando fue abiertamente parte del origen de la desunión, tampoco es creíble.
Puede Marko hablar de una indemostrable independencia del anayismo, pero la evidencia de que el piso (electoral en marcha) NO es parejo, de que “los dados están cargados” a su favor, es imposible de esconder. Marko es protegido del poder cupular panista, de ese de Ricardo Anaya. Está a la vista de quien quiera verlo.
Pero hay algo peor en contra de su imagen: que se le vea ahora como un títere, un pelele (qué grave) de un oportunista muy astuto colado en el PAN desde el PRI: Rafael Moreno Valle. Estos chismes no están en la calle tan claramente, pero sí en los círculos del poder interno del partido y en las reflexiones y comentarios de los analistas políticos en los medios más influyentes de comunicación.
Y estas reflexiones que aquí comparto, no tienen partidarismo entre los candidatos, son simples visiones de una realidad que vive en PAN frente a la ciudadanía y aún frente al mundo que nos observa.
Bien puede Marko ganar la elección presidencial panista, pues tiene, efectiva y claramente, un piso disparejo y dados cargados todo a su favor. Eso, además de que es un político experimentado y con respaldo de otros panistas poderosos, y sin duda convencerá a militantes que le den su voto, esto no se puede ni debe negar.
Marko Cortés lucha una batalla contra su propia historia de los meses recientes del anayismo, no se puede librar de ella, que lo condena. Eso a pesar de ser, como lo es, “un panista de toda la vida”. Como escribí: su pasado (reciente) lo condena; gane o pierda, esa es la imagen actual de Marko.
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