Los seres humanos somos gregarios, nos gusta estar reunidos, conversar, reír juntos, hacer actividades en común, ver cine, la tele o viajar y disfrutar del panorama.
La época navideña y de año nuevo, así como en su caso el día de las Madres o el de Muertos, nos traen a la mente y al corazón a nuestros seres queridos, vivos o difuntos, parientes o amigos, y el deseo de estar cerca de ellos y de hablarles, si viven aún, es más fuerte como regla general. ¿Qué hacer al respecto?
También en general, las épocas de afecto como la Navidad y el Año Nuevo lo son de buenas intenciones -incluyendo unas para nosotros mismos-, con listas mentales o escritas de buenas intenciones para el año que empieza (este nuevo año voy a… y a…, etc.). Y eso está bien, solamente hay que hacer las intenciones realidad. Una de ellas es buscar a quienes son objeto de cariño y estima, hagámoslo.
Conforme crecen las ocupaciones o la ciudad en donde vivimos, el tiempo se nos hace corto, requerimos de más minutos y de más horas para hacer las cosas, principalmente trasladarnos de un sitio a otro. Hay también más distractores, más cosas fáciles que hacer, como escuchar radio, ver televisión o películas, con la enorme facilidad de medios como Netflix. Y pasarse horas en redes sociales es tan divertido… Esto hace que al acordarnos de las personas que no hemos frecuentado pensemos que debemos hablarles, saber de ellas por su propia boca.
La verdad es que el progreso de las comunicaciones lo hace todo más fácil, y el gran medio es el teléfono móvil o celular. Antes, enviar una felicitación navideña con los buenos deseos para el nuevo año era cuestión complicada, y se enviaban como tarjetas postales de Navidad. Ahora es muy fácil, para eso está el correo electrónico vía Internet y las redes sociales.
Pero lo más divertido son las videoconferencias que, de ser hechas por medios costosos, ahora pueden serlo prácticamente gratis, teniendo el equipo adecuado y cuenta de Internet, así como un celular “inteligente”. Podemos escuchar y ser escuchados, ver y ser vistos, vale la pena.
Pero sin recurrir a la magia del Internet o el celular, acercarnos a quienes queremos puede ser tan fácil como cambiar de habitación, dar vuelta a la esquina, tomar un teléfono o concertar una reunión, tomar cafecito o lo que sea y platicar tan largo y tendido como se pueda.
Esta época, en que la vida se nos complica en el uso del tiempo, hace al mismo tiempo que las personas se vayan convirtiendo cada vez más en “solitarios entre la multitud”. Nos encontramos en medio de muchas personas, en la calle, en los transportes, en las tiendas, pero cada vez nos comunicamos menos, estamos más cerca físicamente pero más lejos anímicamente. Mal, muy mal. Enviar mensajes por redes sociales no es conversar.
En las grandes ciudades, sobre todo, los casos de depresión de personas que en medio de multitudes no conviven con nadie o casi nadie o casi en nada, es algo que debería ser alarmante, pues lleva incluso al suicidio del solitario, de la persona abandonada por “los suyos”. ¿Cómo es posible? Cada vez más, el encuentro casual lleva menos intercambios de “buenos días, buenas tardes” y hasta de miradas; se esquiva ver a un desconocido a los ojos; es más fácil, así no tengo que hacer ninguna señal de saludo, … “para qué”. Llegamos a enterarnos que personas conocidas que no hemos visto son de pronto noticia de haber enfermado o muerto y es ya demasiado tarde para hablar con ellas.
Si de propósitos de año nuevo se trata, incluyamos la comunicación con los demás, desde los “buenos días” hasta las conversaciones pendientes o las confidencias. Los seres humanos somos gregarios, nos gusta estar reunidos, conversar, reír juntos, hacer actividades en común, ver cine, la tele o viajar y disfrutar del panorama. Hay que hacerlo, no dejarlo para un después que tarda en llegar o no llega. Cuántas veces nos reencontramos con amigos alejados, y al iniciar una conversación parece que simplemente no hay tema o nada ya en común. Tan insólito como frecuente, insólito porque no queremos reconocerlo, pero frecuente si no vemos a los parientes y amigos.
Año nuevo, comunicación nueva, próxima, frecuente, por los medios que sea; si no lo es personalmente, que lo sea por los caminos que nos da la tecnología, desde la del siglo XIX hasta la del siglo XXI. La convivencia es vida en sí misma: vivamos más, convivamos más.
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