El Padre Pío, es una máxima expresión de la Iglesia Católica y su película documental nos enseña y recuerda el cómo fue que comenzamos a conocer y amar a Dios.
La película documental sobre el Padre Pío nos abre la puerta a entrar a la vida de un increíble santo varón. En una riquísima vida de santidad del Padre Pío de Pietrelcina, este documental de 80 minutos, apenas alcanza a darnos una pequeña visión de su vida. Una pequeña visión profundamente valiosa, para que volvamos nuestros ojos a aprender lo que es el amor de Dios en este monje santo.
Creo que, de alguna manera, la mayoría de los católicos han escuchado o leído algo sobre el Padre Pío. Ese santo varón que en vida del siglo veinte, no en la lejana Edad Media, hacía innumerables milagros, de los cuales abundan quienes fueron testigos y dieron testimonio de lo que vieron.
Que el Padre Pío tenía los estigmas, el don de bilocación, que conocía el corazón de la gente, que confesaba por largas horas, que personas viajaban de lugares lejanos solamente para verlo, para estar en sus misas, que dentro de sus escritos nos dejó hermosas reflexiones… Las imágenes de su rostro, en general con una tierna sonrisa, o muy seriamente dándonos la idea de estar en profunda reflexión.
Sí, de eso habíamos oído hablar, y la película documental sobre su vida y su muerte nos invita a conocerlo más, a conocer sobre este santo, y creo que en eso radica, más que nada, su valor. Es una invitación a entrar en la historia de su vida, y enriquecer así nuestra idea de lo que es la santidad en tiempos cercanos al nuestro.
En general, el saber popular (tan limitado, casi a su sola fama de santidad), sobre el Padre Pío, no abarca algo terrible que muestra el documental Misterio del Padre Pío, que es todo lo que sufrió de parte de quienes lo atacaron, lo difamaron, algunos de los cuales se arrepintieron e hicieron público su pecado violando contra este santo el octavo mandamiento. Todo los soportó con profunda unión con Dios el Padre Pío, algo que quizá era peor que los ataques directos del demonio para hacerlo caer. La fortaleza de Dios nunca lo abandonó.
San Pío de Pietrelcina era, claro, un monje, encerrado entre los muros de su convento, y podríamos pensar que así su vida de santidad difícilmente podría servirnos de ejemplo para nuestra vida en el mundo. Que ser monje no es lo mismo que ser obrero, maestro, profesionista, político, padre de familia, o lo que sea, pero… Pero sí es un gran ejemplo, un gran ejemplo de cómo estar cerca del Señor. Lo hizo con su vida de oración y caridad, y estas dos cosas no tienen lugar especial en el mundo, son para todos.
La santidad es estar en el corazón de Jesús. La santidad es vivir para cumplir los dos grandes mandamientos, el amar a Dios, estando muy cerca de Él por medio de la oración, y el amar al prójimo con la caridad vívida. El Padre Pío es ejemplo para todo cristiano por su inmenso amor a nuestra Madre María. Todo esto no tiene barrera de muros conventuales. Vivir nuestra propia vida con esa dedicación al Señor y al prójimo es el camino a la santidad.
Sin embargo, podría alguien decirnos, “pero claro, cuando uno tiene todos esos dones divinos que Dios dio al Padre Pío, es muy fácil ser santo, mientras los comunes mortales no hacemos ni milagros ni bilocaciones ni conocemos el corazón de otros, ni…” larga lista. Pero nosotros, los “comunes mortales” tenemos todos ciertos dones, que nos obligan a ponerlos al servicio del Señor, a través del servicio a nuestros hermanos, a nuestro prójimo. Y cada quien, en la medida de lo que recibió, debe vivir en la oración y en la caridad, y de ello se nos pedirán cuentas.
El padre Pío recibió enormes dones, y siempre, intensamente, los puso al servicio de las personas. Fue un gran confesor, se decía que llegaba a pasar hasta 18 horas en el confesionario. La gente podía esperar días para confesarse con él. ¿Por qué eso, acaso decir nuestros pecados no es lo mismo con otro sacerdote? No, la diferencia está, en los grandes confesores, en el consejo y la comprensión de nuestra conducta frente a lo que el Señor nos pide.
Así como el Padre Pío era un preferido del Señor, dándoles grandes dones (a los que correspondía el santo viviendo grandes virtudes), el Padre Pío tenía sus hijos espirituales, a los que, con la gracia de Dios, ayudaba y ayuda. Dijo que, a pesar de su enorme fama en vida, haría más ruido después de muerto. Y así es, son incontables los favores divinos obtenidos por la intercesión del Padre Pío que se conocen públicamente. Favores muchos de ellos milagrosos, aún a personas que solamente después, supieron quién era el monje que les ayudó a sanar milagrosamente en sus enfermedades.
Entre sus muchas enseñanzas, menciono dos: su devoción al ángel de la guarda personal, en quien confiaba e invitaba a confiar, y éste: “El rosario es la cadena de amor que liga tu corazón con el corazón de la Madre”. Respecto a éste, en una ocasión en que el superior le cuestionó sobre cuántos había rezado ese día, con humildad respondió que… Oremos pues, y vivamos la caridad con nuestro prójimo, como el Padre Pío lo ha hecho”.
“Misterio del Padre Pío”, hay que verlo y recomendarlo ¡vaya que vale la pena!
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