Las detenciones de capos delincuentes casi no existen, y el decomiso de droga y de precursores químicos ha caído estrepitosamente.
López Obrador ha dicho y repetido que Felipe Calderón estaba aliado con el narco porque García Luna, que fue su secretario de Seguridad Pública, está preso en Estados Unidos, como presunto responsable de narcotráfico y delitos relacionados, pendiente de juicio, pero sin ninguna relación sospechosa del propio Calderón con el narco. Felipe Calderón combatió a las bandas de sicarios del narco y en su gobierno se detuvo a importantes capos de la delincuencia organizada, y se decomisaron grandes cantidades de droga y de precursores químicos para elaborar drogas sintéticas.
Pero López Obrador tiene una abrumadora suma de hechos y decisiones abiertamente declaradas y aceptadas por él, a favor de la delincuencia organizada: convivencia en Badiraguato y el Triángulo Dorado con la familia de El Chapo, filmado comiendo con ellos, saludando a la mamá, caminando y platicando con el abogado de El Chapo. Dijo que al delincuente ¡por respeto! no podía llamarlo El Chapo, sino el señor Guzmán. Liberó, violando la ley, a su hijo Ovidio Guzmán; se niega a combatir a los cárteles, los ha dejado que se apoderen de grandes zonas del país. La esposa de El Chapo, encarcelada en Estados Unidos, declaró formalmente que su marido había financiado las tres campañas presidenciales de López Obrador.
Los sicarios del narco han asesinado a más personas que nunca y el Peje no hace absolutamente nada. Impide a las fuerzas federales que los combatan, y hasta que se defiendan; declaró que cuida a los delincuentes porque son personas con derechos humanos (pero deja desprotegidos a los de los militares). Las detenciones de capos delincuentes casi no existen, y el decomiso de droga y de precursores químicos ha caído estrepitosamente. Hace unos días habló del fentanilo que se usa en México para drogarse, que no se produce en el país y se preguntó ¿de qué van a vivir quienes siembran amapola y mariguana? López Obrador, en vez de colaborar con la DEA para localizar y combatir el narcotráfico hacia Estados Unidos, ha entorpecido su trabajo y ha sacado a personal y equipo de la DEA del país, que ayudaba a México eficientemente, para beneficio de la legalidad en ambas naciones.
Y aún hay más, como los ataques de las bandas del narco en las campañas electorales de 2021, en las que amenazaron, atacaron, secuestraron y asesinaron a candidatos y a sus colaboradores cuando no se les sometían, y a poblaciones enteras para que votaran por los candidatos morenistas con los que estaban coludidos. Y el gobierno de López Obrador no hizo nada para impedirlo, y él declaró que eso era “normal” en periodos electorales, nada de qué asustarse. También felicitó a la delincuencia organizada, en una mañanera, por haberse “portado bien” el día de las elecciones. Ah ¿sí?
Y así ¿quién puede ser el presunto delincuente aliado a la delincuencia organizada, Felipe Calderón o López Obrador, con tan abrumadora suma de acciones conocidas públicamente a favor de la delincuencia organizada del narcotráfico del segundo y nada del primero, sino acusaciones sin prueba alguna?
López Obrador ha retado a senadores de Estados Unidos, quienes lo acusan de proteger al narcotráfico, que presenten pruebas de su asociación con la delincuencia organizada del narcotráfico. Un error de su parte, pues es muy probable que el gobierno de Estados Unidos, la DEA, el FBI u otras dependencias de su gobierno, sí tengan esas pruebas y se las planten en su cara. ¿Y qué les va a decir, ante el mundo entero, que él tiene “otros datos”, esos que nunca presenta, y que “no me vengan con que la ley es la ley”?
Todo esto es público, nada de fuentes secretas, o de investigaciones especiales, nada que no se haya publicado en la prensa nacional y extranjera, y mucho declarado directamente por el presidente López Obrador; él aporta las pruebas en su contra, como el aceptar que ordenó, cometiendo un delito tipificado al hacerlo, que liberaran a Ovidio Guzmán. Simple recopilación personal, una narrativa periodística.
De nuevo, así, hay un presunto inocente de asociación delictuosa con el narcotráfico, el expresidente, y un presunto culpable, el actual presidente de México. Todo con datos oficiales gubernamentales y declaraciones del presidente, no con chismes y acusaciones sin siquiera intentos de prueba contra el primero.
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