México continuará viviendo robos, asaltos, secuestros, chantajes, homicidios y, por supuesto, actos terroristas.
La posibilidad de que el gobierno de los Estados Unidos declare a los grupos armados de la delincuencia organizada en México como terroristas, ha despertado inquietudes y diversidad de opiniones. Pero en lo general hay desconcierto entre la población, también en los medios políticos y, curiosamente a mi manera de ver, en los medios de comunicación. Al parecer ni el gobierno ni los medios estaban preparados para considerar este caso: narcotráfico = terrorismo. Veamos.
Independientemente de las acciones que pudiera intentar el gobierno estadounidense, es importante para los mexicanos tener una idea clara sobre el tema, poder responder las interrogantes de si de verdad se trata de terrorismo y qué se debe hacer por las autoridades nacionales.
Quienes afirman que las actividades del narcotráfico no son terrorismo, lo dicen porque definen a las organizaciones terroristas como aquellas que, por medio del terror entre la sociedad, buscan el poder político. Pero esta definición es solamente parcial. El terrorismo admite varias clasificaciones.
– Hay terrorismo de Estado o de gobierno
– Terrorismo de disidentes, de grupos terroristas que se rebelan contra el gobierno
– Terrorismo de derecha o izquierda, de grupos enraizados en su ideología política
– Terrorismo religioso, de grupos extremistas motivados religiosamente
– Terrorismo criminal, de actos terroristas usados para beneficio de criminales.
Visto así, en México hay acciones de la delincuencia organizada que corresponden con las que se identifican con el término terrorismo. Hay amenazas, sabotajes, destrucción de bienes, robos con lujo de violencia, secuestros, homicidios, ataques a policías y militares. Hay actos terroristas para doblegar a la población, a las autoridades, a las fuerzas del orden público y hasta a sus competidores.
Si alguien no paga el llamado derecho de piso, puede sufrir ataques que sirvan tanto de venganza como de ejemplo para otros que se pudieran negar a pagar. Cuando aparecen cuerpos descuartizados en vías públicas, es para aterrorizar a los miembros de otros grupos delincuenciales. Cuando matan policías, es para aterrorizar a quienes lo son profesionalmente.
Cuando atacan a convoyes o cuarteles militares, es también para crear temor entre soldados o marinos. Cuando secuestran, torturan, hieren a autoridades civiles, es para obligarlos por terror a doblegarse ante los grupos criminales. Cuando asesinan periodistas que publican sobre actividades delincuenciales, es tanto para callarlos como para crear terror en los medios de comunicación, todo, pero todo esto es claramente terrorismo.
Un día, cuando se detuvo y liberó a Ovidio Guzmán, la ciudad de Culiacán vivió horas de auténtico terror. Cuando se amenazó con matar a familiares de militares, se ejerció auténtico terrorismo, y eso que el cártel que dice no meterse contra la población civil. Y junto con los culiacanenses, el resto de los mexicanos que estaban al tanto, convivió con ese terrorismo.
En México hay zonas del país controladas en realidad por grupos criminales, que someten a quienes nominalmente son alcaldes o hasta gobernadores, a jefes de policía, a miembros del poder judicial, en fin, que tienen efectivamente objetivos de control político. Que ese control político les sirva para delinquir libremente, es otra cosa. Cuando Felipe Calderón inició la llamada guerra contra el narco, fue porque se habían apoderado de zonas importantes del territorio nacional.
Entonces, ¿hay terrorismo de parte de organizaciones criminales en México. Sí, sin duda alguna lo hay. Pero etiquetar a los diversos cárteles o grupos criminales como terroristas es erróneo. Hay de casos a casos. No falta algún cártel, como el de Sinaloa, que diga que ellos no agreden, explotan o atacan a la población, que solamente se enfrentan a quienes se interponen al libre actuar de su narcotráfico. Digamos que insisten en que no comente terrorismo. Pero cuando grupos criminales particulares aterrorizan a la población y sus autoridades que no se les someten, por medios clásicamente identificados como terroristas, lo son: terroristas. Pero la mayoría de las decenas de organizaciones delincuenciales en el país, no pueden ser definidos como terroristas, si esta no es su forma generalizada de actuar.
En esta forma, pensar en una política general de combate al narcotráfico tratándolo como organización terrorista, es un error. Muchas organizaciones criminales que viven de aterrorizar a la población no son precisamente narcotraficantes, sino grupos dedicados a otro tipo de actividades delictivas.
El gobierno mexicano debe crear y seguir una estrategia de lucha contra el narcotráfico, a otras organizaciones criminales, y tratar como terroristas a los grupos que realmente lo son, y enfrentarlos con la dureza necesaria. Una buena o al menos razonable política para enfrentar a la delincuencia, terrorista o no, es indispensable ante cualquier amenaza sutil o abierta de los Estados Unidos de intervenir por medio de la fuerza en territorio nacional.
Se intenta comparar a México con Colombia, en donde el terrorismo era ejercido por organizaciones paramilitares criminales, como las FARC o el ELN. Las organizaciones que enfrentaba y enfrenta aún el gobierno colombiano, son de narcotraficantes organizados como ejércitos privados que buscan el poder político, para ejercer libremente sus actividades criminales. No es el caso de México, aquí hay organizaciones de sicarios, pero son gatilleros que protegen, defienden a sus jefes y combaten a sus competidores, no paramilitares o algo que se le parezca.
Lo alarmante, es que este gobierno morenista no tiene una estrategia de combate a la delincuencia organizada. Ni tampoco a la delincuencia menor. No es una mala estrategia, como esa ridiculez de abrazos no balazos, es ninguna estrategia. Así que, ante esta debilidad irresponsable del gobierno federal, que ata las manos a policías, militares o marinos, México continuará viviendo robos, asaltos, secuestros, chantajes, homicidios y, por supuesto, actos terroristas. Estos que provocan las amenazas de estados Unidos por sus políticas antiterroristas extraterritoriales.
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