¿Es corrupto o no Andrés Manuel López Obrador? Sus seguidores no sólo lo niegan, sino que la sola pregunta les resulta ofensiva. Pero antes de responder hay que aclarar el término de “corrupción”. Identificar solamente corrupción con el robo de bienes materiales y dinero es un error. La corrupción incluye también el mal uso, para beneficio personal o de grupo, de personal, bienes materiales, dinero y posiciones de poder.
La connivencia o encubrimiento de ladrones es también un acto de corrupción, de allí la famosa frase de que “tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata”. Permitir que alguien robe es complicidad en la corrupción.
Quienes dicen que López Obrador no es corrupto porque no se le ha comprobado robo alguno de dineros, se equivocan por simplismo. Esa no es la prueba de inocencia.
López Obrador ha utilizado personal, bienes materiales y dinero (aportado desde el erario público) para su muy personal beneficio. Y esto es estrictamente corrupción. No es que necesariamente se haya llevado a casa todo ello, sino que lo ha desviado, de su legítimo propósito, para sus fines personales.
Siendo miembro del PRD, utilizó personal y militancia del mismo, así como dinero (del erario), para integrar un movimiento político al interior del PRD, al que llamó Movimiento de Regeneración Nacional, o Morena; pero su finalidad, deducida desde el principio por los observadores políticos y la propia dirigencia del partido, era separarlo del PRD como un nuevo partido político. Y así lo hizo. Este mal uso de recursos perredistas para sus muy personales propósitos, contrarios al interés del PRD, es absoluta y abiertamente corrupción.
Durante años, en campañas políticas de candidatos no sólo perredistas sino hasta de otro partido, como el Partido del Trabajo (PT), López Obrador aprovechó el viaje para promocionarse él, haciendo que su imagen apareciera junto con la de los candidatos, así como su presencia en eventos públicos, bajo el supuesto de brindarles apoyo, para publicitarse. Inclusive utilizó recursos federales entregados al PT, para promocionarse pidiendo a los ciudadanos que votaran a favor del PT, es decir, en contra del partido del cual era aún militante, el PRD. ¿Corrupción de López Obrador? Definitivamente.
Los recursos públicos de campañas políticas tienen como finalidad la promoción de los candidatos, no de terceras personas. Así que el uso ilegítimo de esos fondos públicos es un claro ejemplo de corrupción, lo que López Obrador ha explotado a su favor desde hace muchos años.
Ahora que López Obrador ya tiene su propio partido, Morena, creado a expensas de los recursos del PRD, se auto-designó como candidato de Morena para el 2018, es decir, poniendo a su personal servicio, no de su partido y militancia, todos los recursos humanos, materiales y financieros (del erario público federal). Esta verdadera desviación del objeto del partido para promoverse a la presidencia del año próximo, es auténticamente corrupción. Millones de pesos utilizados para promoverse desde ahora para el 2018, y lo dice abiertamente, sin tapujos.
El colmo del abuso de los recursos públicos de propaganda de campaña, es el caso de Delfina Gómez en el Estado de México, donde López Obrador no solamente se promueve con su imagen y mensaje de viva voz, sino que llegó a suplantarla completamente, en el spot en donde aparece él solito, sin la candidata, ¡el colmo! Este abuso es el uso de los dineros del Estado para su personal promoción con miras al 2018 es un acto de corrupción.
Pero aún hay más. López Obrador y su compañero Martí Batres tomaron ilegalmente dinero del erario público entregado por el Instituto Nacional Electoral (INE) a Morena, para asignarse sendos sueldos de cincuenta mil pesos mensuales, de lo cual informaron al propio INE, que reclamó el mal uso, pues esos sueldos están expresamente prohibidos en la partida de gasto de donde fueron tomados. Corrupción innegable, de hechos declarados formalmente por Morena al INE.
Beneficiar a un amigo y colaborador absurdamente con un alto sueldo proveniente de recursos públicos, es también un acto de corrupción, como lo fue el injustificado sueldo que López Obrador asignó a su chofer Nicolás Mollinedo, de casi sesenta y tres mil pesos. Los intentos de justificar ese sueldo cuando se conoció públicamente fueron totalmente bobos.
Otra cosa: a los casos comprobados de corrupción, se suman las sospechas vista la forma de vida de López Obrador, cuyas propiedades (esas que puso a nombre de sus hijos recientemente, para su 3de3), sus vehículos y tren de gasto, no corresponden a su varias veces declarada versión de que gana cincuenta mil pesos mensuales. Esto sí no es prueba, pero es una presunción muy razonable de que hay mal manejo de dineros a su favor.
Respecto a su oferta de lucha contra la corrupción si él gobierna, se opone la experiencia previa de cuando fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, en donde no hay ninguna evidencia de que haya combatido la corrupción. Ninguna, tanto es así que nunca ha intentado demostrar que luchó contra la corrupción. Sobre ello se suman los hechos de colaboradores cercanos suyos procesados por actos de corrupción detectados por otras autoridades, no por él.
A ello se suma que sobre su repetida mención de las ventajas de luchar contra la corrupción, López Obrador ya ofreció impunidad absoluta a los actuales corruptos si llega la presidencia, como ya lo ha hecho con personajes corruptos que se integran a Morena: abierta y públicamente los exonera. Solapar la corrupción es en sí un acto de corrupción, por connivencia.
Así que ¿es o no corrupto Andrés Manuel López Obrador? Definitivamente lo es, aunque no se haya probado que se llevó dinero público a su casa. Pero un fanatismo ciego de sus fans no lo acepta, sin aportar argumentos en contra.
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