Llamando al odio y a la violencia. ¡Basta!

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, más que un influyente de paz; es un causante de odio y violencia


AMLO, motivador de odio y violencia


Algo muy grave está pasando en México, y el causante se llama Andrés Manuel. Y no es algo nuevo, viene de tiempo atrás, y al parecer, no da muestras de disminuir, mucho menos de terminarse. Es la constante incitación al odio entre los mexicanos, dicho en palabras y en actitudes, pero sobre todo en el uso del lenguaje.

Desde que era jefe de gobierno en la Ciudad de México, utilizó lenguaje despectivo contra quienes no le aplaudían su conducta, personal y de gobierno.

Así, se refirió a los ciudadanos de clase media que marcharon solicitando seguridad ciudadana: los “pirruris”. Cuando se supo que el hijo de Martí había sido asesinado dijo “un pirruris menos”. No solamente una majadería, sino una grave falta de sentido humano.

Durante su campaña de largos meses, informal y luego formal, a la presidencia de 2018, no se cansó de crear enemigos del pueblo, insultando y falseando a quienes no comulgaban con su discurso. Ganó votos señalando culpables de todo a quienes no lo apoyaban, enervando al pueblo en su contra.

Inventó el concepto de “la mafia del poder”, para encasillar a empresarios, políticos y quienes fuera, para que la ciudadanía tuviera a quienes odiar y querer librarse de ellos, apoyando a un Mesías que venía a salvarlos. Todos estaban mal, entre los políticos, los del PRI, del PAN y del PRD (de donde sacó a su nuevo partido, Morena).

Ya como presidente, en su discurso y en sus actitudes, sigue fomentando el odio entre los mexicanos. Su más reciente campaña ha sido desprestigiar al Poder Judicial, sobre el que no tiene dominio. Y no es solamente con sus declaraciones en contra de los ministros, tomando como base las remuneraciones que reciben, sino dejando pasar las agresiones primero verbales y luego de hecho en contra de las autoridades del Poder Judicial federal, que hacen sus “amlofans”.

En la vida diaria, y en especial en la política, el que calla otorga, y el silencio del flamante presidente respecto a los ataques en contra de los ministros de la SCJN, es en sí un apoyo. Una vez que pequeños grupos de agresores se plantan frente a la Corte, para agredir a los ministros, ya se llegó al extremo, algo inaceptable. Al menos, López Obrador debería intentar dar una imagen de conciliación, pidiendo que se respete al Poder Judicial. Pero conscientemente, no lo hace. Su silencio es su aprobación.

López Obrador quiere doblegar a la Corte, y para ello se está basando en la provocación de odio, en forma absolutamente evidente. Y lo peor es que no podemos esperar que por su convencimiento de actuar en contra del interés nacional, cambie de actitud. Y puedo suponer que cercanos a él, que los habrá sensatos, le hagan la debida observación respecto a no crear más división entre los mexicanos.

Por ello es importante que tanto los políticos que no se le subordinan, y los voceros sociales, académicos y líderes de opinión, le hagan constantes llamados a la cordura, a mirar no por sus personales fobias, sino por el interés nacional.

La única manera de que López Obrador “le baje tres rayitas” es exponiéndolo en sus fobias y odios ante la opinión pública, nacional y extranjera (que le interesan, por su enorme ego), haciendo mención cada vez que suceda, en que debe llamar a la unidad y cordura entre los mexicanos. Y si habla, por ejemplo, del respeto entre los Poderes, como lo ha mencionado ya, pues que lo demuestre, y lo haga demostrar por su gabinete y círculo político morenista.

Para ganar en imagen presidencial, la experiencia política indica que públicamente debe López Obrador dejar de atacar a la Corte y a los “fifís”, entre otros. Internamente, en su círculo político, bien puede ordenar que se cambien las actitudes, lenguaje y ataques, pues esto que ahora sucede está destruyendo la imagen de Morena ante la población que reflexiona, y ante los críticos en los medios de comunicación.

Hay que publicarlo y declararlo: López Obrador debe abiertamente condenar las agresiones a los integrantes del Poder Judicial federal, sin por ello dejar de manifestar, con la debida (y ahora faltante) cortesía política, sus inconformidades. Pero no hay que dejar pasar este tema, de que debe terminar con el lenguaje provocador de odio, y la descarada tolerancia hacia quienes actúan con tirria y desprecio contra otros mexicanos, que no son de su interés político.

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