Hay muchas razones para desconfiar de encuestas publicadas y para entender el por qué a veces hay resultados tan contradictorios.
La publicación cada vez mayor o frecuente de encuestas sobre preferencias electorales para el seis de junio lo que han logrado es confundir a los ciudadanos, o bien traerlos entre triunfalismos o desánimos anticipados. ¿Por qué hay tantas diferencias y contradicciones entre ellas? Veamos algunas reflexiones.
Es muy fácil verlo, los resultados de las encuestas no sólo son diversos sino en mucho contradictorios, y es que pueden tener muchas fallas de origen. Por supuesto que algunos resultados de las encuestas difieren de las expectativas o apreciaciones de personas informadas más o menos del tema. Y sí, la primera posibilidad es que estén falseados los resultados publicados, como dicen en la política, encuestas “cuchareadas”. Esto cuando lo publicado difiere radicalmente de otros resultados o percepciones, o cuando favorecen “inexplicablemente” a candidatos “impresentables” o a sus partidos.
Una manera simple de cucharear las encuestas es tomar resultados parciales de entre las entrevistas hechas y publicarlos como finales, ignorando las respuestas que son incómodas para quien paga la encuesta. Esto en la práctica es muy fácil de hacer: se realizan digamos 1,400 entrevistas, se desechan algunas y se publica el resultado de 1,000 seleccionadas. Y aun así se puede engañar al INE. Lo otro es la falsificación descarada y hasta de encuestas inexistentes.
Pero pensemos en los resultados de encuestas “serias”. Los problemas de resultados tan divergentes entre las diversas encuestas publicadas tienen su origen en errores de metodología. Los cálculos de la metodología utilizada por cada encuestadora indican márgenes de error y niveles de confianza que son contradichos por sus resultados. Se supone que la estadística tiene esos márgenes y confianza en porcentajes, conforme a lo que nos enseñan en las universidades. Pero es en teoría, pues la teoría estadística evidentemente no está bien aplicada.
Para empezar, si comparamos por ejercicio dos resultados de encuestas del mismo territorio y las mismas preferencias, las divergencias pueden estar en los márgenes de error. Digamos que, para la primera, la encuestadora da un resultado a favor de una opción (candidato) de 40%, pero con un margen de error de +/- 4%, eso significa que la realidad puede variar desde 36% hasta 44%. Y si otra opción es de digamos 35%, este dato real puede andar entre 31% y 39% con ese mismo margen de error. Empate técnico, se empalman los resultados. Y esto pasa, al comparar dos o más, esos márgenes de error se vuelven muy significativos, y dan resultados muy dudosos sobre cuáles encuestas o ambas están bien o mal. Las notas a pie de página con ese dato, pasan desapercibidas para la mayoría de la gente.
Pero hay algo más, el nivel de “confianza” en porcentaje. Siguiendo (o pretendiendo seguir) la técnica de los libros, la selección de una muestra como representativa de un conjunto, llamado “universo”, puede tener errores de selección de la muestra o errores posteriores al ejecutar las entrevistas. Por ejemplo, a veces al entrevistador se le faculta para cambiar de entrevistado si la persona se niega a responder o está ausente. Allí ya la selección teórica de muestra fue modificada. Y en entrevistas telefónicas es peor, para determinar por ejemplo el rango de edad del entrevistado, y si la entrevista se hace por medio de un robot que pide responder marcando números del teclado telefónico, la falsedad accidental o intencional de quien toma la bocina o celular da errores.
También se deben considerar las respuestas falsas intencionales del entrevistado, por miedo, desconfianza o hasta por diversión. En los censos de población, se sabe que ciertos sectores censados mienten en el renglón de ingresos, algunos que ganan poco le suben por orgullo, y algunos que ganan mucho les da miedo decirlo pensando que el fisco los puede acusar de haberle mentido.
Todavía hay algo más, y es la definición del universo a encuestar por muestreo, digamos mil entrevistas o llamadas para representar un universo de varios millones. Tratándose de población humana, los errores de estimación del tal universo pueden tener muchas fallas, y así el margen o nivel de confianza teórico queda como tal, en teoría y no en la verdad. Esto sin duda será negado por muchas empresas encuestadoras, pero las posibilidades de error en la definición del universo o de la muestra pueden ser muy altas. Hay buena fe, pero también elementos fuera de control de la encuestadora.
Otra cosa más, y que en general no se toma en cuenta, y que es muy importante, es el número de presuntos entrevistados que se niegan a responder, y que lo harán por diversas razones. Un alto número de negativas afecta el valor de los resultados publicados. Si una encuestadora dice que de quienes intentó entrevistar el 40% se negó, esto tiene un significado que en general se ignora, mientras si se pone el porcentaje de quien “no sabe o está indeciso”.
En el caso que nos ocupa de preferencias electorales, a veces se pregunta por quienes se votaría y por quienes no, que son respuestas de todos los entrevistados, pero luego resulta que un alto número, cuando se le pregunta, dice que no votará, y así las tales preferencias pierden valor. ¿De qué sirven las preferencias de quien dice no votará?
Todavía más. Se supone que las encuestadoras deben tener el visto bueno del INE, pero ni aun así. Pueden ofrecer al Instituto una metodología aceptable y cambiarla en la práctica intencional o no intencionalmente.
En resumen, hay muchas razones para desconfiar de encuestas publicadas, y para entender el por qué a veces hay resultados tan contradictorios. Cuando los resultados de diversas encuestas dan resultados con muy grandes diferencias en la preferencia entre candidatos en todas las encuestas, lo más probable es que gane el de esa gran ventaja. Pero todas las publicaciones de encuestas deben tomarse “con pinzas”. Tan es así, que es común que los resultados de elecciones reñidas anden muy lejos de lo publicado en campañas. No siempre, claro, pero sucede, en todo el mundo: las votaciones pueden “sorprender” a las encuestas.
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