La manipulación de las mentes, entenderla para actuar

En muchas ocasiones resulta que “no entendemos” el por qué la gente acepta lo inaceptable y actúa contra la razón y contra sus intereses, veamos. Los seres humanos, además de instintivos, somos capaces de razonar; los animales pueden tomar ciertas acciones en función de sus instintos, como cuidar a sus críos, cazar para comer, defender lo que consideran “su” territorio, emigrar en ciertas épocas del año por razones climáticas y más. Pero no razonan, las personas, humanas sí tienen esa capacidad, pero el razonamiento no es necesariamente utilizado, muchas veces actúan también por instintos, para bien o para mal.

Así, las decisiones de la vida diaria, desde minucias hasta asuntos realmente vitales, no necesariamente se toman por inteligencia. Puede ser por instinto, pero sobre todo por el tercer elemento: la emotividad. La mayor parte de las decisiones y toma de acciones se hacen por motivos emocionales, no por verdaderas razones, aunque la emotividad nuble la mente para que la persona en ocasiones crea que en realidad hace lo mejor, lo correcto, que tiene razón. Otras veces una persona tomará una decisión y actuará por emociones, visceralmente, como se dice, aunque se dé plena cuenta de que lo que decida y hace sea un error, una locura, desatar una tragedia. Así, se puede llegar, por celos o por odio, por ejemplo, a matar a otras personas, que pueden considerar culpables de algo, o simplemente inocentes pero que le sirven para descargar su ira asesina, y luego, se matan.

La emoción prevalece casi siempre sobre el razonamiento, y, como digo, para bien o para mal, según el caso, pues también una emoción puede tener su real razón de ser. Una persona que se siente enamorada decidirá y actuará respecto a la persona objeto de su amor por emociones, y a veces incluirá algunos razonamientos para tratar a esa persona amada. Esto actuando positivamente en principio. Pero también puede intentar hacer el bien para su amor, pero al mismo tiempo buscar el daño a quienes ve como competencia u obstáculo para llevar adelante sus planes de enamorado.

El amor a la patria tiene ambas cosas, razones y emociones. Y eso llevará a las personas a decidir y actuar a favor de su patria la mayoría de las veces, y lo hará pasando por lo que sea, correcto o incorrecto, moral o inmoral. Un viejo dicho de los Estados Unidos es, traducido: “correcto o equivocado, mi país”, “right or wrong, my country”. Los hombres pueden lanzarse a la guerra por su patria, sea para defenderla de ataques enemigos, o para dominar a otras naciones o pueblos porque lo consideran justificable, y así, hacen invasiones y matan a extranjeros sin que les molesta la conciencia.

El fanatismo, el que sea, religioso, político, social, es el dominio de la emotividad sobre la mente, la razón. Un fanático defenderá su fanatismo sin ponerlo en duda. Una vez que se convenció o en general fue convencido por terceros que lo inducen, actuará en su favor y en contra de quienes no comparten ese fanatismo. Y así se cometen grandes crímenes, como los asesinatos selectivos de quienes no son sus camaradas y que no son necesariamente sus enemigos, sino solamente piensan diferente. Y hay masacres, guerras, asaltos, destrucciones con las peores motivaciones que un ser humano puede tener.

Una persona tiene, o puede tener, muchas formas de emotividad impulsiva. Es el caso de odiar a quien es más respetado, o triunfador o rico, y ello por motivos de envidia. No hay razonamiento en ello, aunque la persona que odia cree que realmente ha razonado su odio, pues es la manera de justificarse ante sí mismo y ante los demás. El antisemitismo se hace porque a la gente les han dicho que los judíos, los que sean, son malas personas y hasta responsables de los males del mundo. El odio religioso es un caso lamentablemente clásico. El odiar a quienes practican otras religiones simplemente porque no son de la suya. Cristianos perseguidos y asesinados porque no se convierten al islamismo. La historia del mundo está llena de odios y ataques por esos y otros motivos semejantes, como el racismo, que hace odiar por cuestiones de raza, color de piel y origen étnico.

Por todo esto, no debe sorprendernos que en materia política las personas sean manipuladas por falsos líderes, por populistas que prometen lo imposible, pero en lenguaje que las personas a quienes se dirigen quieren oír. La manipulación política de revoltosos, traidores y dictadores es producto de la astucia del manipulador, y sus seguidores los siguen fanáticamente sin detenerse a pensar, a razonar lo más elemental: “si él lo dice, es que así es o así debe ser.” El seguir fanáticamente a los revoltosos no es característica de un pueblo o una nación, eso se ha dado, se da y se volverá a dar en la naturaleza humana.

Para actuar frente al fanatismo populachero, es necesario entender cómo funciona la mente humana cuando acepta algo, cuando es seducido por el lenguaje de su seductor que lo utiliza como materia manipulable y desechable. Para convencer al pueblo de sus errores, es indispensable llegar a él a través de su emotividad, para intentar hacerlo reflexionar y reconocer que fue engañado, manipulado, y por medio de esto llevarlo a razonar. Cuando no se toma en cuenta que la emoción prevalece fundamentalmente sobre el razonamiento, el líder que quiere salvarlo de sus opresiones, de sus errores, no puede entender por qué no le hacen caso,

Pero cuando un líder a favor de su gente logra despertar al pueblo engañado, éste puede volverse furioso, ridiculizado, manipulado y llega a actuar en defensa de sus valores, de su libertad, de su familia y sociedad, de sus derechos. Y por eso hay levantamientos populares, que pueden derrocar a un dictador o hasta matarlo con su gente, como por ejemplo sucedió con el baño de sangre real y cortesana consecuencia de la revolución francesa: había que guillotinarlos a todos. Los ejemplos abundan y demasiado.

La inteligencia política debe ser bien razonada, para llevar a quienes quiere convencer de sus razones apelando a sus emociones. Las computadoras funcionan en base a “razones” y no a emociones, las personas funcionan primero por emociones y luego por razones, en la mayoría de los casos, sobre todo cuando no se les ha educado para reflexionar sobre sus principios, doctrinas, valores, derechos y conductas humanas antes de decidir y de actuar o de abstenerse de hacerlo.

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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