El caso de la tesis plagiada de la por ahora ministra de la SCJN, Yasmín Esquivel, ha puesto a la UNAM contra la pared. Si su Tribunal Universitario sentencia que la tesis que presentó es realmente un plagio, como todo así lo indica, deberá anular el examen profesional y por tanto revocar su título profesional. Esto conforme a la Nota Informativa que la Oficina de la Abogada General de la UNAM emitió el 21 de junio de 2007, titulada “Para los egresados de la UNAM que presentan obras ajenas como tesis para su examen profesional”. Ese documento señala que, de comprobarse el plagio, las sanciones serían anular el examen sustentado y revocar el título profesional, y conforme al artículo 97, fracción segunda, de su Estatuto General que norma lo mismo.
Si se deja la Rectoría y otros órganos internos de la UNAM, incluyendo la Facultad de Estudios Superiores (FES) de Aragón y el Tribunal Universitario, presionar y ceder a las presiones de López Obrador y demás interesados en conservar a Yasmín en la Corte, perderá mucho, demasiado frente a aplicar su propia y legal normatividad. El prestigio de la Máxima Casa de Estudios de México está en juego: conservarlo o perderlo a nivel nacional e internacional.
Cuando se acusó a Enrique Peña Nieto de haber presentado una tesis con muchos textos plagiados (estimados en el 30% del total) su Universidad Panamericana no se decidió a resolver en ningún sentido, se lavó las manos alegando que se trataba de un exalumno y no de un alumno. Miedo y mucho al poder presidencial y diversas instancias del gobierno federal. Podría haberse enfrentado a sanciones (con o contra la Ley) para que hasta le revocaran su reconocimiento oficial de estudios. Muy comprensible, aunque no necesariamente aceptable, esa decisión. Pero la UNAM es otra cosa.
Por supuesto que las herramientas de presión y chantaje que el gobierno de López Obrador tiene para amenazar a la UNAM son muy poderosas, comenzando por las financieras, y muchas de carácter político. No es fácil librarse de ellas, pero la UNAM, como sabemos bien, se juega su imagen, su prestigio de autonomía y apego irrestricto a la Ley en un caso que sentará precedente. No puede haber resoluciones “intermedias”, o es una, con la Ley o la otra del presidente: “y no me vengan con que la ley es la ley”.
No han faltado defensores de Yasmín Esquivel, pero sin dar argumentos que intenten demostrar que no existió el plagio, sólo afirmaciones sin intentos de prueba. Las demás defensas de Yasmín son sobre su carrera profesional, alegando ser muy meritoria. Pero eso no cambia la realidad de la presentación de la tesis en cuestión. Buena o mala persona en su vida privada o pública es algo muy aparte, no determina si plagió o no.
La UNAM está en la mira de toda la comunidad universitaria: es su hora de la verdad: o se apega a la legalidad o se rinde sumisa al poder presidencial, con toda la furia desencadenada de López Obrador, que ha demostrado en otras ocasiones, y que conforme a su propio dicho, no importa si es legal o ilegal. Quiere él proteger a su aliada como potencial presidente de la SCJN, para que opere a su servicio (algo que no oculta). Dentro de su acostumbrada pérdida de control en sus expresiones, ya dijo que quienes denunciaron el plagio y sus consecuencias debidas de Esquivel hicieron mucho daño a la nación, cuando es al revés: denunciar un delito públicamente es un gran favor a México. ¡Goya!
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