A dictadores como Nicolás Maduro, que tanto dañan a su pueblo, y de los cuales ha habido y hay muchos en la historia, ¿por qué Diosito no les lanza un rayo que los parta o igualmente los fulmina de un infarto? ¿Qué no son la cizaña que crece entre las espigas, las buenas personas? En la parábola correspondiente Jesús nos lo dijo: crecerán juntas la espiga y la cizaña hasta el momento de la cosecha. Históricamente ¿cuándo es el tiempo de la cosecha? Cuando el dueño del sembradío lo juzgue debido.
En una sabia explicación, se nos enseña que mientras que la cizaña vegetal no puede cambiar su naturaleza, las personas cuyas almas son como cizañas pueden cambiar, arrepentirse, convertirse y hasta sólo hacerse a un lado. Así, un perseguidor de cristianos, Pablo, se transformó por designio divino en un gran apóstol. El mayor abortero del mundo, el doctor Bernard Nathanson, se convirtió en gran defensor de la vida, también por intervención divina que le abrió la mente, cuando fue confrontado con la evidencia del ultrasonido: en el vientre materno hay una persona humana. Sobran los ejemplos.
Si un rayo o un infarto fulminaran a Nicolás Maduro, dado que es solamente la actual cabeza de un grupo político-militar-narcotraficante, la situación en Venezuela no cambiaría mucho. Tiene el poder, aunque no tiene inteligencia, pero otros comparten ese poder del chavismo y sí tienen perversa inteligencia. Se cambiaría de capo pero seguiría la mafia.
¿Qué hacer entonces si no es solución pedirle a Diosito que fulmine a gente como Maduro Moro? Aplicar lo que siempre nos pidió Jesús: orar al Padre. Es el Padre quien transforma las conciencias y las voluntades. Los corazones endurecidos de pronto de van ablandando y sus acciones cambian, a veces sin que ellos entiendan bien qué les pasa.
Los caminos del Señor son inescrutables. Si oramos al Padre pueden pasar diversas cosas, desde que los malvados cambien o hasta que otras personas logren cambiar las estructuras de poder a favor del pueblo. Sabemos que junto con la solicitud cristiana de orar al Padre, está la oferta divina de que seremos escuchados, y el Padre obrará como sea lo mejor.
¿No nos gusta la cizaña de Nicolás Maduro Moro? Oremos al Padre, en nombre de Jesús, para que el Espíritu actúe sobre las personas y se logre, pronto, que el pueblo venezolano recobre su paz, la libertad y el proceso de solución de sus graves problemas. No es instantáneo, claro, pero para que ese proceso inicie y se fortalezca: oremos al Padre, en nombre de su Hijo.
La cizaña puede convertirse espiritualmente en espiga, o de alguna manera será hecha a un lado, anulada, sin rayo que la parta. A veces por voluntad divina, el fin de sus tiempos llega a los malignos de diversas maneras, o mueren o caen del poder y la justicia toma el mando.
De alguna manera, el dueño del sembradío actúa sobre su cosecha de una u otra forma, ¿cómo y cuándo? Como y cuando mejor convenga al pueblo. Pero hay que orar al Padre. Y la justicia divina para los malvados les llegará en el momento y forma debida, pero ya es asunto entre el Dios justiciero y los culpables.
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