La ciudadanía requiere candidatos sin tacha

Hay dos asuntos importantes en los periodos pre y electoral: que, si se desea que la ciudadanía, voltee a ver al PAN, entonces no debe haber ni guerra sucia interna o “fuego amigo”, ni candidatos de “mala (o simplemente dudosa) fama pública”. Si el partido en el poder presenta malos candidatos, de clara mala fama pública, el PAN debe poner candidatos sin tacha.

Hay políticos que “se sabe” están sujetos a alguna investigación, por presuntos nexos con la delincuencia organizada, por ejemplo. Sin embargo, no se les puede acusar de algún delito, aunque mediáticamente sean vapuleados por alguna prensa, por la razón que sea. Sin embargo, eso no los convierte en “no elegibles”.

Pero la mala fama pública es a veces muy conocida, y se refiere a la percepción popular: “fulano es un ratero, corrupto, ha dejado el municipio sin dinero y las obras que dice haber hecho so ven por ninguna parte”, dice la gente del tal fulano. Eso es mala fama pública.

Un cónyuge públicamente infiel no es digno de confianza, como otro ejemplo, y casos como éste dan también mala fama pública. Un político fotografiado con capos conocidos, aunque no estén en la cárcel, gana mala fama. Hay muchos ejemplos más.

Los políticos que se han públicamente y notoriamente enriquecido, en un enriquecimiento más que explicable (el saqueo), no son tampoco buenos candidatos; tienen mala fama pública. Su nueva y rápida fortuna sólo tiene una explicación, y no es ganarse el Melate.

Los políticos que se juntan con personajes de muy mala fama pública, con poderosos señalados de corruptos y abusivos del poder en la sociedad, se ganan también mala fama pública. Dime con quién andas y te diré quién eres.

Otro caso es el de manifiesta incompetencia administrativa o política, en posiciones anteriores, sea en funciones ejecutivas o legislativas. Cuando un alcalde o gobernador no da resultados en beneficio de la población, o un legislador sólo calentó su curul, sin aportar nada ni en iniciativas ni en tribuna o comisiones, no puede ser un buen candidato. Un político “gris” no sirve.

También hay mala fama cuando se acusa, con pruebas públicas, digamos aceptables para la ciudadanía, de que un político es parte de una mafia que viola la ley para ganar posiciones. Como con padrones de afiliación falsos. Los políticos que se han distinguido por ganar posiciones internas de su partido con trampas de guerra sucia hacia sus competidores, con el tristemente famoso “fuego amigo”, tampoco pueden ser candidatos atractivos al votante: se han ganado mala fama pública.

Acción Nacional no debe presentar candidatos con “mala fama pública”, pues se arriesga a perder simpatías y votos. Todo candidato panista debe tener una excelente imagen, o al menos aceptable, y quienes la tienen sobran en el partido. Ni siquiera deben necesitar alguna prueba de honorabilidad, capacidad o posible conflicto de intereses, no la necesitan.

La imagen global de un partido, en cuestiones electorales, está atada a la de sus principales dirigentes, personalidades y… candidatos, sobre todo.

Hay que tomar en cuenta que si la ciudadanía “está volteando hacia el PAN”, no es necesariamente porque aumente su prestigio, tan golpeado por los conflictos internos. Es porque sus principales adversarios han tenido peores problemas de imagen.

Lamentablemente puede ser porque se vea a Acción Nacional como los menos malos, cosa grave y que no es ningún motivo de orgullo, y muchos menos para confiarse. Sobre todo si consideramos que hay quien trabaja para cosechar los errores ajenos de los partidos, y es el mismo personaje de siempre con su nuevo partido, que está siendo favorecido. Simplemente por ser otra opción.

De esta forma, para que el PAN pueda tener alguna confianza por la oferta política electoral que presenta, y no por las tachas de sus adversarios, debe tener una planilla completa de buenos e intachables candidatos. Lamentablemente, en la primera vuelta de los plurinominales ya hay personajes con mala fama pública, y lo importante es que no haya más en el caso. También los hay internamente “de dudosa reputación”, por algunas sospechas de “mala conducta”.

Los malos políticos que se convierten en candidatos causan el enojo justificado de la militancia, y ésta difícilmente les dará su apoyo. Pedirle este apoyo “por el bien del partido” es una burla a su inteligencia. De hecho, apoyar a un mal candidato del propio partido podría llegar a ser una traición a la búsqueda del bien común. Grave. No se puede pedir al militante que apoye a quien se prevé será un corrupto o un incompetente. Ni el partido ni la sociedad se lo merecen.

Es la dirección del partido la que debe seleccionar gente sin tacha, que tenga en automático digamos, la simpatía y apoyo de la militancia, y de los simpatizantes y votantes del partido en la sociedad. Y ni hablar de los medios de comunicación, que ensalzan y destruyen imágenes, con o sin razón ¿para qué darles alguna?

La dignidad en el quehacer político requiere que el partido lleve al poder a gente digna también, es por simple coherencia moral. Es indispensable que en el PAN se pase sobre el amiguismo, la repartición de cargos por simple poder hacerlo sobre el interés ciudadano en la selección de candidatos.

El hombre perfecto no existe, claro. Somos seres humanos con virtudes y defectos, con éxitos y fracasos, pero hay quienes tienen sin embargo imagen intachable, de ser dignos de confianza en que, una vez en el poder, realmente verán por el bien común sobre el bien personal o de su partido político. De este corte deben ser los candidatos del PAN, todos.

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