El lobby gay y autoridades fanatizadas en su defensa pro ideología de género, hacen campañas contra la discriminación hacia los homosexuales. En ella definen la aversión hacia los mismos, la llamada homofobia (término equivocado, pero lo usan), como algo irracional. No lo es en términos generales. El desagrado que a mucha gente le producen los homosexuales tiene su razón de ser, y es su anormalidad, su oposición al orden natural, no es rechazo “irracional”.
Se ha abusado ya del término discriminación para incluir casi toda actitud de rechazo contra ciertos grupos de personas. La discriminación racial, por ejemplo, no tiene razón de ser, y se fundamenta en prejuicios sobre el valor humano del color de la piel, que supuestamente refleja diferencias intrínsecas, que hacen a ciertas razas “inferiores” a otras, particularmente a la “raza blanca”.
También se discrimina a personas minusválidas, más que como una aversión tipo racial, como un cierto desprecio a quien tiene limitaciones físicas. En el mercado laboral las minusvalías se exageran, negando trabajo a quienes con todo y sus limitaciones, podrían desenvolverse en sus labores igual que cualquiera.
Pero hay otros casos en que el rechazo es por desagrado con alguna razón. Una persona sucia y maloliente no es aceptada, un criminal tampoco se considera grata compañía para quien es respetuoso de la ley y el orden. Una persona con enfermedades contagiosas es evadida porque genera miedo al contagio (de hecho el rechazo a los sidosos es porque, a pesar de las campañas educativas, mucha gente sigue pensando que por la sola cercanía podrían contagiarse).
Se abusa también del concepto de tolerancia social. Se confunde con la imposición a una sociedad de formas de vida que contradicen la moral o el orden genético naturales. Quienes no son aceptados no toleran el rechazo, quieren imponer sus ideas, son intolerantes con las personas que son congruentes con sus principios y su visión de una sexualidad sana, física y psicológicamente hablando.
La discriminación por razón de religión es inaceptable para la mayoría de las personas, pero muy pocos aceptarían compartir mesa, horas de trabajo o vida familiar con un miembro activo de una secta satánica. ¿Cuántas personas aceptarían la compañía de un caníbal (también en activo) o de un practicante de sacrificios humanos? Siempre, en estos casos y semejantes, hay una razón del rechazo, puesto que la conducta de dichas personas es contraria al orden natural.
¿Podría alegarse discriminación al que rechace la compañía de un asesino a sueldo, un sicario, o de un violador reconocido, o de un traficante de drogas o de un cocainómano compulsivo con ataques de delirios? ¿Es discriminación irracional rechazar la convivencia con un alcohólico violento, que destruye lo que encuentra o daña a quien se le pare enfrente estando alcoholizado? Son rechazos sociales con sus razones de ser.
El caso de los homosexuales es semejante en cuanto a conducta anormal; no se trata de un rechazo “irracional”; el mismo es reflexionado por quienes no aceptan la compañía de los homosexuales, y les desagradan porque su conducta o forma de vida son contrarias al orden natural. Son mal ejemplo para los hijos.
Así como a ciertas personas se les rechaza en el círculo de amigos o en el trabajo por su mal carácter, su insolencia y agresividad, también a los homosexuales se les puede rechazar por simple desagrado. No son compañía agradable para la gente normal. La homosexualidad es una anormalidad de conducta, y no hay manera de que puedan obligar a la gente normal a verlos también como personas normales pero “con preferencias sexuales distintas”.
Los homosexuales y sus defensores hablan de “derechos” propios de los mismos, sólo que dichos derechos no aparecen en ninguna parte, ni en las leyes ni en códigos morales ni en doctrinas religiosas. ¿Dónde dice que tienen por ejemplo “derecho” a obligar a otras personas a convivir con ellos, como tampoco dice en ninguna parte que los desaseados, los drogadictos y los agresivos tienen derecho a obligar a otros a aceptarlos como compañía?
Se equivocan al querer presentar el rechazo hacia los homosexuales como algo “irracional”. Para quien tiene una recta cultura sobre el papel de la sexualidad humana, y que la vive normalmente, un homosexual es un desviado de conducta, que practica una sexualidad contraria al orden natural. Esto molesta mucho a los homosexuales, que se les llame desviados, anormales y otros calificativos semejantes, los cuales son realmente descriptivos, no motes despectivos o insultantes (aunque también los hay).
Pero ni autoridades ni la comunidad “gay” pueden obligar a nadie a aceptarlos, cuando su presencia o compañía es desagradable. No es una forma de discriminación irracional; el rechazo tiene su base, aunque no les guste a los rechazados. A una sociedad civilizada no se le puede obligar a aceptar como “normal” lo anormal, eso sería un retroceso en la cultura que la humanidad ha desarrollado a través de siglos.
Para quienes tienen tendencias homosexuales pero que tratan sin embargo de llevar una vida normal, a pesar de sus problemas de identidad sexual, existe un cierto grado de aceptación social, incluyendo la lástima que humilla. Pero hay muy poca o ninguna aceptación para quienes han decidido vivir su sexualidad en formas que, quieran o no, serán calificadas como aberrantes (aunque a veces se les vea como fenómenos de circo, como seres “curiosos”, “raros”). Peor es el caso de quienes para publicitar su homosexualidad se comportan y se visten en forma ridícula o grotesca. Este rechazo social va con la razón, no contra ella.
@siredingv
redaccion@yoinfluyo.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com