Sí, claro: al hablar de migrantes en los Estados Unidos sin haber pasado por las formalidades de ley, todos son ilegales, pero a lo que hago referencia es a su actuación dentro de ese país. La gran mayoría, pensemos en los mexicanos, de quienes han entrado ilegalmente al vecino país del Norte lo han hecho buscando una forma de ganarse la vida para ellos, pero sobre todo para sus familias que han dejado en México. No van a delinquir, van a trabajar, salvo claro pequeñas proporciones de quienes estando allá terminan en prisiones por delitos presunta o probadamente cometidos o son buscado por la policía por acusaciones.
Millones de migrantes ilegales trabajan honradamente, pagan impuestos directa o indirectamente (en sus gastos), viven sin crear problemas y, como dijo una vez escandalizando a muchos Vicente Fox, luego hacen trabajos “que ni los negros aceptan hacer”. ¿A qué se refería el presidente? A que las labores más humildes, esas que ni siquiera requieren calificación profesional alguna, son muchas veces no aceptadas por los ahora llamados afroamericanos, porque las desdeñan.
Quienes defienden a esos migrantes ilegales lo hacen dando testimonios o razonamientos bien fundados de que esos millones de personas colaboran verdaderamente al PIB del país. La defensa de esos trabajadores ilegales (a veces entrados al país con familias) es hecha con argumentos económicos y no de simple lástima.
Ahora bien, es cierto que muchos de ellos pudieron haber entrado a Estados Unidos habiendo pasado por los trámites legales: desde tener un pasaporte mexicano y una visa de trabajo, pero, por diversas razones, no lo hicieron. Quizás pensaron que era inútil intentarlo y corrieron riesgos de trasladarse por tierra cruzando la frontera apoyados en personas dedicadas a ese tráfico internacional de personas, esas conocidas como polleros. Pero hubo también quienes entraron legalmente, por tierra o por aire con visas de turismo y se quedaron a trabajar sin regularizar su situación migratoria.
Considero que un análisis inclusive muy simple de la aportación laboral de los ilegales llevará a la conclusión de que sí la llevan a cabo en beneficio no sólo personal (o familiar), sino del propio país, en su economía. Negar esto es muy fácil. Probar que son una carga nacional y no un beneficio es imposible. Quienes, por xenofobia, satanizan a los trabajadores extranjeros ilegales carecen de argumentos para justificar su expulsión nada más porque sí.
¿Qué podría hacer el gobierno estadounidense? Dar una oportunidad a esos ilegales, que llevan años residiendo y trabajando allá para que legalicen su situación. Esto sería un proceso que puede ser desde sencillo bajo ciertas muy claras reglas hasta tan complicado como le ha resultado a muchos obtener la residencia legal, esa de la “green card”. Claro que, sin ciertas garantías de seguridad, los ilegales que pudieran someterse a ese proceso de regularización tendrían miedo de ser expulsados en un momento a otro y hasta la sola presentación para solicitar su residencia legal. Sin embargo, todo eso se puede resolver con buena voluntad e inteligencia gubernamental.
Claro que ahora se ha incrementado enormemente la entrada ilegal desde México, principalmente por razones de huida de habitantes tanto de zonas de alta criminalidad en México como de inseguridad en otros países, como, por ejemplo, de Honduras. El gobierno estadounidense está concediendo algunas visas inclusive de asilo político, más que por razones de trabajo.
Lo que el nuevo gobierno de Trump puede hacer, ahorrándose desde muchos dolores de cabeza hasta millones de dólares en expulsar ilegales, incluyendo desde los que llevan años residiendo allá hasta los recién cruzados por la frontera, es ayudando a la regularización de residencia.
Parte de los ilegales de años atrás tienen hijos nacidos en Estados Unidos que son por derecho constitucional nacionales de ese país, con derecho a la ciudadanía (esa que Trump quiere inconstitucionalmente quitarles por ser hijos de ilegales). Y hay jóvenes que entraron ilegalmente como niños que han hecho sus estudios allá con el deseo de vivir una vida digna que se han ganado, los soñadores como se les llama, los Dreamers. A ellos es a quienes con mayor razón se les debe facilitar desde su residencia legal hasta su naturalización como ciudadanos de Estados Unidos si así lo desean.
Para enfrentar un problemas de falta de regularización migratoria de quienes entraron ilegalmente, la mejor solución no es hacer redadas para cazarlos y expulsarlos, independientemente de trabajar honradamente y de tener o no hijos nacidos allá, sino buscar la mejor solución pensando en el beneficio nacional de tener una cierta fuerza de trabajo de vida honesta y dedicada que ya está allá. Eso independientemente de que cuiden más que nunca su frontera para evitar un problemas de miles de personas que entran sin tener ningún futuro ni inmediato o mediato.
Te puede interesar: Unidad entre mexicanos
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo