Las universidades no son lo cimientos, son las personas que la conforman y lo preparadas que deben estar para ejercer; esto es algo que nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador no logra comprender.
El gobierno de López Obrador habla de construir 100 universidades, pero en algo fundamental se equivocan. No se trata de “construir”, sino de “organizar”. La universidad no es los edificios que la alojan, sino las personas que las integran, comenzando por el cuerpo académico en toda su extensión, desde sus directivos, catedráticos, instructores, investigadores y hasta los asistentes de las labores universitarias.
Una universidad puede existir en todo tipo de sitio; exagerando, desde enseñar al aire libre hasta tener los mejores edificios, con sus debidas instalaciones: aulas, laboratorios, bibliotecas, salas de reuniones, auditorios, instalaciones deportivas… en fin, lo que alcance el presupuesto. Pero eso no es la universidad. Es más, una universidad puede ser totalmente (o casi) virtual, con sus cursos realizados a través de la red, de la internet, sin aulas, la “educación a distancia”, frente a la “presencial”.
La universidad es una organización dedicada primordialmente a la enseñanza, amén de la investigación y difusión del conocimiento, la ciencia, la cultura. La universidad son personas, no cosas, las “cosas” son herramientas para que la universidad realice su trabajo, espacios físicos en donde forme a sus estudiantes. Pero, en primer lugar, es una organización que enseña. Y para eso se requieren cuerpos académicos capaces.
Sin buenos académicos, los alumnos terminarán con un diploma que certifique que cursaron un plan de estudios, pero eso no les garantiza que hayan aprendido lo necesario para ejercer la profesión que supuestamente podrán ejercer. Hay demasiados casos de instituciones supuestamente universitarios que lanzan al mercado laboral jóvenes con un título, pero incapaces profesionalmente.
Un gobierno puede construir alojamientos para cien universidades, pero si no piensa primero en quiénes van a enseñar e investigar allí, no está preparando una academia, sólo estará haciendo obra, y si bien le va, la dotará del mobiliario y equipo necesarios. Pero sin un cuerpo académico capaz, no hay universidad.
Antes de construir edificios y habilitarlos, se debe pensar en seleccionar, preparar cientos de maestros, de catedráticos e investigadores. Ellos son quienes prepararán a quienes lleguen como alumnos. Los alumnos se inscriben para aprender, para capacitarse profesionalmente en el campo de su personal preferencia, y salir al mundo del trabajo. También se especializan en planes de postgrado (tras una licenciatura), en maestrías y doctorados, y hasta postdoctorados.
Una universidad requiere una profunda preparación de planes de estudio e investigación, complementados con los de difusión de la ciencia y la cultura. Y esto no lo dan los edificios. Crear nuevas universidades es empezar con una mente abierta a preparar esos planes de estudio, aprovechando la experiencia de las buenas universidades, los nuevos métodos de enseñanza y de autoeducación. Tener maestros, catedráticos, que no solamente conozcan sus materias, sino que sepan transmitir conocimiento a sus alumnos, auténticos “enseñantes”.
De esta forma, si el nuevo gobierno quiere mayores oportunidades para que los jóvenes mexicanos se preparen para ejercer alguna profesión, debe orientar sus primeros esfuerzos a organizar cuerpos académicos, y luego dotarlos de medios para ejercer la enseñanza, los edificios. Concentrarse en construir campus universitarios, es un error de juicio. Y hasta ahora, nadie en el nuevo gobierno ha hablado públicamente de organizar cuerpos académicos, solamente se habla de edificar espacios para cien universidades. Falta pues, lo esencial.
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