Cuando hacemos algo por los demás, especialmente cuando le dedicamos tiempo, es decir algo de nuestra vida, hacemos una obra de misericordia, aunque a veces no nos parezca tan importante. Pero dar tiempo luego se vuelve difícil entre otras razones por negligencia, por fastidio por egoísmo, sobre todo. Por eso hay muchos que prefieren dar regalos o dinero a cambio del tiempo que niegan.
Podemos dar tiempo a los demás por diversas razones, desde pasar un rato de diversión hasta acompañar en su soledad a un enfermo en cama, a un solitario desatendido, a un deprimido que pasa por mal momento, o peor aún que su estado de ánimo está mucho tiempo por los suelos. Damos tiempo por amor a quienes nos aman y nos quieren a su lado, no necesitan nada pero aman la convivencia.
Damos tiempo también cuando lo dedicamos a enseñar a otros en nombre del Señor, cuando ayudamos a quien está en desgracia, por ejemplo, a víctimas de desastres naturales, o de hechos humanos como la injusticia, la guerra, el terrorismo, o la violencia por la violencia misma.
Recuerdo haber leído el relato de una escritora viviendo en Nueva York, que mientras trabajaba en su departamento, le tocó la puerta una vecina a quien había visto pero con quien nunca había cruzado palabra. La mujer le pidió que conversara con ella un rato, podía hacerlo, pero le dijo que no. Al día siguiente supo que esa mujer, solitaria, se había suicidado, lo que un rato de la escritora hubiera evitado. La narradora reconocía su egoísmo, para no olvidarlo el resto de su vida.
El Señor siempre, siempre, nos dará algo a cambio por nuestras buenas obras, así lo ha prometido, al grado tal que como ejemplo nos dijo que ni un vaso de agua quedará sin recompensa, dado en su nombre. Y aunque nos promete recompensa en la vida eterna, también nos la da luego en esta vida terrenal. Damos algo y de alguna forma nos es compensada, de manera inesperada o hasta oculta.
Entonces pienso, si damos algo de vida, es decir tiempo, ¿no compensará el Señor eso en esta vida? Discurro, sospecho que Dios nos dará tiempo a cambio de vida, que viviremos horas, días adicionales a la que sería nuestra vida sin esta obra de misericordia. Minuto recibido (o más) por minuto dado al próximo, y entre más difícil haya sido la posibilidad de dar tiempo a quienes lo necesitan de nosotros, más minutos.
Se me ocurre otra posibilidad de recompensar en vida el tiempo que damos, y es que por inspiración del Señor, personas que nos quieren o conocen nuestras necesidades de compañía, nos dan algo de su tiempo.
Pienso también al revés, que cuando pudiendo hacerlo, le negamos tiempo disponible a quien nos lo pide, a quien lo necesita para combatir la soledad, el hastío o la desesperación, ese tiempo negado al próximo pudiera sernos restado de nuestra vida. Del “dar y se os dará” justo es el reverso, negad y se os negará.
Los caminos del Señor son inescrutables, se nos ha ensañado, y este camino de vida pudiera ser uno de ellos. Damos tiempo y recibimos tiempo, negamos tiempo y se nos niega tiempo. Más difícil lo segundo, pues el Señor perdona, pero siendo inmensamente generoso, bien puede darnos vida por vida que compartimos con quien lo necesita o lo pide de nosotros. Por supuesto, sólo Él lo sabe.
Pero dar tiempo a quien lo necesita lo debemos hacer por amor al Señor y a Él por medio de sus ovejas, por amor y no por moneda de cambio de un bien divino. Hagamos el bien que sea, siempre, siempre se nos será compensado, y al ciento por uno. Demos tiempo, demos vida a quien lo necesita de nosotros.
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