El seductor encanto del populismo

El populismo ha sido el sustento del gran poder de AMLO, sin embargo, esta pobre ilusión está por acabarse.


AMLO y el populismo


En todo el mundo, en la política, en la vida social y hasta en lo familiar, el llamado populismo, encanta. Funciona, y muy bien, para ganar voluntades, admiración y llegar a obtener hasta la sumisión, inclusive absoluta, abyecta, de los encantados, felices subyugados hacia su héroe, su líder.

El populismo de AMLO no tiene nada de nuevo, es un viejo fenómeno repetido, bien probado. Y si su campaña, informal y luego formal hacia la presidencia la hizo a base de ofrecer medidas populistas de gobierno, no hay por qué sorprenderse de cómo ha iniciado su gobierno, con el apoyo abyecto de sus legisladores de Morena.

A mí lo que me sorprende, es que personas “pensantes” se sorprendan de lo que, como presidente de México, está haciendo el populista (de siempre) López Obrador. Me extraña que algunas de dichas personas “pensantes” expresen su desilusión del gobierno de AMLO. A quienes veíamos con cabeza fría la carrera política de AMLO, no nos podía desilusionar, pues nunca nos ilusionó, nos preocupó. Lo que ahora es, fue simplemente lo esperable; no lo deseable, pero lo pronosticable.

Aprovechando su manejo populista, AMLO está cometiendo enormes errores contra la nación mexicana. Está fortaleciendo a niveles muy graves el encono entre sectores de la población, creando imágenes de enemigos de todos lo que no lo apoyan y aplauden. Miente descaradamente, sino que insulta, injuria, no solamente a quienes le critican o reclaman políticas equivocadas de gobierno, sino a también a quienes no se someten a sus caprichos, o como ahora se dice, a sus “ocurrencias”.

Un populista no solamente lo es por tener políticas de reparto de dineros del erario, o de otros bienes, públicos o privados, a costa del gasto inteligente de recursos del Estado, sino porque siembra odios, que divierten a sus seguidores, diversiones que se convierten en fanatismos perdona-todo.

Una vez ganada la simpatía sumisa de buena parte de la población, el populista, en este caso López Obrador, puede tomar medidas abiertamente contrarias al bien común del país, destruir instituciones, dañar la economía nacional y la imagen del país en el medio internacional, y hacer muchos, pero muchos más daños y… sin embargo, ser aplaudido hasta el delirio (textualmente) por sus seguidores, completamente cegados por el iluminado, por lo que no son capaces siquiera de considerar que se haya podido equivocar.

El líder populista en el poder formal de una nación, se fortalece rodeándose de incondicionales, y favoreciendo a todos ellos, en sus particulares intereses personales y de grupo, frente al interés social y al bien común del país, haciendo a un lado a quienes no se le someten, destrozando reputaciones dignas, humillándoles, quitándoles su empleo o medio de subsistencia, y si es posible despojándoles de sus propiedades.

Por todo esto, no debemos olvidar lo que las ciencias sociales y la propia experiencia, nos han enseñado sobre el populismo y los populistas. No menospreciar el impacto que ello tiene entre las mayorías, que son manipulables (en el mundo). Ser sumamente sagaces para enfrentar al populista y sus (verdaderas) hordas de cómplices y simpatizantes y sus corifeos.

Enfrentar, en palabras y en hechos al populista no es nada fácil, pues el fenómeno de la sumisión absoluta de mayorías de “encantados” puede destrozar a quienes se opongan al líder, inclusive hasta asesinarlos. La denuncia debe ser bien hecha y repetitiva, insistente, para que eventualmente los fanáticos del populista, empiecen a considerar que a lo mejor sí se equivoca, que a lo mejor si está tomando medidas contra el interés de la sociedad y del país… y de sus propias familias.

Sin embargo, a pesar de ese encanto seductor del populismo, las personas que se van viendo afectadas por medidas de gobierno que les dañan, sobre todo directamente, van cayendo en la verdad de la realidad, y el “ah, caray, no me lo esperaba” empieza a surgir en la sociedad. Pues ese desencanto, que sin duda se vuelve creciente, debe ser aprovechado por los defensores de la legalidad, del bien común.

El enfrentamiento contra el populista en el poder es muy difícil, es arriesgado y en mucho ineficaz, al menos al principio. Pero se debe tener mucha paciencia, sagacidad, prudencia, conocimiento de datos “duros”, acción colectiva (la individual es fácilmente aplastada); debe ser formal, organizada. Debe buscar espacios de difusión noticiosa y de opinión en el mayor número de medios posibles, nacionales y extranjeros, y claro, aprovechar la difusión en la libertad de las redes sociales.

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