Ser parte de los poderes legislativos, es prácticamente destacar en algún partido político o ser invitado por él, para una candidatura a diputado o senador.
El Papa Francisco vuelve a recordar lo que siempre nos ha dicho la Iglesia: como católicos, debemos participar en la política. A primera vista parece muy difícil y por diversas razones. Pero la verdad es que hay muchas formas de participar en la política, es decir en las actividades ciudadanas de la sociedad, para el bien común. Ya visto así, no es tan difícil.
La principal preocupación es el igualar la participación en política con militar en un partido político. Y es que a muchas personas, la llamada partidocracia los tiene hartos, con el mal manejo que en mucho sufren los partidos. La vida partidaria está muy desprestigiada, cierto. Ya volveremos a esto.
La otra preocupación es lo difícil que puede ser el formar parte importante de los poderes públicos, y al decir importante me refiero a poder tomar decisiones que afecten, para bien, la marcha del país. Y aunque en la administración del Estado se pueden escalar o alcanzar posiciones de poder semejante, la vida burocrática puede ser vista como un “no es para mí”.
Y ser parte de los poderes legislativos, es prácticamente destacar en algún partido político o ser invitado por él, para una candidatura a diputado o senador. ¿Muy difícil, para quien no haga carrera política? Si, en general, sí.
El otro poder, el judicial… para participar en él se debe ser abogado de profesión, y alcanzar prestigio suficiente para ser reconocido como un potencial buen juez o magistrado. ¿Difícil también? Sí. Muy pocos abogados llegan a jueces sin una carrera en tribunales. Y aquí también tienen influencia los partidos políticos.
Todavía hay más: los llamados organismos autónomos, esos que no son parte del gobierno, pero tienen poderes. Como las comisiones de derechos humanos. Y existen también, a veces, comisiones o consejos formales de consulta ciudadana, con voz pero sin voto.
Así que volvamos a los partidos, que están en todo en los gobiernos, legislaturas y tribunales. Inscribirse en un partido no es difícil, y en él se puede hacer política de diversas maneras, como activista a favor de sus principios doctrinales. En los partidos hay muchos tipos de personas, los que son realmente ciudadanos que buscan en su organización el bien común, la defensa de los derechos humanos y más, hasta los que simplemente los utilizan para beneficio personal.
Como miembros de un partido político, se pueden realizar muchas tareas a favor de la sociedad, y no solamente para hacer campañas electorales. Educación a la ciudadanía, labores comunitarias, participar en planes y programas y más.
Pero el trabajo a favor del bien común también se puede hacer como simple simpatizante de algún partido, sin ser su militante. Promoverlo, apoyarlo y votar por sus candidatos.
Y aquí hay un punto crítico: la principal participación política del ciudadano es votar. Votar en elecciones y en alguna otra forma de participación ciudadana prevista por la ley, como son la consulta ciudadana, el referendo y el plebiscito.
También se puede participar en política (fuera de las organizaciones políticas electorales) en actividades que ayuden a las autoridades a hacer un mejor papel, a sugerir, a proponer y hasta a exigir se haga lo mejor posible.
Y mucho de esto se puede hacer desde la llamada “sociedad civil organizada”. En ella se puede participar sin meterse en política partidista o electorera. Toda actividad de la llamada “cívica” en favor de la sociedad, es un acto político.
Las organizaciones vecinales son excelentes formas de participar en política, en un reducido entorno, pero que funcionando bien ayudan al bien común. Colaboran a resolver problemas, auxilian a las autoridades (o las presionan), y en caso de desastres naturales, pueden ser un buen instrumento de ayuda a los necesitados.
Una forma de participar en política es la educación. Enseñar a la familia, a la sociedad, sobre todo a niños y jóvenes, la importancia de ser buen ciudadano, de respetar el Estado de Derecho, de luchar por la Justicia, de influir en los gobernantes para que hagan bien su trabajo, y de cumplir todas las obligaciones ciudadanas, sean por ley o por lo que se conoce como “deber cívico”.
En fin, siempre hay manera, a nuestro alcance de relaciones personales, carácter, conocimiento y tiempo disponible. Participar en política no es difícil si contemplamos todo el abanico de posibilidades, y no conceptuamos la política como la sola militancia activa en un partido político o en una posición de gobierno.
La mayoría de la acción política, se puede y deber hacerse como ciudadano, de forma organizada o personalmente. La insistencia de la Iglesia de que el cristiano participe en política, vista así, no es ya tan difícil, hay mucho qué y mucho dónde.
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