Para quienes son defensores del infanticidio, de la muerte, es una derrota imperdonable, para la que estarán buscando revancha y triunfo finalmente.
El Senado de la República de Argentina, rechazó aprobar el aborto legal (hasta la 14ª semana), por una votación de poco margen, 38 contra 31 votos (más dos abstenciones y una ausencia). La Cámara de Diputados ya lo había aprobado. Según del lado que la gente esté en cuanto a la cultura de la vida (o de la muerte), o es victoria o es derrota.
Quienes defienden la vida desde la concepción, incluyendo en particular los de la campaña de “salvemos 2 vidas”, es una victoria a favor de la vida, y con justa razón la celebran.
En cambio, quienes son defensores del infanticidio, de la muerte, es una derrota imperdonable, para la que estarán buscando revancha y triunfo finalmente.
Esta victoria de la vida no es pues solamente asunto de cantarla, sino que debe ser motivo de profunda preocupación, de “velar las armas”, porque la guerra, la lucha por la vida o la muerte, va a seguir, como en tantas partes del mundo.
Ya el gobierno argentino se prepara para dicha revancha, preparándose para una iniciativa de reforma a la legislación penal, y por allí conseguir la legalización del aborto. Los defensores de la vida no se pueden ir a casa así como así. Deben estudiar el caso, preparar estrategias para la nueva defensa de la vida. El enemigo, detrás del cual está el demonio, no descansa.
Esta labor pro-vida de madre y nonato, tiene varias vertientes o estrategias. Primero la defensiva, que, con la experiencia previa de estas batallas, debe tenerse en cartera. La segunda, es la intensificación de campañas sagaces a favor de la vida.
Es evidente que falta mucho por hacer, pues sigue habiendo millonadas de gente a quienes no les preocupa el aborto, ni siquiera lo analizan desde el punto de vista de muerte, sino de inconveniencia materna, o del supuesto e inexistente “derecho de la mujer para disponer de su cuerpo”, que muchos aceptan sin reflexionarlo. El derecho a la vida del nonato les pasa de noche, lo descartan con toda facilidad.
Hay también, en la cultura de la muerte, grandes negocios internacionales, que gastan millones de dólares en mantenerlos, haciendo campañas pro-aborto, pues venden millones en productos o instrumental abortivos, o en la práctica del aborto en sus mal llamadas “clínicas”. Este es el más poderoso enemigo, por su dinero y poder de influencia en gobiernos nacionales y organismos internacionales.
Los grupos pro-vida no tienen semejantes fondos ni poder de influencia (incluyendo la corrupción para comprar voluntades influyentes y poderosas del enemigo). Con todo su activismo, los pro-vida tienen menos alcance para influir, pero deben hacerlo, e invitar a más personas a apoyar la vida.
Estas estrategias de defensa y promoción pro-vida, deben considerar seriamente una diferencia. Para los pro-muerte, según han demostrado at nauseam, todo se vale. Si pueden matar nonatos, todo lo demás es aceptable, sea crimen, corrupción, ofensa, agresión verbal o física, destrucción, torcer las leyes.
En cambio, los pro-vida solamente tienen a su favor la resistencia a las agresiones, los valores y derechos naturales humanos, y las leyes, el derecho de audiencia, de organizarse, y la objeción de conciencia, principalmente. Por supuesto, también la suma de voluntades que levanten la voz por la vida.
La tercera estrategia es la más sencilla, pero que requiere de persistencia e invitación a otros para mantenerla tácticamente: es la práctica de la oración; pedir la ayuda del Señor para detener el avance del aborto en el mundo, para hacer menos eficaces las acciones pro-muerte, y, sobre todo, para que el Señor abra los corazones de quienes diabólicamente defienden el aborto, la eufemísticamente llamada “interrupción legal del embarazo”.
Pedir al Señor que abra la mente de quienes, por millones, se mantienen al margen de esta lucha entre las culturas de la vida y de la muerte. Que vayan realizando que con cada aborto se mata a una persona humana. En general, la sociedad y muchas iglesias cristianas han dejado sola a la católica en esta lucha. Por eso los enemigos la atacan.
En todo esto hay que tomar muy en serio lo siguiente: que muchas personas no reaccionan, no les preocupa que se maten millones de bebés abortándolos, no se conmueven sus corazones. Ante estos, la estrategia es la defensa del derecho a la vida, por las protecciones constitucionales que los países puedan tener, y, sobre todo, la protección de la vida por suscribir tratados internacionales que la protegen, obligando a ello a los Estados firmantes, como el llamado Pacto de San José. Todo ello respaldado con la oración.
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