La cercanía con Dios y los seres amados vencerán la depresión que causa esta pandemia del COVID.
El COVID-19 conmueve a la humanidad y la pone de cabeza. Pero el mundo enfrenta otro tipo de pandemia, la de ansiedad y depresión, a niveles nunca vistos, producto del Coronavirus COVID-19, más por sus variantes que van apareciendo, por ver que la sociedad no responde siempre a las recomendaciones de la medicina, y de ver cómo personas cercanas se enferman, y a veces, mueren. Los fantasmas de la enfermedad grave y mortal, la muerte, tocan a las puertas de seres queridos y a la propia. Un fenómeno, este de la depresión, que puede recibir apoyos médicos y psicológicos, pero no los resuelve necesariamente. La solución está en otro lado: la paz interior.
La depresión es, en sí misma, una enfermedad, y a la vez causa de otros males, derivados de los cambios en las mentes y los cuerpos de las personas, algo muy bien conocido por las ciencias médicas, psicológicas y hasta sociológicas. No se puede despreciar en sus grandes efectos nocivos, que crean problemas personales y de relaciones humanas. La depresión es una enfermedad que puede llevar al enfermo hasta el suicidio. Las guerras, las hambrunas, el terrorismo, la causan a gran escala, y hoy la causa el COVID. Hay que evitarla, remediarla.
Es el momento de volver a la, en mucho olvidada y hasta despreciada, subestimada al menos, relación con Dios. Personas de religiosidad “light” y desentendida o al menos precaria, de pronto empiezan a pedir ayuda divina: “Diosito, ¡ayúdanos, sálvanos de este terrible mal del COVID!” Pero la mayoría de quienes abandonaron esa relación con el Creador, o nunca la tuvieron, necesitan paz en sus almas, en sus corazones, que es la respuesta a la depresión, la ansiedad, la angustia, el miedo no controlado.
Y hay quienes, habiendo estado más o menos alejados del Señor, luego le reclaman la enfermedad, y más la muerte, de seres queridos. ¿Cómo pudo Dios permitir que los familiares y amigos se hayan muerto? Pero ¿qué hicieron para evitarla, o rogar a Dios que eso no sucediera?
Ante el mal, el COVID y sus consecuencias, aparte de tomar los debidos cuidados, se requiere orar al Señor. Volver o ir a Él, y pedirle según el caso, protección, ayuda, tranquilidad espiritual, resignación, y eso supone paz en el alma. Paz, esa que Jesús pedía y nos pidió que la solicitáramos para nosotros, los nuestros, para la casa en la que lleguemos: “que la paz sea con ustedes”.
La medicina principal para combatir la depresión es acercarse al Señor, claro, sin dejar fuera las respuestas médicas y psicológicas cuando procedan, que son también formas de ayuda proporcionadas a la humanidad por Dios. La cercanía con la familia, con los buenos amigos, las personas sabias, ayudarán mucho a controlar los miedos, a evitar la depresión o a vencerla. En todo caso, la cercanía con Dios y los seres amados vencerán la depresión que causa esta pandemia del COVID.
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