No hay manera de esconderlo, Acapulco fue destruido en unas pocas horas por un huracán de la máxima categoría, 5, llamado Otis sin que recibiera la inmediata ayuda gubernamental. El peor desastre natural de México en los años recientes. Es cierto que Otis subió muy rápido de fuerza, en unas horas anteriores también, pero había tiempo para tomar algunas medidas precautorias de parte de los gobiernos municipal, estatal y federal. Pero nada pasó, a sus tres niveles la incompetencia y falta de capacidad quedaron más que demostradas, para desgracia de la población del puerto y zonas vecinas.
Las imágenes y la información circuladas por redes sociales, con videos de particulares, incluyendo de turistas, son de enorme gravedad, las que ya en la mañana fueron difundidas por medios de comunicación comerciales. Pero por ningún lado se vieron o ven las acciones necesarias inmediatas del gobierno de López Obrador ya por la mañana tras el desastre, salvo imágenes de militares tratando de limpiar de obstáculos la carretera hacia Acapulco.
Cuando ha habido otros desastres naturales en sexenios pasados, los presidentes Fox, Calderón y Peña Nieto, se pusieron enseguida en acción y se presentaron en las zonas dañadas para directamente tomar y ordenar acciones de gobierno necesarias a la población. Se metieron a los lodazales y partes inundadas, y las fotos de lo mismo circularon en sus momentos. Pero el presidente López Obrador, por razones accidentales, apenas y se habrá ensuciado los zapatos.
El gobierno actual quedó paralizado ante el desastre en las horas primeras ante la fatalidad destructiva de Otis. No aparecieron tomando las acciones posibles ni la presidenta municipal de Acapulco ni la gobernadora de Guerrero. Pero lo peor fue la ausencia inmediata y valiosa del gobierno federal, como se había dado en otras administraciones. Días antes, parte del estado de Sinaloa fue dañado e inundado por otro huracán, y la ayuda que se requería de inmediato del gobierno federal no apareció ni aparece. El plan DNE-3 se inició tarde.
Y lo peor, políticamente hablando, fue la tragicomedia del viaje del presidente López Obrador a Acapulco por carretera. Fue a darse una vueltecita (así en diminutivo) como se dice en la prensa política, “para la foto”. Pero resultó al revés, “las fotos” lo hicieron ver mal, muy mal. Regresó de inmediato a la Ciudad de México, sin que se haya publicado en medios, comerciales u oficiales, qué fue lo que hizo como gobierno en el Puerto.
El vehículo militar en donde viajaban el presidente y sus principales secretarios de Estado quedó atascado en el camino, y la gente se pregunta ¿por qué no fueron en helicóptero? Tanto la Marina como la Sedena los tienen, pero el presidente tomó la decisión equivocada, como muchas otras que a lo largo de su administración han quedado en evidencia. El resultado de ese viaje terrestre del gobierno federal se ha convertido en motivo (más que justificado) de escarnio y también de enojo de la población. El ridículo autoprovocado.
Pero fuera de esta muy grave falta de la necesaria (y previsible) acción de gobierno en las horas anteriores a la llegada del huracán, como en las de la mañana, y del ridículo que hicieron López Obrador y sus secretarios de Estado acompañantes, queda en evidencia la destrucción del fondo que gobiernos anteriores habían acumulado por años para utilizarlo en casos de desastres como el de Otis en Acapulco, el conocido Fonden.
Ante el dispendio federal en los elefantes blancos necesitados de mucho, pero mucho dinero (del que no se dan cuentas públicas) López Obrador ordenó a sus fieles sirvientes del Congreso que eliminaran, entre otros fideicomisos, al Fonden. Ya no hay dinero para encarar estos desastres y ni siquiera los planes que existían, resultado del propio Fonden, para atender de inmediato a la población afectada. Y ¿dónde quedaron esos miles de millones de pesos del Fonden? No hay cuentas.
Mal, muy mal ha quedado el presidente, no solo por su torpe decisión de ir por carretera a Acapulco, sino por la inacción oportuna de su gobierno. Antes de que él mismo empezara a tomar medidas, ya la ciudadanía empezó a montar sitios de recepción, de acopio, de ayuda a los damnificados por Otis. Esta es la realidad del tan justamente criticado gobierno de lo que llaman la 4T. No necesita Morena y su presidente de la República que lo difamen, lo injurien o le inventen mentiras. La realidad de su fracaso ha quedado bien retratada en Acapulco y su desdichada población y turistas presentes.
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