Hace 111 años, el día 12 de agosto de 1913 se formalizó la organización llamada Asociación Católica de la Juventud Mexicana, en la Ciudad de México. Un sacerdote francés, radicado en México, el jesuita Bernardo Bergöend la promovió tomando el modelo de una organización semejante francesa. Entre los seglares fundadores se encontraba un joven de gran valía, Luis B. Beltrán y Mendoza, a quien tuve el honor de conocer y tratar en mi juventud., un amable caballero “con olor de santidad”.
De esa fundación, la ACJM se extendió a otras entidades, sin duda bajo el amparo del Espíritu Santo, pues de ella salieron muchos jóvenes que se distinguieron en la triste época de la persecución religiosa de 1926-1929. Gran parte de la resistencia católica, civil y también militar como cristeros, se llevó a cabo por miembros de la ACJM, distinguiéndose en particular (el ahora beato) Anacleto González Flores, en Guadalajara. Varios de los mártires de la época fueron acejotaemeros. La existencia de esos grupos de ACJM que resistieron la persecución religiosa de Elías Calles, con sus jóvenes formados en la oración y la instrucción religiosa fueron pieza clave de la Iglesia y de la sociedad en esos difíciles años.
Pero la formación juvenil de la ACJM no se limitó a la defensa de la Iglesia en esa época. A través de los años siguió formando líderes católicos que han aportado mucho a la sociedad mexicana, no sólo a la Iglesia católica. La mayoría de ellos no queda registrada como “distinguidos ciudadanos”, sino que han pasado sus vidas haciendo el bien de manera discreta ante la sociedad, pero con valor inmenso ante el Señor. El lema acejotaemero de “Por Dios y por la Patria” se ha seguido tanto para el apostolado seglar como para la sociedad en general.
Una organización que sin proponérselo recibió el beneficio de la formación cristiana en favor del bien común de la sociedad, es el Partido Acción Nacional. Desde su fundación en 1939, con personajes como Luis Calderón Vega, líder estudiantil católico, y hasta la fecha jóvenes y ya adultos forjados en la ACJM han nutrido de hombres valiosos al PAN. Entre ellos se distinguen tres expresidentes nacionales de la ACJM convertidos luego en presidentes nacionales del PAN: José Gonzáles Torres, Abel Vicencio Tovar y Carlos Castillo Peraza. Pero además de presidencias, un gran número de “buenos panistas” se forjaron en las filas de la ACJM.
En los Comités (antes Centrales) Nacionales de la ACJM, y también a nivel local, muchos exacejotaemeros han ocupado presidencias y otras responsabilidades en los grupos parroquiales y comités diocesanos, que luego se han desempeñado como líderes, periodistas o académicos y maestros en la sociedad, padres de familia responsables y formadores católicos de su prole. La Acción Católica Mexicana ha tenido muchos presidentes parroquiales, diocesanos y nacionales a dirigentes de la ACJM.
La ACJM, además de la propia instrucción religiosa, ha dado a sus miembros la formación del trabajo en equipo, en manejo formal de una organización, de hablar en público, tanto como oradores como maestros y líderes sociales. Se aprendió allí a escribir, a colaborar en publicaciones tanto católicas como sociales y políticas, a obedecer y a dirigir a otros. Se aprendió a organizar reuniones de todo tipo, desde cursos hasta asambleas nacionales. La obediencia a las autoridades eclesiásticas siempre fue y es una característica de la ACJM.
Entré a la ACJM a los 15 años con uno de mis hermanos en un grupo interno de la ACJM en el Colegio Franco Mexicano de Monterrey, animado por uno de los hermanos maristas del mismo y también participé en mi grupo parroquial. De allí pasé al Comité Diocesano de Monterrey y luego al Comité Central, como miembro titular del mismo, y colaboré con la Junta Central de la ACM. Mucho aprendí, igual que mis compañeros, y digo en broma y en serio, que si el Ratón Macías dijo que: “todo se lo debo a mi manager y a la Virgencita de Guadalupe” que yo “todo se los debo a la ACJM y a la Virgencita de Guadalupe”.
Ahora la ACJM celebra este 12 de agosto de 2024 sus ciento once años de vida apostólica, con mucho orgullo tanto para sus actuales miembros como para quienes lo fuimos en nuestra juventud y en ella fuimos formados. Demos gracias a Dios por este regalo para México, que le ha aportado mucho en formación cristiana, apostólica, de liderazgo y de acción “Por Dios y por la Patria”.
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