Las estructuras políticas morenistas tienen mucho poder de convocatoria y amenazas para movilizar a muchas personas, en especial obligar a servidores públicos federales y de entidades gobernadas por Morena.
La polémica sobre la consulta de revocación (o ratificación) del cargo de presidente de la República, de si se debe ir a votar o no, está en su máximo. Hablando sobre quienes invitan a votar se dividen en dos: los que buscan el respaldo a Andrés Manuel, a como dé lugar, los llamados amlovers de Morena y otros más, por una parte. Y por la otra parte, quienes invitan al voto pensando que se pueden reunir votos suficientes para sacarlo de la presidencia, en particular Gilberto Lozano y su FRENA (sí, “su” de él).
Hay varias personas, analistas, comentaristas, políticos, académicos, líderes sociales y ciudadanos de a pie, que defienden una de las dos posiciones, entre las cuales no hay, por ahora, término medio: “to vote or not to vote, that is the question” (con perdón de Shakespeare). Entre la ciudadanía, hay mucha inquietud e indecisión si deben o no votar, ante quienes invitan o a hacerlo o a no hacerlo.
Yo invito a quienes piensan “que sí se puede” sacar a Andrés Manuel de Palacio Nacional el 10 de abril, a que digan cómo se podría alcanzar la cifra de votos, mayor al 40 por ciento del padrón, y en donde la mitad de los votantes más (al menos) uno, pidan que se vaya para que el resultado sea vinculante.
El panorama político y su desarrollo esperado para las próximas semanas indican que eso es imposible. Cuando se dice que si la revocación la promueven el presidente y su partido, debe verse con seriedad, y que lo hacen porque saben que podrán manipular a suficientes millones de personas para que vayan a votar a favor del presidente. Cuentan con el (indebido, pero real) agradecimiento al presidente por los dineros que como limosnas da a millones de personas, con diferentes programas “sociales”, y temen perderlos. Y, además, las estructuras políticas morenistas tienen mucho poder de convocatoria y amenazas (abiertas o solapadas) para movilizar a muchas personas, en especial obligar a servidores públicos federales y de entidades gobernadas por Morena. Y por supuesto todos los millones de pesos que se requieran, que ya se están gastando, para promover o comprar votos, “acarrear” votantes a las casillas.
Confían también los servidores del presidente, en el alto nivel de aceptación o popularidad de Andrés Manuel que, aunque estos días algo ha bajado, sigue arriba del cincuenta por ciento. Dicen los opositores al presidente que hay que tomar en cuenta los votos de junio pasado. Pero se equivocan en esa referencia, pues no estaba AMLO en las boletas, y el 10 de abril estará solamente él. Esta diferencia es crucial, definitiva. De todas maneras, partir de esas cuentas de junio indica que no hay expectativa alguna (que no sea un buen deseo) de que vote en abril el 40% pasadito del padrón electoral, para que sea vinculante.
El 10 de abril es un día especial, es el primer domingo de las vacaciones de Semana Santa, el Domingo de Ramos. Algunas familias ya estarán de viaje desde el viernes o sábado. La Semana Santa de religiosa se ha vuelto de paseo, de viaje, de no hacer nada. De esta forma, la expectativa de número de votantes que vayan a las urnas que les corresponden por domicilio deja mucho, demasiado, que desear. Y muchas personas piensan que ya saben en qué acabará este ejercicio de voto: en un triunfo de Andrés Manuel, que no tendrá un resultado vinculante para que se quede, pero sí suficientes votos que le permitan presumir su popularidad, y darle alas para aumentar su control político, sus caprichos, sus odios para quienes no le apoyan, su ya vista facilidad para violar leyes y la propia Constitución federal. Así, no irán a votar: “para qué, pues”.
Para que este panorama cambie radicalmente, y justo antes del día 10 de abril, se debería caer estrepitosamente la popularidad del presidente, que se haya creado un enorme, muy grande malestar, enojo, furia popular, para que realmente muchos, suficientes millones de ciudadanos vayan a votar por revocarle el cargo al presidente. Para ello sería necesario que el mismo presidente cometiera alguna locura que enfurezca a la ciudadanía y vayan a votar por “botarlo”.
Hay quienes invitan a votar con argumentos que han pensado mucho, estén o no en lo correcto, como que es deber (constitucionalmente NO lo es) de ir a votar, que votando se apoya al INE, que al votar se reduce el poder político del presidente… Pero no lo veo así.
De esta manera, vuelvo a mi pregunta, un reto, una invitación a quienes dicen que sí se va a poder sacar al presidente de la presidencia, con tantos votos que resulte vinculante el resultado de que se le revoque el mandato, o al menos para que finque un precedente democrático. Que demuestren la factibilidad de lograrlo, no como un buen deseo, un “sí se puede”, sino con acciones específicas. Sin olvidar que los partidos políticos, institucionalmente o por voceros, no pueden legalmente promover la revocación.
Y la pregunta es; ante el control, manipulación y forzamiento de Morena sobre millones de ciudadanos, y la popularidad de Andrés Manuel, que llevarán millones de ellos a votar que se quede, ¿cómo, con qué medios, recursos (incluyendo principalmente de dineros), argumentos, movilizaciones, podrán convencer, no forzar, a más millones de mexicanos a que voten por la revocación? Por mi parte, y de otras muchas personas, lo veo imposible, pero doy el beneficio de la duda. Por eso, insisto, ¿cuáles son las formas, razonables, posibles, alcanzables, para que suficientes mexicanos vayan a votar (más del 40% del padrón) y que de ellos la mayoría pidan la revocación para que sea vinculante?
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