Qué le ha dado el cristianismo al mundo

Todos los tratados internacionales están inspirados en los valores cristianos: la vida, el matrimonio, la familia, la libertad de educación, la libertad religiosa, el interés superior del menor, etc.



Una vez más, nos encontramos celebrando, en este mes de enero, el advenimiento de un año nuevo y, una semana antes, el nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, que es, ni más ni menos, el nacimiento de nuestra civilización. Por este maravilloso acontecimiento, la historia de la humanidad se dividió en dos partes, en un antes y un después de Jesucristo, y con esta nueva era de la humanidad se inaugura la primera gran globalización; pero el mundo aún no lo sabía. Antes de eso, cada pueblo contaba los días y los años según sus propias tradiciones y costumbres. Ahora, y desde hace mucho tiempo, toda la historia antigua, y la que data del año 1 a la fecha, se cuenta a partir del nacimiento de Jesucristo. La mayor parte de los habitantes de la tierra, estoy casi seguro, no entienden bien el significado histórico que tiene ese gran acontecimiento que es el nacimiento de Jesús, sin embargo, celebran en gran parte del mundo la Navidad como una fiesta muy alegre. Por otro lado, el día primero de este año constaté (como sucede cada año), que en todo el planeta se celebró, con muy diversas modalidades y según los husos horarios de cada región del globo terráqueo, el Año Nuevo, este que es el 2022 de la era cristiana.

Puede ser que un gran número de habitantes del mundo ignoren que, muchas cosas que hacen cotidianamente, la hacen en clave cristiana. Incluso, el ateo más anticristiano que pueda haber sabe que vive en el mes de enero del año 2021 después de Cristo, muy a su pesar. Cualquier ser humano que en cualquier parte del mundo decide hoy tomar un avión, un autobús, un tren o un barco, debe hacerlo, sin casi pensarlo, en la fecha que marca el calendario cristiano*. Lo más importante, sin embargo, no es eso. Lo más importante es la cultura y la civilización que el cristianismo nos ha heredado, sobre todo en Occidente, si bien hay católicos en todo el mundo. La religión es el hecho cultural por antonomasia porque constituye una forma de vida. Esa forma de vida ha permeado en todas las culturas a través de los siglos por eso, para mí, es la primera y más importante globalización que ha dado cauce a las demás globalizaciones (“mundialización”, decía mi amigo Carlos Castillo Peraza qepd porque, entre otras cosas, cuando uno se muere no se va al otro globo, sino al otro mundo).

Puede ser también que muchos de los habitantes de la tierra, no se hayan percatado de las enormes ventajas que es vivir en un mundo marcado por la cultura y la civilización cristianas. Es normal que la gente piense que todo siempre ha sido así, sobre todo los más jóvenes. No sé si el hombre y la mujer de hoy sepan, por ejemplo, que la dignificación del ser humano es fruto del cristianismo. Que a través de estos dos mil años de la era cristiana se ha normalizado la igualdad de todos los seres humanos, por el hecho mismo de ser humanos, es decir, hijos de Dios. Que, consecuentemente con lo anterior, los Derechos Humanos nacieron del cristianismo (El amanecer de los Derechos del Hombre, jean Dumond, Ed. Encuentro) y no de la Revolución Francesa, que fue esencialmente anticristiana. Recientemente, escribí algunos artículos al respecto.

Es esa dignificación la que hace, a cada ser humano, igual por naturaleza. Es la que iguala al hombre y a la mujer, al niño, al adulto y al viejo; al discapacitado y al atleta; al negro y al blanco y a todas las razas; al pobre y al rico; al ignorante y al sabio; al enfermo y al sano; al gobernante y al gobernado; al musulmán y al cristiano, o al de cualquier credo o sin él, etc. Es esa dignidad la que hace que la persona humana sea única, irrepetible (de cada ser humano no hay sino un ejemplar), es un fin en sí misma e idéntica a sí misma (no es parte de nadie, ni siquiera de su madre); su dignidad le impone no ser instrumento de nadie; es trascendente, por ser espíritu encarnado. Los conceptos de no humillación, de respeto, de tolerancia y amor al prójimo, inclusive al enemigo, son conceptos cristianos.

Pero esa dignidad es cada vez menos valorada o bajo ataque en un mundo que se ha tornado insensible, digamos que anestesiado, o que es simplemente manipulado por intereses que pretenden destruir nuestra cultura, nuestra tradición y civilización cristianas. Por un lado, sin entender el verdadero significado de lo que es la igualdad, los políticos de casi todos los bandos, iluminados por intelectuales que saben de muchas cosas pero no de antropología filosófica, es decir, de lo que realmente significa ser humano, atizan la hoguera de las desigualdades las cuales se convierten en incendios controlados por una supuesta o real democracia (España, México, Argentina, Perú, EE UU y muchos otros), para arrojar a millones de votantes en brazos de los peores gobiernos, por lo menos en lo que llevamos del siglo XXI. Lo peor del caso es que esos gobiernos y sus fanatizados legisladores aprueban leyes que tienen por objeto inventar derechos donde no los hay y no los debe haber, e igualdades donde no las puede ni debe haber. Primero inventan, por ejemplo, un derecho al matrimonio entre homosexuales para, enseguida, otorgarles el derecho a la adopción de pequeños, derecho que ni siquiera los heterosexuales tenemos, porque el derecho es del menor.

Todos los tratados internacionales están inspirados en los valores cristianos: la vida, el matrimonio, la familia, la libertad de educación, la libertad religiosa, el interés superior del menor, etc. (Declaración Universal de Derechos Humanos, ONU, 10 dic. 1948; Declaración de los Derechos del Niño, ONU, 1959; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ONU, 16 dic. 1966; Convención sobre los Derechos del Niño, ONU, 20 nov. 1989; Carta de la Organización de Estados Americanos, OEA, 30 abr. 1948; Convención Internacional Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, etc., etc.). La violación de todos estos tratados y convenciones pretende convertirlos, poco a poco, en letra muerta. Joe Biden, por ejemplo, ha insistido en que la ONU acepte el aborto como si fuera un derecho humano. Afortunadamente, hay todavía una notable resistencia de muchos países iberoamericanos, de la mayoría de los países africanos y muchos países musulmanes, además de muchas organizaciones (de diversos países, incluido México) de la sociedad civil. Debo decir, para terminar, que todo este ataque a nuestra cultura y civilización cristianas no es nada nuevo en la historia de la humanidad. No es más que la prolongación de la lucha entre el bien y el mal, entre el trigo y la cizaña. Al final, sabemos, triunfará el Bien.

*Hasta el 4 de octubre de 1582, todas las fechas corresponden al Calendario Juliano; al 4 le seguirá el 15 de octubre de 1582, que es el primer día del Calendario Gregoriano, que nos rige hasta la fecha, es decir, se suprimieron 10 días.

 

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