La mayoría que tiene actualmente Morena en la Cámara de Diputados es artificial, la obtuvo con trampas y compró a diputados de otros partidos.
El 6 de junio próximo se juega en México el futuro de nuestros hijos y nietos y quizás de varias generaciones más. No se trata de una elección cualquiera. No se vale quedarse en casa y mantenerse al margen de lo que podemos llamar: la madre de todas las elecciones. Quienes piensan que con, o sin su voto, las cosas no van a cambiar, se equivocan. Cada voto cuenta para cambiar el rumbo que lleva el país. Seguramente hay mucha gente que es ajena a la política, porque piensa que la política es sucia, y no le falta razón para pensar así. Habrá también quien piense que lo que pasa en las altas esferas del gobierno no es de su incumbencia, que los políticos se las arreglen como puedan, mientras no lo molesten. Y éste también tendrá razones válidas para pensar así. Otros ciudadanos prefieren abstenerse de votar, porque deciden dedicar ese domingo a actividades más de su agrado.
Sin embargo, debo decir que nada habrá más importante el 6 de junio que salir a votar. Las razones sobran, pero voy a enunciar sólo unas pocas:
1. El gobierno actual ha abusado de la mayoría que tiene en la Cámara de Diputados para desmantelar una a una las instituciones que representaban un freno al presidencialismo o un servicio indispensable para los ciudadanos. Ejemplos hay muchos: Desbarató el Seguro Popular que atendía a 50 millones de mexicanos que no tienen ISSSTE ni IMSS. Se apoderó de los fideicomisos que atendían, por ejemplo, catástrofes, como incendios forestales. Los morenos en el Congreso de la Unión, por instrucciones del presidente, cancelaron los contratos que favorecían la libre competencia, por ejemplo, en el precio de las gasolinas, pero ya lo estamos pagando caro. Todas esas acciones fueron ejecutadas con el pretexto de que había mucha corrupción. Hasta la fecha, el presidente no ha presentado un solo documento probatorio y tampoco ha dado nombres de los supuestos corruptos. Si Morena no tuviera mayoría, la oposición hubiera frenado muchas arbitrariedades, sobre todo porque los morenos actúan servilmente, a las órdenes del presidente.
2. Dos de las leyes que ha aprobado recientemente la mayoría de Morena, han pasado, como ordenó el presidente, sin quitarles ni un punto, ni una coma. Independientemente del daño enorme que esas decisiones van a causar al país, estamos en presencia de un congreso (como en el viejo PRI) que se humilla hasta la ignominia frente a un hombre ignorante, corrupto y cada vez más errático.
Aquí vale la pena detenerse para hacer un poco de memoria. Dicen muchos politólogos y comunicadores que, a partir de 1997, los ciudadanos han votado con inteligencia y con prudencia, al no conceder la mayoría en el Congreso a los presidentes en turno, para equilibrar las fuerzas. Le han llamado a este fenómeno el “voto diferenciado”, especialmente con Zedillo, Fox y Calderón. Con Peña, el PAN tuvo una importante fuerza en el Senado, pero en 2018 los ciudadanos votaron casi en bloque por el partido del presidente. Digo casi, porque aún en ese caso, los votos por Morena para el Congreso de la Unión fueron significativamente menos abundantes que por el candidato presidencial. De hecho, la mayoría que tiene actualmente Morena en la Cámara de Diputados es artificial, la obtuvieron con trampas, comprando a diputados de otros partidos y sumando ilegalmente a diputados de partidos satélites o, más bien, parásitos.
Después del próximo 6 de junio, si no es derrotada la mayoría de Morena en la Cámara de Diputados, los que pensaban que la política es sucia, tendrán razones de sobra para sufrirla en sus propios intereses, empezando por su empleo o su empresa mini, pequeña o mediana, y terminando con su familia y su persona; por no hablar de la inseguridad rampante en todo el país. Aquellos que creían que nadie los iba a molestar, pasara lo que pasara, experimentarán en carne propia la molestia que supone perder la esfera de su libertad, inclusive de su comodidad personal. Sólo un ejemplo: no pasará mucho tiempo sin que el país experimente apagones continuos. Es fácil predecirlo: el aumento continuo de la población hace que, inevitablemente, la demanda de energía eléctrica siga aumentando, pero las inversiones para alimentar la demanda no son del gusto del presidente, porque son limpias (“porque afean el paisaje”, dijo en una visita a la Rumorosa en Baja California, al ver las turbinas que producen electricidad con el viento) las ha combatido irracionalmente. Lo de menos será que se interrumpan los programas favoritos en la TV, que se pierdan los alimentos que requieren refrigeración, o los gastos adicionales que tendrá que hacer la familia para mantener en equilibrio su hogar, sin contar con las cuantiosas pérdidas económicas que sufrirá el país. Lo más dramático será el retroceso de décadas de progreso del país, por no contar con sistemas de producción de energía eléctrica sustentable y sostenible. Y esto es un solo ejemplo. Inclusive, a los que viven de las dádivas del gobierno, se les pueden mermar o acabar sus entradas, dado que, para sostenerlas, necesita el gobierno cobrar impuestos y, si no hay nuevas inversiones (hay que recordar que el presidente les tiene especial odio a los empresarios, mexicanos o extranjeros, que no se acomoden a su capricho) difícilmente podrá cubrir todos sus compromisos de “ayuda a los más pobres”. Por cierto, si gana la oposición, no habrá recortes en los programas sociales. Nunca los ha habido en diferentes transiciones.
Con el cuento del combate a la corrupción, sólo ha encarcelado a algunos adversarios, más como venganza que como justicia. Con la cantaleta de “no somos iguales”, trata de engañar a sus seguidores que no saben que no solamente son de los mismos, sino que, siendo de los mismos, son los peores. La evidente corrupción de parte de su familia y de sus principales allegados: llámense Bartlett (sus 80 casas), Salgado Macedonio, Napo Gómez Urrutia, el “señor de las ligas”, la pareja del gringo con la Secretaría de la Función Pública (sus 8 casas), Pío López, etc. dan cuenta de ello.
Para terminar, sé que a muchos ciudadanos no les gusta la alianza entre el PAN, el PRI y el PRD. A mí tampoco. En todo caso, habrá que votar pensando en el principio llamado del “doble efecto” o del “voluntario indirecto”, también llamado del mal menor porque, en efecto, se puede estar votando por un mal, pero es un mal menor comparado con el mayor mal que consiste en abstenerse de votar y, por lo mismo, conceder que Morena pueda ganar la mayoría. Yo les aconsejo a los ciudadanos que se vean en la triste tesitura de votar por un partido de oposición por el que nunca hubieran votado, acercarse a la urna (o a las urnas) y, antes de votar, taparse muy bien la nariz para evitar algún desagradable tufo. ESE SÍ SERÁ UN VOTO ÚTIL.
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