El aborto como crueldad y violencia (IV). ¿Libertad de qué o para qué?

“Hoy asistimos a la destrucción de la libertad individual. Con el aborto, los estatistas han encontrado el método más efectivo para destruir la libertad: destruir a la persona” (Ron Paul: Being Pro Life Necessary to Defend Liberty).

Pasemos ahora de un tema por demás doloroso y espeluznante, como el que describimos en el artículo anterior, a algo más filosófico, antropológico y ético.

Desde el Renacimiento, pero, sobre todo, a partir de la Revolución Francesa, se ha abusado del término y del concepto de libertad, hasta convertirla en una palabra vacía de contenido. Lo mismo le pasa a la palabra derecho, que se ha usado cada vez más para expresar, justamente, lo que no es el derecho, o de lo que no se tiene derecho. La libertad es un derecho humano, y los derechos humanos son categorías que están inscritas en lo más íntimo de cada ser humano y, por lo mismo, no dependen de la definición arbitraria de ningún gobierno ni de ningún parlamento, ni departamento de justicia alguno.

El derecho inalienable a la vida y, por lo mismo a la libertad es, esencialmente, el derecho de estar libre de agresiones, y es el Estado con sus leyes, quien debe garantizar dicho derecho fundamental. Es verdad, por lo mismo, que sin respeto por la vida no existe la libertad. Donde no hay respeto por la vida humana, se pueden cometer los crímenes más atroces y, lo más atroz de eso es que el crimen se cometa en nombre de la libertad. “¡Oh,Libertad -decía Madame Roland al subir al cadalso en la Revolución Francesa- cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

Donde no se reconoce en el “otro”-ya sea que se encuentre o no en el vientre materno-, su eminente dignidad humana, se cae en la falacia de que hay seres humanos que merecen vivir y otros que merecen morir. Este es, sin duda, el mayor fracaso social y político de la sociedad actual. Shulamith Fireston, una de las fundadoras de la revolución sexual y del aborto, decía que éste –“el aborto- significaba una forma de liberación”, es decir, liberación de la responsabilidad que supone traer un nuevo ser humano a esta vida., que no es otra cosa que hacer que los bebés pague con su vida la irresponsabilidad, pero sobre todo el egoísmo de sus padres y el fanatismo de quienes presionan a las mujeres a abortar.

Hay que decirlo una y otra vez: el aborto no es un acto de libertad, si bien es verdad que, para perpetrarlo, alguien hizo mal uso de su libre albedrío, que no es lo mismo que hacer uso de su libertad. Para distinguir con claridad lo que es libre albedrío y lo que es libertad, hay que hacerse la siguiente pregunta: ¿Libertad para, o libertad de? El ladrón se siente libre de robarle la cartera a un transeúnte; un sicario se siente libre de matar a un ser humano; un servidor público se puede sentir libre de defraudar a los contribuyentes, disponiendo, “libremente”, del dinero de estos últimos. La verdadera libertad, la libertad moral, se usa para hacer el bien. Por ejemplo, trabajarhonestamente para mantener a la familia, educar a los hijos en las virtudes morales y religiosas y en los valores cívicos, para hacer de ellos buenos ciudadanos y para contribuir a su formación espiritual.

Sin respeto por la vida humana, no hay verdadera libertad. Las feministas abortistas (porque las hay otras que son provida, me consta) creen que es un gran argumento ese que esgrimen en sus marchas: “nosotras parimos, nosotras decidimos”.  Ciertamente, las mujeres tienen la libertad de quitarle la vida a un ser humano que es su hijo, porque pueden hacerlo, aunque no deban hacerlo, pero dar a luz un hijo, es decir, ser madre de uno alojado en su vientre, no convierte a la madre en dueña de su hijo, ni antes, ni después de parir “Nadie puede (debe) reclamar derechos sobre la vida de otro ser humano” (Papa Francisco, mensaje del 17 de enero de 2023 al cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano). Sólo ellas pueden parir, pero no por eso tienen la libertad para decidir matar al bebé que se encuentra en sus entrañas.

Otro de los sofismas que sostienen en debates académicos, quienes defienden el derecho de la mujer a matar la vida que se desarrolla en su vientre, es explicar que “el embrión o el feto sólo tienen vida potencial”, lo cual nos remite a un concepto aristotélico. La respuesta a esta falacia se encuentra en Aristóteles mismo, quien explica en su Metafísica que el cambio que experimentan lo seres, todos los seres, puede ser sustancial o accidental. Es substancial, por ejemplo, cuando un León se come a un antílope, y éste deja de ser lo que es y se convierte en parte de la naturaleza del León.

 Por otro lado, en el cambio accidental, la substancia está en acto en cuanto substancia, pero está en potencia respecto de los accidentes que la califican. Por ejemplo, un niño varón, se va convirtiendo en un adolescente aumentando de peso y de estatura, de masa muscular, de fisonomía, etc., hasta que el cabo del tiempo puede estar irreconocible, aunque sea siempre, substancialmente, es el mismo ser humano hasta su muerte.

Lo mismo pasa con el ser-humano-embrionario-y-fetal; la diferencia es que no lo vemos, ni su madre, pero es el mismo ser humano (esta es una de las ventajas que tienen los abortistas, que, porque no se ve el bebé -embrión o feto-, pueden inventar cualquier mentira que les autorice a matar).

Veamos ahora, con los ojos de la ciencia: un gameto humano (óvulo fecundado) está en acto de ser gameto humano y en potencia de ser embrión; pasa el tiempo y éste está en acto de ser embrión y en potencia de ser feto humano; pasa el tiempo y éste está en acto de ser feto y en potencia de ser bebé y de nacer. Es decir, el gameto sigue siendo la misma substancia (ser humano), pero adquiere su desarrollo natural por los accidentes que lo van conformando: peso, forma, tamaño, etc., por lo cual no es que la vida esté en potencia, sino que es vida en acto, pero en desarrollo potencial La trisomía 21 (personas con síndrome de Down) es también un accidente, como todas las condiciones de vulnerabilidad biológica son accidentes, pero no les quita nada de su ser humano. Es verdad que todos los seres humanos siempre estamos en potencia de algo, pero también lo es, como lo hemos visto, que estamos en acto de ser humanos, desde la fecundación. Esto es, una vez que nace se pasa, de bebé (en acto) a ser niño (en potencia), a ser adolescente (en acto), a ser abogado (en potencia), a ser abogado en acto si cumple con los accidentes (requisitos)que lo hacen ser abogado, o arquitecto, o campesino, u obrero, etc., y así hasta la muerte, de la que todos, sin excepción, estamos en potencia…

La vida, queda demostrado, es un continuo desde la concepción (hay quienes dicen que es desde la fecundación, en lo cual estoy de acuerdo) hasta la muerte natural. Nadie, repito, tiene derecho a matar a un ser humano, nacido o no. Se me dirá, con razón, que hay países en donde aún existe la pena de muerte. Sin embargo, aún en estos casos (por ejemplo, Texas y algunos otros estados de la Unión Americana) el reo procesado es un adulto y tiene derecho a una defensa justa de su vida, no así, tratándose de hombres y de mujeres que se encuentran en desarrollo en el vientre materno, y que, por lo mismo, son los seres humanos más frágiles e indefensos. Generalmente, esos hombres y mujeres no cuentan con defensa alguna, salvo la de esos héroes y heroínas que se apuestan cerca de los abortorios para tratar de disuadir a las mujeres que acuden a ellos, invitándolas a platicar sobre su drama, invitándolas, en muchos casos, a ver una ecografía de su bebé. Y en algunos casos arriesgando, incluso, su libertad o su dinero (en un artículo posterior hemos hablar de esto).

¿Libertad para matarlos sin juicio alguno, sólo porque hay hombres y mujeres que se sienten liberados de una amenaza? ¿Contra su desarrollo profesional, artístico, etc.? ¿Qué entenderán ellos por libertad? ¿O es para librarse, egoístamente, de lo que consideran una carga insoportable? En estos casos, es más frecuente que sean los varones los principales responsables de los abortos, por la presión que ejercen sobre la mujer; es decir, son los padres de familia, los esposos o los novios (sin descartar a los amigos, a los parientes o a los médicos). Pero, en todos los casos, la palabra o el concepto de “liberación” es el que se impone, falazmente. La verdadera libertad, la libertad para, se encuentra en la observancia de la ley natural. Esa que dice: no matarás, no robarás ni mentirás, etc., traducida en el decálogo que Dios le dio a Moisés.

Te puede interesar: El aborto, violencia y crueldad (III.b)

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