El día 8 y el mes de marzo y todo el año son para cultivar y exigir el respeto a la mujer, por su dignidad de ser humano, primero, y por ser mujer, después.
En el entendido de que todo ser humano es distinto a cualquier otro, por ser único e irrepetible y porque de cada ser humano no existe sino un ejemplar, podemos, sin embargo, decir que hay diferentes tipos de mujeres según su actividad, su vocación, su trascendencia en la familia o en la sociedad, independientemente de su carácter o de su personalidad. También, obviamente, se puede decir también de los hombres, pero esa es otra historia.
Según el último censo del Inegi, el 51.4% de los mexicanos son mujeres, y del 100% de la PEA (Población económicamente activa), el 39% son mujeres y, si separamos las que son empresarias, el impacto que ellas tienen en el PIB nacional es del 37%. No deja de ser interesante constatar que las mujeres empresarias (la mayoría de ellas encabezan a las Pymes, las cuales tienen un significativo impacto en la economía nacional) destinan el 70% de sus ganancias a la familia y a apoyar a la comunidad. Las empresas Fintech son dirigidas en un 33% por mujeres,
Quizás lo más impactante de este análisis es que durante los sexenios de Felipe Calderón y de Peña Nieto, las mujeres que accedieron a un préstamo para invertir en una empresa (generalmente microempresas, y pequeñas empresas) tenían una morosidad del 2.8%, según datos de Sedesol y de Hacienda. Por el contrario, por cada cien hombres que adquirieron un préstamo para invertir en una empresa similar, lograron liquidar por completo el 83:7%, lo cual significa que las mujeres tienen mayor disciplina y organización, aparte de visión de futuro. Su instinto maternal, como protectoras de la familia, explica en mucho esta estadística. Aunque los datos oficiales no señalan si las mujeres empresarias tienen hijos o no, es de suponer que la mayor parte sí, cuando, según líneas anteriores señalamos que, según el Inegi, el 70% de las mujeres empresarias destinan el 70% a la familia y a apoyar a la comunidad.
Por otra parte, las mujeres que no son empresarias o que no trabajan en una empresa (aunque sea informal) son consideradas por las estadísticas como “mujeres que trabajan sin remuneración”, como si esta condición fuera de nivel mucho menor al “trabajo femenil remunerado”. El primero es tan digno, o más, que el segundo. Lo primero que hay que señalar es que las mujeres que trabajan, sean empresarias o no, también se ocupan de las labores del hogar y de los hijos, si los hay, aunque, según el propio censo mencionado, las mujeres mexicanas tienen la mitad de hijos que hace 60 años. El trabajo ha limitado la disposición de la mujer a tener más hijos. De cualquier forma, las mujeres mexicanas siguen siendo el pilar central de la familia y, por lo mismo, de la sociedad.
Sin embargo, como decimos en el encabezado de este artículo, hay de mujeres a mujeres. En estas fechas en las que se conmemora el Día Internacional de la Mujer (y marzo, como del mes de la mujer) se encuentra uno con mujeres que, con razón o sin ella, muestran un aspecto, digamos que emocional, que les resta femineidad. Podemos decir que son feministas antifemeninas. Expresan una furia incontenible, y con gran violencia se les ve empuñando un martillo, injuriando a quienes creen sus “opresores”, golpeando a mujeres policías o, inclusive, empuñando una pluma para injuriar sin ton ni son a los varones. Ciertamente, igualan a los machistas con la boca y con el puño. “Somos malas, pero podemos ser peores”. “Un violador en tu camino”, como si todos los hombres fuéramos violadores (en este espacio no se pueden repetir las injurias y las blasfemias que gritaron a las puertas de la Catedral Metropolitana).
Repito, no les falta razón si su protesta es pacífica y tratan de denunciar los criminales casos de abuso sexual, de desaparición de mujeres, de mujeres golpeadas o asesinadas a manos de hombres que debían protegerlas, que de hombría no tienen nada, etc. Lo extraño es que, en su extravío, no se den cuenta esas femimachistas que replican actitudes machistas en una manifestación supuestamente feminista, en la cual acusan de criminales a todos los hombres por igual.
Para documentar mi afirmación respecto a la furia con la que escriben algunas feministas en contra de los hombres (me imagino malas experiencias con los varones de sus familias), tengo a la mano un artículo aparecido el día 8 de marzo en el Reforma y firmado por Denise Dresser, dice lo siguiente: “He ahí a los hombres erigiendo vallas, arropando a violadores, desdeñando a las mujeres, protegiendo el pacto patriarcal desde hace años. AMLO y Peña Nieto y Calderón y Fox y sus predecesores. El PRI y el PAN y Morena. Los empresarios y los burócratas y los sacerdotes y los esposos y los jefes. Todos llenándose la boca de cuán preocupados estaban o están por los derechos de las mujeres. Pero todos ignorándolos, todos pisoteándolos, todos cercenándolos desde puestos de poder que podrían usar en nuestro favor pero no lo hacen. Seguimos siendo un país de mujeres pobres, de mujeres golpeadas, de mujeres desaparecidas, de mujeres violadas, de mujeres asesinadas, sin la capacidad de decidir sobre sus propios cuerpos […] Y detrás de los muros reales y mentales que han erigido, están ‘Los Fakeministas’; quienes intentan usarnos a conveniencia para sus causas, no las nuestras. […] El Fakeminista Calderón que promovió una acción de inconstitucionalidad contra la despenalización del aborto”. Ya apareció el peine… y su odio contra Felipe Calderón.
¿A qué venía el cuento, otra vez, de la despenalización del aborto? ¿Qué no se da cuenta Denise Dresser que usa a la mujer como pretexto para inmolarla como víctima de su batalla personal? ¿Y en la Ciudad de México en donde –lamentablemente- se ha despenalizado el aborto? ¿No sería esta ciudad, un bastión de la mujer, según Denisse? ¿No es irónico? Sepa la señora Dresser que la inmensa mayoría de las mujeres mexicanas rechazan el aborto (62.5%, Latinobarómetro de 2018). El día 8 y el mes de marzo y todo el año son para cultivar y exigir el respeto a la mujer, por su dignidad de ser humano, primero, y por ser mujer, después. Mi amado padre nos decía a sus hijos hombres (éramos 8): “a una mujer (mis hermanas son tres) no se le toca ni con el pétalo de una rosa”.
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