Hablar de paz en momentos tan turbulentos como los que vivimos en México, pudiera parecer un mero recurso de narrativas románticas o de sueños imposibles.
Describir un modelo de paz positiva, cuando la Asociación Mexicana de ayuda a los Niños con Cáncer reporta una cifra de más de mil 600 niños muertos porque no hay suficientes medicamentos ni atención especializada, o bien, señalar la importancia de un clima nacional forjador de paz en todos los órdenes de la vida nacional, cuando de conformidad con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas -hasta el 8 de agosto de 2024- la cifra se eleva a 116,386 personas “desaparecidas y no localizadas”, destacando que 89,121 son hombres; 26,749, mujeres y 516 no tienen un sexo definido, pudiera parecer solo una competencia de estadísticas, en vez de un número indeterminado de familias enlutadas en todo el país.
La expresión de “Un Ensayo para la Paz en la Tormenta” va mucho más allá del campo de la experimentación académica o de un ejercicio contemplativo de las condiciones de una nación como la nuestra.
Con este trabajo, más las aportaciones que deseamos continuar, pretendemos alejarnos del simplismo y la superficialidad que se circunscribe al cúmulo de quejas que cotidianamente, aparecen en las redes sociales.
Buscamos de igual manera, traspasar la barrera del simple y costumbrista endoso de culpabilidades que, convertido en una cultura ciudadana, enfoca sus esfuerzos, a señalar y descubrir culpables, limitándose a ello en un marco de simple catarsis popular.
La pretensión de estas líneas quiere marcar distancia del medio ambiente social que hemos denominado como “de brazos caídos”. Se trata de un clima existente en diversos sectores comunitarios de todos los niveles socio-culturales, que literalmente, han abandonado la esperanza personal y colectiva, para centrar su vida diaria en la resignación y la renuncia a salir adelante, en algo que el maestro Alex Rovira (1) califica como “un suicidio diario”
Esos grupos ciudadanos se auto-perciben como destinados a la mediocridad, la medianía, la pobreza moral, familiar y social; y el fracaso irremediable, esculpido por condiciones que jamás podrían cambiar para mejor. Por eso han dejado de soñar y lamentablemente, muchos de ellos, tampoco despertarán, debatiéndose en un conformismo letal para ellos y las generaciones se forman alrededor de esta cultura de vida.
Estas líneas se proponen redimensionar y re-evolucionar la visión, el enfoque estratégico, la perspectiva global del tema; abordar, desde luego, los puntos torales que giran en torno a la construcción de la paz y al señalamiento firme, decidido y apasionado, cuando se trata de enumerar a cada parte de la sociedad sobre quienes recae una tarea sustantiva e irrenunciable para construir la paz positiva.
LA PAZ ES UN PROCESO NO UN DESEO
Es bien sabido que cuando se pretende asegurar el alcance de uno o varios objetivos, el requisito indispensable es CREER que lo pretendido es factible, que es viable obtenerlo, que no sin esfuerzo y trabajo intenso puede obtenerse. Pero, eso es el primer paso. Es fundamental, pero aún es insuficiente.
La parte medular radica en el atrevimiento que traspasa el sistema de creencias: EL QUERER.
Se puede creer en alcanzar una cumbre escarpada, pero no basta. Es indispensable querer hacerlo, querer intentarlo y pagar la colegiatura que ello significa y que conlleva un costo emocional de fe, de perseverancia, de sudor, insistencia y esfuerzo; de sangre, cansancio y congruencia, al grado de ser rutinario.
Es valioso subrayarlo. Solo así y solo si se quiere algo con vehemencia y con pasión, es cuando SE LOGRA el objetivo, las metas y la realización de los sueños más preciados para el individuo pero igualmente, para la sociedad.
De esta forma, los éxitos más grandes en la historia de las sociedades, los liderazgos más sublimes como Martin Luther King, Madre Teresa, Víktor Frankl, Gandhi, Katherine Johnson, Angela Merkel o Ann Sullivan, fueron pioneros al sembrar en el alma la fe indomable y creyeron, por tanto, en la consecución de un sueño. Lo quisieron y lo abrazaron con toda la fe, el coraje y la pasión que exigía su misión, y fue este modelo de querencias lo que conquistó el alma de sus seguidores. Fue el testimonio individual lo que movió el corazón de sus seguidores para querer, para intentarlo y finalmente, para lograr lo que para esos momentos, era ya un sueño compartido.
Sin embargo, más allá de la narrativa emocionante y motivadora, es prudente definir que la construcción de la Paz Positiva se logra mediante la vertebración de una serie de procesos protagonizados, tanto por los liderazgos individuales, como por los diversos grupos de la sociedad civil y las agrupaciones intermedias.
En efecto, este proceso global se va conformando mediante actividades engarzadas cada mañana por seres humanos que no son ni buenos ni malos, sino perfectibles. De aquí que en el trayecto de estos procesos, es fundamental considerar que nos encontraremos con actitudes, comportamientos, emociones, personalidades, instituciones, culturas corporativas y estructuras que pueden hacer posible conseguir una paz duradera, pero al igual, que pueden constituir un gran obstáculo, como es el caso de los grupos que impulsan la violencia criminal.
Delante de este esquema variopinto, la conformación y estructuración de la paz y su garantía de permanencia en el tiempo y los espacios, es valioso tomar en cuenta algunos factores:
Un principio fundamental lo aporta la Maestra Nélida Zaitegui (2) cuando destaca un elemento básico que resulta sustantivo para construir la paz: Lamentablemente, nunca fuimos educados para la convivencia. Y este hecho, se presenta con frecuencia en un serio obstáculo para lograr la paz, en virtud de que desde la educación en el hogar y más tarde en la escuela básica hasta los niveles de educación superior, tampoco se aprende a reconocer y respetar las diferencias.
Este factor, implica partir del reconocimiento de mi dignidad para ser capaz de encontrar mi yo en el otro yo, entendiendo y comprendiendo las propias responsabilidades y también las responsabilidades de los demás.
De aquí que, un paso inicial para construir la paz consiste en formar desde los hogares, ciudadanos educados y formados para aceptar y comprehender las diferencias y actuar, a pesar de estas diferencias y por encima de las mismas divergencias.
Para lograrlo, es fundamental desarrollar y potenciar nuestra capacidad de escuchar activamente para reconocer, respetar apreciar y valorar a los demás, incluidos aquellos que piensan diferente.
En adición, es prudente acotar que, en un país de leyes, de pensamiento –aunque nominal- se precia de democrático, libre y representativo, aparece una asignatura elemental para darle fondo, forma y pertinencia a la paz: El fortalecimiento de las instituciones.
No puede partirse –si queremos construir paz positiva- la divisa de mandar al diablo a las instituciones, porque es esa estructura de la vida social, la que otorga y confiere orden en la comuna, tranquilidad en las familias y la oportunidad de re-escribir el futuro que todos merecemos desde la edificación del Bien Común.
A partir de fortalecer las instituciones sociales empezando por los valores de la vida y la familia, se van construyendo también los andamiajes necesarios para ampliar –no solo un clima de igualdad- sino también la propiciación de oportunidades para todos y el reconocimiento del prójimo, del más próximo, donde mi yo se encuentra en el otro yo para una eficaz empatía entre los miembros de la sociedad civil.
En el mismo texto que se comenta, la Doctora Zunegui (3) coincide con el Doctor Hugo García Vargas, Rector de la Universidad Tecnológica de Abasolo en el Estado de Guanajuato (4) destaca otro aspecto toral para el tema de construcción de la Paz Positiva, al destacar un punto sustancial: La existencia de las Normas.
Indudablemente, se necesitan normas para darle cauce y eficacia a la actividad humana en los diversos ámbitos de la vida comunitaria. Así, encontramos que durante toda la vida de la persona humana, aparecen normas para todo y de todo tipo. Desde la casa, hay normas para la hora de comer, para el descanso, para dormir, para hacer los deberes de la escuela y contribuir en las tareas del hogar.
Al llegar a la etapa escolar, también aparecen normas para todo: Que uniforme se debe usar, a qué hora entrar a clase, la forma en que se evalúan los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje, los momentos de receso los horarios y las fechas de exámenes. Todo está sujeto a normas.
Y cuando arribamos a la vida laboral, es exactamente lo mismo: Qué horario de trabajo, días de pago y de descanso, hojas de instrucción para realizar el trabajo, herramientas apropiadas y su forma de uso; estándares de calidad y formularios de medición; Reglamento interior de trabajo y un largo etcétera.
Desde luego, la vida social también está llena de normas para todo.
El problema no es la existencia de esas normas. Todas ellas son necesarias. El problema radica en ¿Quién pone esas normas y quién exige su cumplimiento?
Es frecuente en la consultoría toparnos con los “cuadritos” donde se coloca la Visión, Misión, Valores y hasta la Mística de trabajo de la organización pública o privada. Estos textos, generalmente son redactados, validados y firmados en la oficina del director general; y todo el resto de personal, tiene la obligación de acatarlas, vivirlas, difundirlas y defenderlas. ¡Falso! ¡Grave equivocación!
De inicio, porque nadie participó en la elaboración de tales normas y por lo mismo, nadie se siente en la obligación de respetarlas y hacerlas vigentes; menos aún comprometerse.
Y cuando esto sucede, aparecen los conflictos. Es irremediable.
Lo es, fundamentalmente, porque la sociedad –familia, escuela, entorno laboral y profesional- es un organismo vivo en donde se piensa, se disiente, se propone, se niega y en consecuencia, aparecen los conflictos.
En nuestra opinión y dentro de este marco referencial para construir la Paz Positiva, es evidente que surgen los desacuerdos y con ellos el conflicto.
Por ello es valioso precisar e identificar a qué circunstancias las denominamos “conflicto”.
Es necesario también, puntualizar varios vértices del tema:
Si lo que queremos es una sociedad en paz, más madura, más actuante, participativa y consciente, es necesario abrir los espacios para que todos aporten, para que todos los miembros de la comuna definan las normas y los procesos para cumplirlas como elemento básico de lo que llamamos “democracia participativa”, a fin de lograr un ambiente en donde todos puedan estar bien y haciendo lo que tenemos que hacer.
Y por otra parte, tener claro que si los miembros de ese organismo vivo que implica la ciudadanía, no participa en la elaboración de las normas, siempre serán normas de otros.
Y consecuentemente, la gente podría decir “qué eso lo arregle la autoridad o el gobierno”
Visto así, podemos constatar que en aquellos lugares donde las personas no participan, donde no tienen un espacio consciente para compartir la toma de decisiones, se incurre en lo que Nélida Zaitegui denomina como el estilo de vivir donde “todo es para el pueblo, pero sin el pueblo”
Por ello mismo es necesario reconocer que las personas no pueden actuar de manera participativa, si desde el hogar y la escuela no se les permite hacerlo. En consecuencia, destaca el doctor en neuroeducación, el maestro Antonio Fernández Bravo (5) se tiene que enseñar a partir del cerebro del que aprende, de lo contrario, las nuevas generaciones aprenden solamente a memorizar aquello que se les indica y jamás lo harán para pensar; harán solo necesario para memorizar.
En este mismo sentido, consideramos necesario recurrir a la metodología recomendada por Paulo Freyre: Tenemos que pasar de la cultura de la queja, a la cultura de la transformación. Romper los paradigmas obsoletos, vienen generando la urgencia de fortalecer el compromiso de resolver los conflictos a la luz transversal de los valores superiores.
Pareciera obvio entonces, el surgimiento de una tarea fundamental para crear Paz Positiva: Impulsar relaciones positivas, ecológicas, saludables, estando conscientes que, debido a la naturaleza humana, puede haber retrocesos.
Desde luego, un papel toral lo desempeñan las autoridades gubernamentales de los tres órdenes constitucionales de gobierno. Una autoridad con elevados estándares de eficacia y eficiencia, “resolvedor y escuchador” de la gente a la que se debe. Una autoridad que evidencie como política permanente de transparencia y rendición de cuentas, un buen funcionamiento de sus políticas públicas y acciones de gobierno, que, adicionalmente no permita que se eleven los niveles de corrupción o los índices de inseguridad.
Por ello también resulta trascendental la eficaz presencia de un gobierno que no esconda los resultados de su gestión. Y si por alguna razón, por ejemplo, de seguridad nacional, constitucionalmente tiene que reservar la información, esta reserva tiene que ser temporal. Es decir, no tenerle miedo a la participación de la sociedad.
En síntesis, es claro que requerimos abordar con mayor profundidad los temas, escuchando a especialistas y a liderazgos con profunda experiencia. Solo así, estaremos dando pasos en la dirección correcta para construir la Paz.
(1) Conferencia “Aunque nada cambie…” Barcelona, España, 2020
(2) Nélida Zaitegui de Miguel es una maestra y pedagoga promotora de la construcción de convivencia positiva en los centros educativos, Universidad del País Vasco. Conferencia: “Educación para la Convivencia”
(3) Idem
(4) Conferencia y moderación de los Conversatorios para la Paz, coordinados por la COEPES, Guanajuato 2024
(5) Antonio Fernández Bravo – Conferencia “Solo se puede aprender lo que se ama”, Madrid, España, 2018
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