Venezuela y la Iglesia Católica expresan silencios que se escuchan por todo el mundo.
Recién
Este escribano acusa recibo de nuestras hermosísimas lectoras en nuestro pueblo hermano de Venezuela. Nos reenviaron el video reproducido en México por mi querido Claudio X. González, y tuiteado por el profesor Steve Hanke (@steve_hanke) al que denominó “The Guaidó Hurricane” #Venezuela.
En el paneo que realiza el improvisado camarógrafo desde su teléfono celular, se aprecian varias decenas de miles de venezolanos en pie de lucha contra el dictador que tanto defiende en México el legislador Fernández Noroña.
Aparecen dos momentos interesantes: el primero, esos miles de hermanos nuestros gritan, se detienen a saludar, cantan, brincan y ondean las banderas de su país, pero lo hacen con un sonrisa franca y un grito de libertad que no les cabe en el pecho, porque la sangre de los hombres y mujeres buenos, se calienta y está caliente –entre otras razones– por el hambre y la miseria, por la falta de medicamentos y la pobreza que todas las mañanas sale a asolearse por la calles de Caracas y de todo el resto del país.
La presencia sudorosa de los que gritan de alegría, llenos de esperanza, es porque quieren que uno de los tripulantes del convoy se detenga y baje a saludar; que salga a compartir ese solecito venezolano que quema la piel sabrosa por las gotas de sudor que juegan el papel de lente de aumento sobre los poros.
En el convoy viene Juan Guaidó el presidente legítimo, como le llama merecidamente Luis Almagro, el hombre fuerte de la OEA. Guaidó no puede bajar de su vehículo; son decenas de personas que quieren verlo, hablar con él, decirle cosas sobre todo aquello que de él y de su lucha conjunta esperan.
Guaidó se trepa al toldo de la camioneta que lo transporta. Los muchos miles de corazones le gritan y él corresponde sonriendo, poniendo el puño cerrado sobre el corazón y lanzando el alma a sus hermanos de Patria. Después de unos minutos, la gritería se transforma lentamente, en el himno de Venezuela. Todos cantan con alegría y se ponen la mano en el pecho en señal de profundo respeto por la tierra, por su patria ensangrentada y dolida.
La paradoja estriba en que esos gritos de silencio, de ansias de libertad que solo puede ser acallado con las bayonetas, se oyen fuerte en todo el mundo, aunque en nuestro México alguien quisiera ensordecerlas. Cierto. Maduro tiene al ejército –a su Guardia Nacional– para reprimir a los inconformes… pero, los soldados también tienen familia, hijos, padres y hermanos, viudas y madres que ven de cerca lo que pasa, y que saben a qué huele el hambre y la muerte.
Silencios acallados
No obstante, hay silencios que parecieran obligados a callar, si se le permite al escribano describirlo así. Es el caso de los abusos infantiles realizados por clérigos.
Cuando SS Francisco ha hablado fuerte, reconoce los pecados y pide perdón, el festín informativo se desgrana en las diversas tonalidades del clásico: “Ya ven, se los dije”. Por eso se descalifica a la institución y el lodo surge desde los puntos cardinales. Todo, con tal de desacreditar a la Iglesia como intentando hacerle perder el carisma que le dio Su Fundador hace 20 siglos.
En el Encuentro sobre la Protección de los Menores, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) anunció los compromisos serios, fuertes en su ejercicio de autocrítica, pero en pleno terreno del combate a la pederastia, con acciones inmediatas.
La periodista Cynthia Fabila aborda el tema en su entrega: Los obispos se sitúan a favor de las víctimas, para escucha, comprender, acompañar y comprometerse en el proceso de sanación; con la consigna de cooperar con las autoridades ministeriales. Nada más falso que acusar a la Iglesia de esconder o solapar.
El énfasis en la formación de sacerdotes santos, apoyados en el campo por expertos, en la selección y los procesos formativos de los aspirantes y hacerlo de forma permanente, porque se trata de vivir a plenitud una vocación que está lejos de preparar a alguien para hacer daño a los más vulnerables.
Y en un tercer compromiso, la indicación papal de reforzar y verificar las directrices episcopales, elevándolas a rango normativo, no solo indicativo, con total apego a la norma canónica y a los protocolos de la legislación sustantiva y adjetiva penal.
Como puede apreciarse, estas conclusiones del CEM no requieren estridencias ni notas de portada, porque son silencios que se oyen… y bien fuerte.
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