PARAFRASEANDO
El diccionario dice que “atando cabos” significa “sujetar algo para impedir el movimiento” y esa es solo, una primera parte de los movimientos políticos que realiza el mandatario para mostrar el músculo de su movimiento y el poderío de su realeza.
¿La idea? Conseguir que todo se encuentre bajo su control, que nada escape a sus designios, porque -como define Enrique Krauze- “El pueblo soy yo” y el mandatrio es su máximo, único, sublime y preclaro intérprete. Pero esto es solo una parte.
Da origen a la cabeza de esta columneja el otro sentido que se parafrasea: “Retando Cabos”. En opinión del escribano, porque retar, desafiar, pelear y ser contestatario es parte de la naturaleza, no del estilo de gobernar, sino de una rareza en el actuar desde su atalaya en el Zócalo. Porque como bien señala el maestro Juan José Rodríguez Prats, “Su personalidad le ha impedido conducirse con sensatez. Tiene una desbordada pasión para sobreestimarse, lo cual genera, desde luego, soberbia.
Le fascina pelear y lo viene haciendo contra todos los mexicanos que no coinciden con él, pero de manera particular contra quienes escriben, quienes dejan testimonio, los cuales dirán la última palabra en el veredicto que se le dé a su sexenio”.
En efecto. Como señalaba la santa agüe: La verdad no peca, pero…
LA CONTRAMARCHA
Es preocupante hasta la hilaridad y la gastritis, la estomacal respuesta presidencial a la marcha en defensa del INE y la democracia en México. No se trata de jugar “a las marchitas” a ver quién lleva más gente. Eso es ocioso y bastante infantil. Por eso la crítica adicional al berrinche ejecutivo.
No es, como lo insistió en la mañanera, inventar datos y cifras que hagan ver que, el éxito ciudadano fue minoritario de escasa participación. La cifra es lo de menos, porque como lo declaró Santiago Creel cuando afirmó que él tenía la “cifra exacta” de las personas que marcharon. Y a continuación señaló: “¡Un chingo!”.
Y eso es lo que debe preocupar fuerte al mandatario y un equipo que está demostrando serle inútil, con tal de conservar su parcelita de poder económico y político. Por eso lo dejan mentir; por eso le aprueban todo, le celebran todo, lo solapan todo. Y eso se cataloga como complicidad.
LA RETA DEL PLANETA
La más clara definición de la marcha convocada, publicitada y organizada desde Palacio Nacional, con recursos públicos de todo tipo, llegó a la mesa de trabajo del amanuense: Se trata de una marcha del presidente, donde invita el presidente, marchará el presidente, hablará el presidente y los créditos amplificados serán también para el presidente.
No marchará la ciudadanía con nombre, apellido, dirección y credencial de elector. Probablemente, serán muchos mexicanos atados por los cabos de algún programa social, ilusionados y desangelados con un cambio que para ellos nunca llegó a cuatro años de muchísimas promesas.
Otros más pueden ser amenazados con quitarles el exiguo beneficio que reciben en caso de no asistir a la contramarcha.
Eso, al mandatario lo tiene sin cuidado. Le encanta sentirse “el alma de la fiesta”, el centro de las miradas y las loas, lisonjas y porras; le fascinan los fuegos artificiales que lo hacen verse más brilloso por fracciones de segundo, provocando la confusión entre lo brillante y lo brilloso, entre lo grandioso y lo grandote.
DESAFIAR A LOS MEXICANOS
Como el escribano lo señaló en este mismo espacio, al presidente ha olvidado dos cosas: Una, que juró la Constitución para gobernar a todos los mexicanos, no solo a sus subordinados; y dos, que está orillando a quienes dentro de las mismas estructuras de su partido y áreas de gobierno a ponerse del lado de la ciudadanía.
Retando cabos entre los mexicanos puede ser altamente riesgoso, porque como señaló recientemente Germán Martínez, a la reforma electoral del presidente, ya le están revoloteando zopilotes. Así sea.
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