El presidente está anclado en el pasado y en el último recorrido de su sexenio no hay resultados, sino “una transformación cosmética” y nada más.
LO MISMO, PERO MÁS CORRIENTE
Volvieron a sacar el cobre, surgió de nuevo lo mismo de siempre; las mismas prácticas que el presidente tanto criticó, satanizó y volvió su cantaleta permanente, como oferta y propaganda para atraer ingenuos. La realidad malvada volvió a superar su intentona de tranquilizar las aguas en una mañanera, hablando de un evento dirimido a golpes para elegir asistentes a otro evento interno de Morena. No logró embaucar a la audiencia. Tuvo que aceptar la existencia de irregularidades, de fraude electoral, de violencia, de inconsistencias, de tribus quemando urnas y destruyendo elecciones.
La excusa de que fueron -como dice el ingenuo y párvulo Mario Delgado- gente externa no resultó un argumento convincente para nadie. Muchos asistentes llegaron bajo amenazas y otros muchos asistieron con la consigna de votar por un nombre que desconocían. Otros varios no sabían a qué iban, solo que iban a “algo de votar”.
RATIFICADO
Morena, ese invento electorero de Palacio, ratificó lo dicho: A falta de estructura, las divergencias se resuelven a golpes. A falta de debate, se queman urnas, votos, locales e instalaciones. La ausencia de un padrón hizo que Delgado se sacara de la chistera otro dato: En las primeras declaraciones, el encargado de despacho aseguró que votaron “más de dos millones de personas”.
Y también aclaró que si se llegara a dar, el alienígena caso, de que alguien demostrara que hubo coacción, acarreo y falta de democracia, entonces se anulará esa elección en particular. Desde luego, al lado de Citlalli Hernández, amenazaron que condenarán con el látigo de su morenazo desprecio, “cualquier intento antidemocrático”. ¡La idea es genial!
CONTRA SENTIDO
El escribano coincide con el periodista Carlos Bravo (@carlosbravoreg): Morena no es una organización orientada hacia la instrumentación de un plan de gobierno constructor de bien común, de respeto al estado de derecho, a la norma constitucional o a la productividad legislativa. Está diseñado y organizado para ser una maquina electorera, y por lo mismo, incapaz de procesar, dirimir y cohesionar la problemática interna. Para eso carecen de normatividad, de cuadros e instituciones que regulen el debate interno y liderazgos que cohesionen a sus bases alrededor de la ideología nacionalista-revolucionario-castrista, porque tampoco lo definen con exactitud.
Se dan bandazos, se le mienta la madre a los gringos, se opta por vivir en el siglo XIX; el presidente está anclado en el pasado y en el último recorrido de su sexenio no hay resultados, sino “una transformación cosmética” y nada más. Como destaca Carlo Bravo, en esta ocasión reciente -una vez más- cae por tierra la reputación y todo el branding de Morena. Perdieron sus simpatizantes que no acaban de comprender en qué hoyo están metidos porque tampoco hay alguien que convoque a la unidad. Solo están los eufemismos de cada mañana empleados por el gran jefe de las tribus que ordena e instruye, que se convierte en el único intérprete de la voluntad del pueblo.
No hay identidad institucional en Morena. Solo está el presidente. Solo es él y su circunstancia. De qué tamaño fue el fracaso del fin de semana, solo el presidente tiene los datos y la evaluación. Hacia afuera, todo seguirá color de rosa y altamente amistoso.
Desde luego, es infaltable el enemigo exterior está presente. Todo lo malo viene, surge, emerge de fuera. En el fuero interno de Morena todo es inmaculado, bueno, sabio y gracioso, aunque varios liderazgos declaren a los medios otra cosa.
DESFAVORABLE
El balance es negativo y el saldo deplorable debido a la enorme incapacidad democrática. Surgió la auto-fagia morenista en su más clara expresión. Y eso, puede alcanzar al Maximato Tabasqueño aunque todos aseguren -de diente hacia afuera- lealtad al protolíder.
¿Gran desorden con una gran expresión de disciplina? Como señala el periodista, es factible si a Morena se le cae cualquier viso de “institucionalización”. No nació para tener ése y los demás atributos de la institucionalidad. Todo debe girar alrededor de un solo hombre, por eso evita la pluralidad y el disenso es imperdonable.
Caben las triquiñuelas, los fraudecitos, las traicioncitas, los engaños y fingimientos de lealtad. Eso ayuda a cobijar a todo el que llega ahí y por ello, todos se cuidan de todos. De aquí que la cercanía con el líder se mida en función de la servicialidad y la rumorología puesta en el escritorio de Palacio.
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