¿Por qué vamos tan mal, si vamos bien?

Andrés Manuel López Obrador declara continuamente que México está progresando: ¿Por qué los expertos opinan lo contrario?


AMLO bien y mal


Machacante

El primer mandatario mexicano, en su escenario mañanero, insiste una y otra vez que el país va viento en popa; que conforme pasa el tiempo, todo –bajo su presidencial purificación, perdón y olvido– los ciudadanos van olvidando los 36 años de perversos gobiernos neoliberales que sumieron a la nación en un marasmo de corrupción que, jamás, volveremos a presencia en México.

Por esa pontifical, ya no hay guerra contra el narcotráfico, porque y se acabaron los narcotraficantes, las familias y las comunidades enteras que los protegen, a quienes se juró solemnemente, que les darán becas y trabajo para ganar –en la honrosa medianía juarista– hasta cinco mil pesos mensuales.

Era obvio que uno de los malandros le respondiera: “¿Cinco mil pesos al mes…? Eso lo gano yo, en una hora”. El escribano no alcanza a imaginar la fila de capos, reyes del huachicol y sus corifeos, empleados, escoltas, esclavos y raza que los acompaña siempre, haciendo fila en las oficinas de don Carlitos Urzúa para entregar sus facturas, con IVA desglosado, esperando que les informen de las fechas de pago.

Este trámite es obligado por argumentaciones del SAT, a la vez que será necesario que los sujetos-becarios de la transición del presidente López, esperen lo suficiente, porque los apoyos se tardan…y bastante. Pregúntese a las mujeres, a los ancianos, a los minusválidos y a los empleados de las casas de protección para mujeres. En fin, el asunto es que ¿de verdad vamos muy bien?

Estadísticas

Las cifras de respaldo a lo que hace el presidente son asombrosas. Los encuestados estiman que el mandatario es como el Alka Seltzer: Todo mundo dice que sí hace… pero, nadie sabe con exactitud, qué hace. Veamos:

Reuters y El Financiero difundieron la nota que provocó revuelo en los mercados, en el mundo empresarial y en los observadores del crecimiento de este país, cuando –además de Fitch Raitings– es ahora, la calificadora Standard & Poor’s, la que bajó la calificación de México. Para entender con detalles “y en cristiano”, decía mi santa agüe, el escribano recomienda a sus bellísimas lectoras y amables lectores, la colaboración del Maestro Enrique Quintana en El Financiero, para dimensionar los alcances del asunto.

Esta vez, el presidente López ya no catalogó de “hipócrita” a S&P, fue más mesurado. México bajó su calificación de “estable” a “negativa”, previendo un crecimiento económico menor.

Las razones de S&P

El presidente deja entrever que las empresas públicas son buenas y las empresas privadas son malas. Con todo, atestiguó el cambio de dirigente nacional en el CCE. Pero, ¿qué criterios asume la calificadora para emitir su juicio? Simple: el cambio de políticas del gobierno federal, para reducir la participación de la iniciativa privada en el sector energético y otros proyectos, lo que llevó, dice la nota, a una caída en la inversión y la confianza. Agréguese todo el peso de la deuda del país y la impagable suma que PEMEX le debe a todo mundo.

“Esperamos que la administración López Obrador implemente pragmáticamente políticas económicas que equilibren las prioridades sociales con la necesidad de la estabilidad macroeconómica en México”, dijo S&P en un comunicado, se insiste. El problema adicional es que, cualquier cambio coyuntural puede comprometer, aún más, el cumplimiento de los compromisos.

Lo que a este escribano pone a pensar, es que, lejos de mirar al futuro, parece que la visión del nuevo gobierno –como bien lo señala el Ing. Manuel Clouthier Carrillo– es la regresión viable al Siglo XIX.

Obligado es cuestionar: ¿Si de verdad vamos tan bien… por qué los que sí saben, aseguran que vamos tan mal? Y no se vale el argumento descalificador de que son “neoliberales” o “fifís”.

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