AMLO será el presidente que pasará a la historia por dividir a los mexicanos y responder con proclamas a las demandas de los ciudadanos.
Insiste
Para lamento de todos aquellos que creemos en la democracia, la libertad responsable y el desarrollo de la nación, el presidente que pasará a la historia por dividir a los mexicanos y responder con proclamas a las demandas de los ciudadanos; el mandatario que pide tregua, para que –con recursos públicos– se dedique a descalificar periodistas, medios de comunicación, empresarios y a cuanto cristiano se le ponga enfrente, vuelve a las andadas.
Hay razones
Es evidente que este México nuestro es, cada día, menos agachón; aunque subsiste la cultura, en muchos, de sentarse a la sombra del árbol –como en las litografías antiguas– esperando que “algo” venga del exterior, de fuera del planeta a resolver las necesidades y cambiar las cosas.
¿Qué pasa? Independientemente de un análisis ideológico que nos permite deducir el rumbo nacional con destino a la Unión de Repúblicas Socialistas Bolivarianas –con el presidente mexicano a la cabeza– es necesario acotar que la popularidad ha sustituido a la eficiencia. Y el manejo totalitario del país, es ahora el modelo de gobierno y sus acciones públicas.
Aunque el mandatario reitera con insistencia la necesidad de separar el “poder político del económico”, en términos reales, el concepto es bastante discutible. La ley de amnistía; señalar “al pasado” como el sujeto culpable de todos los males –eximiendo a Peña Nieto y a los narcos organizados– sorprende, por decirlo de manera amable, a cualquiera con tres centímetros de cerebro.
Un INSABI que no termina por tener pies ni cabeza, incapaz de afrontar con seriedad y estrategia la pandemia; las promesas de que “estamos preparados” para todo, y las evidencias son de que eso es mentira. Los desabastos de medicamentos o gasolina que, extrañamente no resuelven el huachicoleo, pero que en voz presidencial ya no existe.
Militares metidos a albañiles para construir un aeropuerto militar, porque la parte civil ha sido declara inviable. Y lo más reciente, la vigorosa respuesta del empresariado nacional, que ha hecho enfadar al presidente. No le gustó el “modito”, pero tampoco hay, hubieron o habrá una respuesta eficaz al problema económico, al desempleo y al cierre de las empresas que generan la mayor parte de los empleos en el país.
La amenaza
El presidente vuelve a emplear toda la fuerza del Estado. Ya amenazó que Hacienda no dará su aval para los créditos que impulsa la iniciativa privada. Desea un papel protagónico, pero la inmovilidad e incompetencia de su equipo lo encadenan.
Le molesta el acuerdo entre el BID Invest y el Consejo Mexicano de Negocios, pero mientras los empresarios buscan facilitar 12 mil millones de dólares en créditos, para que, 30 mil empresas micro, pequeñas y medianas subsistan a la crisis… el presidente se molesta, porque no es florero. ¿Ha reculado? Es posible.
Los fantasmas presidenciales vuelven a atacar. “No se impondrán medidas económicas dictadas desde el exterior…” Pero, tampoco existen desde el interior. La proclama de que la mejor política exterior es la interior, ha sido una prueba no superada. Y ahora acusa a los empresarios de prepotentes. El presidente golpea y recula: “Es confrontación de ideas por el bien de todos”; y aclaró que “no es confrontación ni pleito”. ¿Amenaza, entonces?
La pregunta obligada: Entonces, ¿de quién es el modito? Porque desde el 26 de abril, el anuncio del acuerdo con el BID fue materia de opinión pública. La otra pregunta es obvia: ¿Hasta cuándo el jefe Romo, por dignidad elemental, dejará el cargo? ¿Hasta dónde aguantará Arturo Herrera?
Al tiempo.
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