DEL ARCHIVO
El escribano escarba entre el montón de notas desorganizadamente ordenadas y ahora comparte: Un líder inspira, guía y capacita a su equipo, mientras que un caudillo somete, manda y busca su propio beneficio… Un líder toma decisiones y dirige la acción en un grupo organizado, mientras que un caudillo es quien guía y manda a gente de guerra.
Pareciera que el autor de este par de pensamientos, estuviera hablando del México decadente y del país menguante que va dejando tras de sí, el cada vez más cansado, acabado, agobiado y violento presidente mexicano.
No inspira ni guía… No prepara a las y los ciudadanos para encarar las crisis y las dificultades; simplemente los envía a la guerra sin fusil, sin visión, ayunos de una misión relevante, y motivados por el pago de unos cuantos pesos y un refresco tibio almacenado a pleno rayo del sol; o bien, los lanza a una ventura sin destino, “porque muchos de ellos le deben favores” y el mandatario sabe cómo cobrarlos… a la buena o a la mala.
No organiza ni dirige, solo estalla con virulencia y maldiciones. Somete y machaca impulsado por el enojo. Por eso la ironía no se le da y cuando se acaba las frases de su desgastado léxico conservador y decimonónico, es cuando recurre al imaginario popular con un par de diatribas: “…. ¿Y Loret?… Á’ista!!!” y desde hace unos días “…la señora Xóchitl”
CADA VEZ MÁS SOLO
Indudablemente, sabe que la diáspora ha llegado hasta palacio. Sus antes devotos y leales, ya se alejan buscando el cobijo de alguna corcholata que les garantice dinero, tranquilidad y espacios de poder… un poder que para el mandatario cada día es menguante y erosionado a gran escala. Eso lo exaspera más. Por ello maldice más, amenaza más, más y más… y su poder se desgasta también más.
Está irascible e intolerante, nervioso y equívoco, balbuceante y desconcertante, por lo que la especialista Marian Rojas cataloga como “intoxicación por cortisol” que lo impacta todo el día y cada día. El tema es más grave, porque a pesar del maquillaje y los verdaderos “cocteles” de medicamentos que le meten para que aparezca “entero”, fuera del Salón Tesorería se le ve terrible, desgastado y eventualmente torpe.
Él solo lanza sus promesas al viento, las vitorea y las festina… pero es él -solo- quien posee lo que los técnicos denominan como “ceguera de taller”, porque todos ven la falsedad y lo absurdo, lo irreal y fantasioso de las pretensiones presidenciales… menos él.
QUÉ SIGUE
Indudablemente, el camino está trazado, las explosiones en su púlpito, las amenazas veladas o cínicas; las descalificaciones serán cada día más cáusticas; sus burlas e ironías irán quedando, poco a poco, en una misma rutina, en un mismo script que se convertirá en algo tedioso y lleno de amargura, porque “su pueblo de pobres” sabrá que seguirá estando pobre y entonces, volteará a ver a las corcholatas para ubicar el camino que los lleve a la torta y un tutsi. Así sabrán a quien vitorear y el pregón de “Es un honor…” quedará inexorablemente en el olvido.
El tiempo se le acaba… Y él lo sabe porque cada vez está más solo.
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