La política: expresión sublime de caridad

Es valioso comprehender que “ser ciudadano” invita a una reflexión existencial individual y común, que encierra también el entendimiento del destino temporal y ultraterreno de la persona humana.



PALABRAS MÁS

El eje vertebral de esta columneja es una frase magistral de SS Francisco: “«Si el ciudadano es alguien que está citado y obligado a dar para el bien común, ya está haciendo política, que es una forma alta de la caridad, según los documentos pontificios» (https://www.lastampa.it/vatican-insider/es/2013/04/02/news/el-papa-la-politica-es-la-forma-mas-alta-de-caridad). Y para los efectos buscados por este escribano, se abre una gama de reflexiones y comentarios sobre el tema, porque “ciudadano”, en efecto, se deriva de la voz “Citatorium” que significa eso: el que es citado para… Y no hay otro destino que el citatorio de ciudadano para hacer ciudad y construir bien común.

Por ello la expresión “ciudadano” se aleja con mucho, de la deteriorada y minusvaluada expresión socialista de “pueblo” que, en sus términos más crudos, acaba por referirse a una democracia vaciada de contenido y extraviada, para convertirse en anarquía, y de ahí entrar en descomposición para convertirse en “Oclocracia”, esto es, el poder de la chusma, de la barbarie, del amontonamiento de gente o la acumulación de individuos.

El ciudadano es llamado y convocado a la “Cívitas” como una unidad que tiende naturalmente, a construir tejido social y edificar bien común, y por ello se distancia de la “unidad en la acumulación”, como dice Bergoglio, para dar forma a la “Unidad de… y en el Orden”.

LAS DISTANCIAS Y LEJANÍAS

Y es, precisamente, en este primer concepto, en el que se bifurcan los caminos de la Doctrina Social de la Iglesia y sus principios universales, de los discursos huecos que encantan idiotas y fascinan a los profetas de la muerte de cualquier cosa que quepa en el concepto de “los ricos”, aunque sea de los que “también lloran”.

Ciudadano es incorporar e incorporarse a un orden social armónico, en paz, incluyente de hombres y mujeres de buena voluntad; que en efecto, eventualmente puede sufrir cierto tipo de desajustes como los provocados por la pandemia mundial y la absoluta estulticia como la evidenciada por el exfavorito de la cohorte, el doctor López-Gatell. La unidad en la acumulación ha logrado un reforzamiento de la cultura de la opacidad encerrada en el eufemismo de “cifras oficiales” que caen por tierra cuando diversas organizaciones satanizadas desde el púlpito mañanero destacan las verdades escondidas en las estadísticas del sedicente especialista.

Y aquí se encuentra, justamente, la otra grande distinción: el ordenamiento armónico que tiende al bien común. La distancia es formidable, porque se vive en el imperio de los datos ofrecidos como verdad revelada, que al día siguiente los otros datos presidenciales echan por la alcantarilla. No importa lo que sea ni de lo que se trate. El quid se encuentra en el envoltorio de opacidad que lanza puños de tierra a lo que es necesario echar debajo de la alfombra.

OTRA MÁS

Por ello, es igualmente necesario acotar algo más: No se trata de aglutinar un “ajuntamiento” (de ahí viene “Ayuntamiento”) de individuos que solo esperan; que solo exhiben la miseria de todo tipo, esperando que el gran liberador “de los pobres” les haga el milagro de una despensa que les permitirá paliar un poco el hambre y a sed… hasta que llegue la siguiente “ayuda” bajo el nombre mercadológico que el líder carismático le haya puesto.

En una comunidad de ciudadanos, cada persona –cada uno y cada una, para ir con la jerga- tiene una tarea qué realizar y una responsabilidad qué cumplir. En su sentido más intenso y profundo, se trata de una donación de sí, para preservar el orden y la paz con los demás. Y si se advierte con detalle, esta actitud y valor ciudadano se convierte en lo más adverso al consumismo galopante, con la misma acepción considerada por Juan PABLO II en Laborem Excercens.

De aquí, uno de los más grandes detonadores de éxito del populismo de izquierda: Se trata de impulsar en el nombre de cualquier cosa –no causa- la agitación, la revuelta y el atraco “para la causa” como alguna vez lo señala Claudia Sheimbaum, jefa de gobierno en la ciudad capital.

El secreto clave está en siempre pedir e insistir en lo imposible –“vivos se los llevaron, vivos los queremos de regreso”- para darle vigencia sempiterna a las demandas y banderas. Por eso también, permanentemente se critica a los que no están de acuerdo con las movilizaciones y los asaltos, que justifican los bloqueos que perjudican a todos, ante la presencia inmóvil de los convidados de piedra de una guardia nacional. Y es, entonces, cuando quienes demandan de los que se dice defender, se exceden, entonces hay que refugiarse en los cuarteles militares para los discursos, las proclamas y las nuevas consignas a favor “de los pobres”.

El gran secreto de las proclamas mañaneras se encuentra en la provocación de una bien pensada confusión entre los conceptos “masa”, “bases”, “pueblo” y “muchedumbre”, con la conformación del “ciudadano”.

Los griegos y los romanos distinguían bien ambos contextos. Por ello es valioso comprehender que “ser ciudadano” invita a una reflexión existencial individual y común, que encierra también el entendimiento del destino temporal y ultraterreno de la persona humana.

Agrupa asimismo la acepción, concepción y vivencia de un Ethos siempre vigente. Por eso no puede y no podría entenderse a la Política, alejada, desvinculada y separada de la Ética y de los comportamientos que ello exige, porque se trata de edificar junto con y al lado de otros, el bien mayor posible como magistralmente se define en la Popolorum Progressio de Paulo VI, para dar forma a un pueblo-nación, en expresión de SS Francisco. Pueblo y Nación con una vida en común y un destino igualmente histórico; con principios, con historia, con creencias, idioma, fe, causa y sueños que se han ido compartiendo con los más próximos.

Finalmente, en abril de este año, de acuerdo con la fuente citada, El papa Bergoglio formuló un planteamiento lapidario: “Una política que se desentiende de los pobres nunca podrá promover el bien común”. Son las palabras del papa Francisco en un video mensaje enviado a los participantes de la Conferencia Internacional titulada “A Politics Rooted in the People”, en español, “una política arraigada en el pueblo”

Cuando se puede ver que en México, son los más pobres y vulnerables los más lastimados porque la autoridad se desentiende de ellos; porque quienes tienen en sus manos la decisión de apoyar y ayudar a las familias que se han quedado sin nada por inundaciones, desborde de ríos o huracanes; cuando es notable que desde Palacio solo se emiten toneladas de retórica y proclamas de odio y de polarización, entonces es viable predecir que de esa forma… NUNCA SE PODRÁ PROMOVER EL BIEN COMÚN.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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