Rusia también fue un importante país aliado. Su ejército tenía una gran capacidad de resistencia en los combates “cuerpo a cuerpo”.
En ocasiones, tengo la impresión de que olvidamos a aquellos líderes, dirigentes, los millones de soldados y miles de ciudadanos en muchos países que colaboraron heroicamente para preservar las libertades de nuestro mundo, durante la Segunda Guerra Mundial.
Uno de ellos fue el Primer Ministro de Gran Bretaña, Winston Churchill con su firme liderazgo y genio militar, pero también lo fueron: Franklin D. Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos; el General Charles de Gaulle, Presidente de Francia, quién fue un militar clave en la resistencia de esta nación gala. Y en el aspecto militar, destacan: el General Dwight D. Eisenhower (Comandante supremo aliado); el General Arthur Tedder (Delegado del comandante supremo); el General inglés Bernard Law Montgomery (Comandante de las Fuerzas terrestres); el General Bernard Ramsay (Comandante de las Fuerzas navales); el General Trafford Leigh-Mallory (Comandante de las Fuerzas aéreas).
En el célebre día “D”, en la llamada “Operación Overlord”, del 6 de junio de 1944, desembarcaron en Normandía más de 160,000 soldados, dando un giro importante en favor de las fuerzas aliadas. Pero, ante la persistente defensiva nazi, se estima que murieron aproximadamente 10,000 soldados durante ese desembarco.
Por otra parte, se calcula que más de cien millones de soldados de una veintena de países participaron en el conflicto tanto en el frente de Europa Occidental como en las batallas del Océano Pacífico. En estas últimas, el General Douglas MacArthur tuvo un papel destacado.
Tengo particular simpatía por esa notable población femenina que participó activamente en esta Guerra y fueron aviadoras, combatieron con las armas, en labores de espionaje, estuvieron en las diversas oficinas de servicios estratégicos para informar a sus dirigentes.
Fueron enfermeras y atendieron a miles de heridos. Ellas fabricaron armamentos, embarcaciones, carros de combate y repararon aviones. También tuvieron un rol destacado en la producción masiva de armas. Fueron la fuerza oculta, discreta pero sumamente eficaz y su actuación fue determinante en esta conflagración.
En efecto, existen líderes a los que se les reconoce públicamente por su trascendental colaboración, pero hubo millones de héroes anónimos que murieron en combate o apoyaron discretamente, permaneciendo en un segundo plano.
Teniendo como telón de fondo las frases y discursos del excelente orador, Winston Churchill: “No tengo más que ofrecerles sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.
O bien, aquel inolvidable discurso cuando Adolfo Hitler ya tenía planes preparados para invadir Inglaterra: “Llegaremos hasta el final. (…). Lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, (pero) ¡nunca nos rendiremos!”
Este líder inglés levantó la moral de victoria no sólo a los ingleses sino en todas las fuerzas aliadas por su valentía y atrevimiento de retar a Hitler cuando la Gran Bretaña todavía no contaba con el apoyo activo de las demás naciones.
Churchill, con osadía, decidió bombardear Berlín. Fue un momento decisivo porque en un arranque de furia y de indignación Hitler, primero mandó bombardear todavía con mayor intensidad a Londres y otras de sus ciudades importantes. Después, ordenó al Comandante General de las Fuerzas Aéreas, la Luftwaffe, Hermann W. Goering que desplegara numerosos aviones más para dar una gran batalla aérea contra Inglaterra y a continuación vendría la invasión por vía terrestre.
Pero sucedió que el militar encargado de informar a Hermann Goering mintió con los datos del número de aviones nazis disponibles y, luego, con las bajas inglesas y alemanas que estaban ocurriendo.
Sin embargo, Goering al ignorarlo le presumía al Fuhrer que sería una aplastante victoria. Pero Churchill estaba bien preparado para defenderse. Primero, pidió a un físico (Robert Watson-Watt) que desarrollara un radar que permitiera detectar a la aviación enemiga. De esta forma coordinar y enviar los veloces cazas “Supermarine Spitfire” en el momento y número preciso para combatir las incursiones alemanas. Este avión poseía mayor maniobrabilidad que los “Stukas”.
Después de numerosos combates aéreos a la postre venció la Real Fuerza Aérea (RAF) a la Luftwaffe. Adolfo Hitler decepcionado, dejó de confiar en Goering. A partir de ese momento ya no intentó invadir la isla sino que decidió cambiar de planes para lanzarse a abrir el frente oriental contra la U.R.S.S. con la “Operación Barbarroja”, el 22 de junio de 1941.
Con este radical cambio buscaba mantener en alto la moral de los ejércitos nazis. Según los historiadores, fue el peor error militar de Hitler. Rusia también fue un importante país aliado. Su ejército tenía una gran capacidad de resistencia en los combates “cuerpo a cuerpo”. Tan sólo en la batalla de Stalingrado murieron un millón de soldados rusos, pero al final vencieron en esta dramática y decisiva batalla. Luego, con habilidad y sagacidad organizaron “la guerra de guerrillas”, comandados por José Stalin y, por fin, lograron derrotar al ejército del Fuhrer. Así comenzó lo que se conoce como “el principio del fin de la derrota alemana”.
De manera que fueron entre 40 o 50 millones soldados fallecidos en estas batallas, más otros millones de heridos. Sólo así se lograron frenar los ambiciosos afanes expansionistas de Adolfo Hitler.
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