La importancia de conservar la memoria histórica

Cuando se pierde el sentido de la trascendencia humana, sin duda, toda aberración es posible y contribuye a la destrucción de la sensibilidad humana.



Con frecuencia los ciudadanos olvidan casi completamente hechos históricos que han ocurrido en su país o en el mundo entero, pero tiene un carácter fundamental el conservar la memoria histórica para evitar caer en los mismos graves errores.

Por ejemplo, ¿Qué ha ocurrido con los gobiernos de la antigua U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), Venezuela, Cuba, Nicaragua, China? ¿Y qué podría ocurrir con el actual “socialismo a la mexicana”? Veamos algunos ejemplos.

Recuerdo haber visitado en varias ocasiones el Museo de León Trotsky en Coyoacán, Ciudad de México. Su habitación era una especie de caja fuerte debido a un atentado que sufrió por un grupo armado partidarios del dictador ruso José Stalin (1878-1953). Con ocasión de este suceso, se redobló la seguridad de este líder comunista. Conocí también su lugar de trabajo donde escribió numerosos artículos para la prensa internacional.

No obstante, su avanzada edad, continuaba con un vigor sorprendente. En cierta ocasión, a fines de 1939, se presentó un joven que parecía amable y se ofreció a ser su jardinero. Poco a poco entró en confianza con los habitantes de esa casa, comenzando por su esposa, Natalia Sedova (1882-1962), quien lo condujo a intimar con Trotsky. Parecía ser una persona cordial y servicial.

Un día, Trotsky lo invitó a pasar a su lugar de trabajo para mostrarle un artículo, y estando el líder de espaldas leyéndole su escrito, el personaje en cuestión, llamado Ramón Mercader, sorpresivamente sacó un piolet, escondido en su chamarra, y con ese instrumento, le dio fuertes golpes en la cabeza y en poco tiempo falleció este líder comunista ruso. Era un 21 de agosto de 1940. Este hecho causó conmoción en el mundo entero.

Ramón Mercader (1913-1978) era un militante comunista español y agente del servicio de seguridad soviético que lo mandó el dictador José Stalin con la orden expresa de asesinar a este dirigente comunista. Por este sangriento hecho, fue condecorado por José Stalin con la “Orden de Lenin” y, más tarde, considerado como “Héroe de la Unión Soviética”.

León Trotsky nació en Bereslavka, Ucrania, el 7 de noviembre de 1879. Era de origen judío. Con el paso de los años se declaró ateo al igual que su padre. Estudió en la Universidad de Odesa. En un principio quería estudiar Matemáticas, pero pronto comenzó a interesarse más por la política y prefirió estudiar Derecho.

Era impetuoso, irascible, enérgico y con capacidad de mando. Se dedicó al periodismo, a la política y era un brillante orador. Tenía amistades de la izquierda socialista que le recomendaron una serie de lecturas que lo afianzaron en sus convicciones. Era militante del comunismo. A raíz de sus posturas extremistas fue condenado en dos ocasiones a la cárcel de Siberia. En su segunda estancia escapó con ayuda de un campesino que lo escondió en su carro lleno de heno.

Recorrió media Rusia y pasó a Finlandia. A continuación, se introdujo en Europa Occidental con pasaportes falsos. Peregrinó por Viena, Londres, Zúrich y Múnich. En esos países entró en contacto con un gran número de intelectuales socialistas y comunistas. Se interesó mucho por los intentos de Vladimir Lenin (1870-1924) de derrocar al gobierno zarista. Decidió unirse a su causa, después de muchas discusiones ideológicas entre ambos.

León Trotsky, junto con José Stalin, fueron los organizadores clave de la Revolución de Octubre, que permitió a los bolcheviques tomar el poder en noviembre de 1917 en Rusia. Trotsky fue el fundador del Ejército Rojo entre 1918 y 1924. Logró formar una fuerza militar disciplinada. Fue un hecho que elogió Lenin y parecía ser su lógico sucesor en el poder político.

Pero José Stalin y León Trotsky eran enemigos acérrimos ¿Por qué? Porque tras la muerte de Vladimir Lenin, el 21 de enero de 1924, ambos se consideraban los más idóneos sucesores al frente del gobierno de la U.R.S.S. Pero las presiones políticas de Stalin fueron más contundentes y Trotsky no tuvo más remedio que salir exiliado.

José Stalin tenía fama de ser “un viejo zorro”, permanente desconfiado de que alguien lo pudiera asesinar. Siempre mantuvo el temor de que Trotsky, en cualquier momento, regresaría a Rusia para vengarse. Así que el dictador decidió mandarlo eliminar donde quiera que se encontrara. Entonces Trotsky tuvo que huir por numerosas ciudades de Europa y se inició una persecución increíble y en varias ocasiones se salvó milagrosamente. Hasta que México, bajo la Presidencia de Lázaro Cárdenas, el 7 de diciembre de 1936, le concedió asilo político. León Trotski, con su particular ideología, quería exportar la revolución comunista al resto de Europa bajo el nombre de “Trotskismo” con su “Revolución Permanente”. Se oponía a la concepción centralista, con una estructura poco flexible e inmovilista de José Stalin. Estas posiciones ideológicas, acentuaron sus antagonismos.

Sin embargo, esas visiones políticas estaban destinadas al fracaso político y económico, por oprimir las libertades ciudadanas, no reconocer los derechos ni la dignidad de las personas, ser sistemas políticos que rápidamente se anquilosaron en los que se cometieron gravísimos crímenes y serias injusticias en nombre “del bien de la causa”. Se calcula que fueron ¡más de veinte millones de personas las que murieron bajo este régimen funesto! Todo ello es una manifestación patente de que los hombres enloquecen con el excesivo poder y la desmedida ambición política y caen en el insondable abismo de la maldad, como sucedió con la Alemania nazi de Adolfo Hitler, con el fascismo de Benito Mussolini y tantos otros gobiernos totalitarios que todavía persisten.

Cuando se pierde el sentido de la trascendencia humana, sin duda, toda aberración es posible y contribuye a la destrucción de la sensibilidad humana. Por ello, Mahatma Gandhi afirmaba: “Pienso que las naciones no pueden ser realmente una y que sus actividades no podrán llevar al bien común de la humanidad entera, a menos que se reconociera la ley familiar del amor en los asuntos nacionales e internacionales. Es decir, en el orden pacífico”.

Para mantener el poder político, los gobiernos socialistas o marxistas son capaces de mentir, violar los derechos humanos, meter en la cárcel injustamente a miles de personas o asesinar a todos aquellos que se opongan a su tiranía. Por ejemplo, en China bajo el gobierno de Mao Tse Tung (1893-1976) – debido a “La Gran Hambruna”- se dejaron deliberadamente morir aproximadamente a 45 millones de personas entre 1958 y 1962 (diario “ABC”, 19-1-2018). En la “Revolución Cultural” de los años sesenta fueron asesinadas alrededor de 20 millones de personas (periódico “Mundo”, 3-4-2016). En 1989, en la era de Deng Xiaoping, fueron eliminadas en la Plaza de Tiananmén al menos 10,000 personas (diario “El País”, 23-12-2017). Son datos escalofriantes y eso ocurre cuando ya no se consideran a los ciudadanos como personas sino como “cosas” o “meros números en la estadística”. Es el abismo insondable de la iniquidad humana. Por eso deben de permanecer en la memoria histórica de los ciudadanos.

 

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