México; Leonardo Mondadori, conversión

La impactante conversión de Leonardo Mondadori

Leonardo Mondadori fue el heredero de la prestigiada “Editorial Mondadori”. El conocido periodista Vittorio Messori le hizo una larga entrevista, la que dio como resultado el libro “La Conversión, una historia personal”.



Al inicio del libro, Mondadori confiesa con emoción: “Me gustaría, con estas páginas, ser útil a los muchos que han dejado la vida cristiana, por los motivos más diversos, y que pueden trazarse, a su manera, un camino parecido al mío… Sé que existen muchas objeciones a la fe, pero les invito a no acobardarse y a examinar cuanto he escrito para buscar un poco de luz y, quizá, para encontrar el impulso que les permita recuperar la perspectiva católica”.

En este libro, el protagonista le va narrando al comunicador cómo –de modo decisivo– a raíz de un cáncer terminal que tuvo, experimentó un profundo acercamiento a la fe cristiana, después de una vida personal –así lo afirma el propio Mondadori– poco ejemplar, que se empeñó en vivir como si Dios no existiera y volcado en un afán de realización profesional y por obtener beneficios sólo económicos. Y añade: “Una Navidad me encontré completamente solo y con graves problemas económicos en la editorial. Si volvía los ojos hacia mi vida pasada, no veía más que desorden, alguno que otro éxito en el terreno profesional, pero una serie de fracasos en el plano personal. En cuanto a los amigos, sabía perfectamente que, en el ambiente en el que me muevo, la amistad es a menudo formal y precaria y que, cuando la aureola del éxito te abandona, te dan la espalda hasta aquellos que te parecían más próximos. Me preguntaba qué sentido tenía todo esto”.

Experimentaba una profunda insatisfacción e infelicidad y se propuso con determinación cambiar de vida. Este giro en su conducta le valió no pocas críticas de sus familiares, amigos y conocidos, y Mondadori reflexionaba: “¿De qué valen las argumentaciones de los escépticos, las burlas de los descreídos, las presuntas verdades de los cultos, cuando la propia experiencia, verificada a diario, nos dice lo contrario?”

Comenta que durante décadas dejó de lado la práctica de la vida cristiana. Luego se produjo el redescubrimiento de su fe en Jesucristo. Se percató que en su itinerario espiritual debía dejar de lado las complicadas especulaciones y recuperar la sencillez de niño. Volvió a frecuentar los Sacramentos: la Confesión, la Eucaristía, la frecuente asistencia a la Santa Misa y la dirección espiritual, con un sacerdote amigo suyo.

Sus familiares le preguntaban: “-¿Por qué estás tan contento? ¿Acaso te has hecho cirugía plástica?”. Y Leonardo les contestó con toda sinceridad y transparencia: “-¿Quieren saber la raíz última de mi alegría? He hecho una buena confesión. Cuando te vuelves a levantar del reclinatorio del confesionario, te entran ganas de irte silbando, rebosante de alegría”.

Cuando operaron de cáncer a Leonardo le venían a su mente recuerdos de que cuando era un exitoso empresario se sentía “soberbio, muy poderoso y casi invulnerable”, pero al contemplarse tirado en una cama, como tantos otros enfermos en aquella sala postoperatoria, se persuadió de lo poco que puede un ser humano con sus solas fuerzas y que la única respuesta convincente para comprender el dolor y la enfermedad es la Cruz de Cristo y que la mejor actitud que pueden tener los enfermos es unirse a ese sufrimiento para llenarlo de fecundidad espiritual.

También, en medio de su precaria salud, se dio cuenta que podía acercar a Dios a las personas que le rodeaban: desde un conserje hasta un encumbrado empresario o un viejo compañero de estudios. Y así lo hizo en frecuentes ocasiones.

De la misma manera, le proporcionó gran alegría el descubrir que podría ofrecer diariamente su quehacer profesional al Señor, concepto que había aprendido del libro “Camino”, escrito por san Josemaría Escrivá de Balaguer. Y comentaba: “Siempre me ha gustado mi trabajo. Pero ahora sé porqué lo hago, sé que gastar en él todas mis energías tiene una finalidad”.

Con el corazón en la mano y la sencillez de un infante, este destacado empresario –ya fallecido– describió grandes verdades sobre la fe y su reencuentro con su Creador. Hay un momento de su relato en que se pregunta: “-¿Cuál es la finalidad de la vida?”, y se responde: “-Vivir en paz con Dios, amándolo con alegría y, habiéndolo amado, morir en paz con Él”.

El periodista Vittorio Messori termina su entrevista, a modo de conclusión, con estas palabras: “Nadie –es la experiencia la que nos lo dice– puede vivir un descubrimiento semejante sin sentir con urgencia la necesidad de decir a los demás que, ofrecida a todos, la esperanza existe. Y es una esperanza que tiene un Nombre y un Rostro. No es una ideología, es una Persona: Jesucristo”.

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