Vale la pena leer las obras de Francisco Rojas González para adentrarnos en el mundo de las comunidades indígenas de nuestro país.
Resulta una agradable sorpresa encontrar a un profundo conocedor de las comunidades indígenas (Etnólogo), sus lenguas y costumbres como Francisco Rojas González y, además un prolífico escritor.
Este insigne personaje nació en Guadalajara en 1904 y falleció en 1951 en su patria chica. Fue Premio Nacional de Literatura en 1944. Escribió ensayos, cuentos, novelas y guiones para películas del cine mexicano.
Fue Canciller en Guatemala y Cónsul en Salt Lake City, Denver y San Francisco. En 1935 se retiró del Servicio Exterior mexicano e ingresó al Instituto de Investigaciones Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Entre sus obras notables se encuentran “La Negra Angustias”, “El diosero” (1952, obra póstuma), “Cuentos de ayer y de hoy” (1946), “Lola Casanova” (1947) e interesantes ensayos, como “Literatura de la Revolución” (1934) y “El Cuento mexicano, su evolución y sus valores” (1944).
Incursionó en el cine escribiendo guiones de sus propias obras, como: “Lola Casanova”, “Los amantes” y “Raíces”. Un cuento de “El diosero” se ubica en Nayarit. Concretamente en Quiviquinta. El argumento consiste en que una pareja de la tribu cora tienen a un hijo, pero no tienen comida ni dinero en tiempos de tremenda sequía, así que deciden vender la única gallina que les quedaba para alimentar a su bebé. Entonces una pareja de Tepic se encuentra con ellos y a la mujer le ofrece trabajo como nodriza para su hijo.
Todos los cuentos de “El diosero” están dentro de la línea indigenista, es decir, son relatos o pinturas de sus ritos, creencias, formas de vida de ciertas comunidades, de su psicología, etc.
De “El diosero” se conocen los siguientes cuentos: “La Parábola del joven tuerto”, “El diosero”, “Las vacas de Quiviquinta”, “El cenzontle y la vereda”, “Nuestra Señora de Nequetejé”, “La Cabra en dos patas”, “Los diez responsos”, “La Plaza de Xoxocotla”, “La Tona”, “Los Novios”, “La venganza de Carlos Mango”, “La triste historia del pascola Cenobio”.
En su novela “Lola Casanova” sorprende su capacidad de observación, su lucidez y erudición para describir con todo detalle el siglo XIX, en Guaymas, estado de Sonora. El personaje de Lola, para salvar a su padre de la bancarrota, se compromete con Néstor Ariza a pesar de amar a otro joven.
Mientras viajaban rumbo a Hermosillo para que se realice la boda, Lola y sus acompañantes son asaltados por una banda de indios seris (del dialecto yaqui, la traducción es “hombre de la arena”).
Todos los acompañantes mueren en ese ataque, menos Lola. Es llevada a la tribu y queda bajo el cuidado de las mujeres. Esta convivencia tan cercana con los indígenas cambiará para siempre su forma de pensar y despertará en ella el amor hacia su captor, el famoso Coyote Iguana.
La Leyenda dice que Dolores “Lola” Casanova fue hija de españoles nacida en el puerto de Guaymas. Se le ha llamado “La Reina Blanca de los Seris” y sobre ella corrieron numerosas historias (no comprobadas).
Después de algún tiempo de que sus familiares y militares la buscaron para rescatarla, ella se negó a volver a Guaymas ya que se había enamorado perdidamente del jefe la tribu, el gran guerrero Jesús Ávila Sánchez, mejor conocido como “Coyote Iguana”.
A continuación, ella y su pareja partieron hacia la isla del Tiburón donde vivió con su esposo y sus tres hijos. Los seris habitaron las costas norte, oriental y occidental de la isla.
A medida que se fue poblando el estado de Sonora comenzó, por desgracia, una inhumana persecución y exterminio de todas las tribus.
Con el Presidente Porfirio Díaz fueron deportados a Yucatán desde 1900, debido a la guerra con el Estado Mexicano por la defensa de las tierras yaquis. Fueron víctimas de persecución, muerte, despojo de bienes, les quitaron también a sus hijos y los llevaron a Yucatán como prisioneros de guerra, obligados a trabajar en las haciendas.
El Gobernador José María Maytorena se ganó la confianza de algunos de la tribu yaqui. Álvaro Obregón hizo lo mismo con los indios mayos. Ellos dos les dijeron, que si se incorporaban a las filas de la Revolución, después de este levantamiento, les serían entregadas las tierras y la libertad que pedían.
Así que Álvaro Obregón los utilizó como flecheros en la punta de lanza del ataque revolucionario y gracias a la fiereza de los yaquis vencieron en muchas batallas.
Las promesas de Maytorena y Obregón jamás se cumplieron. Entonces hubo una insurrección de los yaquis y el General Álvaro Obregón emprendió una batalla contra los yaquis. Se trataba de una sangrienta batalla de exterminio de la tribu yaqui. Porque los indígenas, según ellos, “no tenían ningún derecho”. Muchos yaquis huyeron hacia Estados Unidos, otros más fueron a esconderse en la sierra.
Se habla mucho de la rebeldía de los indios yaquis, pero la verdad es que fueron continuamente hostigados, maltratados, humillados y traicionados, lo mismo que los indios seris.
Vale la pena leer las obras de Francisco Rojas González para adentrarnos en el mundo de las comunidades indígenas de nuestro país. Este autor es, sin duda, uno de los mayores ejemplos de la Literatura Mexicana contemporánea.
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