En una reunión de expertos en Orientación Familiar, un Doctor en Psicopedagogía comentaba: “Actualmente se está difundiendo un grave error entre algunos padres de familia quienes afirman que en la infancia es cuando se deben fomentar los valores y, a partir de la adolescencia, lo mejor es dejarlos en paz y que ellos tomen sus propias decisiones de la índole que sea”.
“¡Esa afirmación es verdaderamente desastrosa! -continuaba. En la adolescencia y juventud, los hijos se replantean muchas cuestiones fundamentales, como: si Dios existe o no; si debo obedecer a mis padres o es mejor ignorarlos; ¿cuál es el sentido de la sexualidad (¿mero placer o algo más serio y profundo?); si es una buena “experiencia” probar drogas alucinógenas, como el L.S.D., o quizás otras drogas, como: la marihuana, la cocaína, la heroína, diversos inhalantes, cristal, el opio, etc.”
Y podríamos continuar ejemplificando. Imaginemos que el joven se cuestionara a sí mismo: ‘Si tengo un serio problema con la justicia por cometer un grave delito, ¿es recomendable acudir a los padres o a cualquier amigo o conocido?’ ‘Si me siento triste o desanimado por una larga temporada y lloro sin causa justificada, ¿puedo acudir al alcohol o a los estupefacientes?’
Sin duda, para formar a los hijos en la escala de valores es fundamental la ayuda y orientación de los padres. No como una imposición autoritaria, sino como una relación de confianza, de cercanía, de verdaderos amigos. Ya que los progenitores han tenido muchas experiencias positivas o negativas en el camino de sus vidas y por ese cariño que tienen a sus hijos, son los más indicados para brindar esa orientación acertada y de modo desinteresado.
Algunas veces, si el rendimiento escolar es bajo, es aconsejable llevarlo con un preceptor académico para que le ayude a implementar determinadas técnicas de estudio con el objeto de mejorar en su promedio, o bien, que domine con mayor soltura cómo resolver ciertas cuestiones de Matemáticas o Física, por ejemplo.
Hace poco me comentaba un amigo y padre de familia que su hijo adolescente cada vez que tomaba un par de cervezas se ponía bastante agresivo y en las fiestas -con facilidad- tendía a pelearse con sus compañeros o conocidos. Este amigo y su esposa decidieron llevarlo con una Psicóloga, y a la vuelta de pocos meses, el joven ha tenido una franca mejoría, gracias a la atención cercana de sus padres.
Si el asunto es más complejo, verbigracia, si ha adquirido la adicción a una droga y si su fuerza de voluntad ya no le obedece, tal vez sea el momento de ingresarlo en una clínica de desintoxicación.
Lo importante es que el joven se conozca tal y como es, que acepte sus defectos y virtudes. Me comentaba un conocido Psiquiatra que en lo relativo a la Psicoterapia personal y colectiva: “El objetivo es que los jóvenes se quiten sus ‘máscaras’ y, con total sinceridad, se muestren trasparentes, sin fingimientos ni engaños”.
Junto con este reconocido Psiquiatra, Dr. Ernesto Bolio y Arciniega, redactamos, pulimos y enviamos a una conocida editorial, una novela, titulada: “Vencedores. Acerca de los Trastornos Emocionales de Nuestro Tiempo” (“Panorama Editorial”, 2011). Este Especialista me permitió entrevistar a algunos de sus jóvenes pacientes. Claro está, respetando completamente su anonimato.
Desde el punto de vista periodístico, era un tema que me interesaba desde hacía tiempo. En varias clínicas de México y España llevaba un par de años realizando ese trabajo de investigación. Se lo mostré a este Doctor y le pareció bien que incluyera algunos de esos casos en la novela. Estuvimos trabajando cerca de ocho meses.
En ciertos pacientes era notoria la falta de comunicación con sus padres y, por tanto, carecían de su adecuada formación. Recuerdo la situación de una joven de Preparatoria con aparentes trastornos en su personalidad, que después de meses de tratamiento, su Psiquiatra concluyó que ella propiamente no estaba enferma, sino que la causa era de sus padres porque la ignoraban.
El padre viajaba continuamente por asuntos de trabajo y su madre pasaba la mayor parte de su tiempo fuera del hogar, asistiendo a numerosas actividades sociales. El colmo fue que varias Navidades la pobre chica se la pasaba completamente sola. “La venganza” fue que esta joven -en su última Navidad solitaria-, tapizó las paredes de su habitación con mujeres desnudas y su closet lo llenó de botellas vacías de alcohol. Era como “un grito silencioso de auxilio”. En efecto, sus padres se alarmaron y de inmediato la ingresaron en la clínica de adicciones y trastornos emocionales. Pasaron unos meses, hasta que el Psiquiatra llamó a sus padres y les dijo que -en realidad- eran ellos los que necesitaban Psicoterapia por esa “relación tóxica” para con su hija ya que necesitaba de su cariño y atención.
Otro caso que recuerdo es el de un joven universitario que se hizo adicto a la cocaína porque en casa sus padres continuamente se gritaban y maltrataban. Después de estudiar detenidamente su caso, los Doctores concluyeron que la culpa del estado del muchacho propiamente era de sus padres. Que dejaran esa violencia intrafamiliar y se esforzaran por crear un clima de paz y armonía en el hogar. Y, sin duda, sería el punto de partida para que este joven dejara -poco a poco- esa adicción, pero era muy importante que se dieran cuenta que necesitaba de su ayuda y seguimiento cercano.
La formación a fondo y con continuidad de los hijos es una tarea primordial en la escala de deberes de los papás. Ni el dinero ni los regalos espléndidos pueden sustituir a la comprensión, el cariño, la amistad y el amor paternos.
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